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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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Ante nuestra insistencia, los vecinos acudieron a dar sus razones, pero en el<br />

fondo de sus almas sentían que el duelo no podía durar más. «Es <strong>com</strong>o<br />

haberse muerto con los muertos», dijo una mujer que llevaba una rosa roja en<br />

la oreja. La gente la apoyó. Entonces Pablo López debió sentirse autorizado<br />

<strong>para</strong> torcerle el cuello a su pena, pues sin decir una palabra entró en su casa y<br />

salió con el acordeón. Cantó <strong>com</strong>o nunca, y mientras cantaba empezaron a<br />

llegar otros músicos. Alguien abrió la tienda de enfrente y ofreció tragos por su<br />

cuenta. Las otras se abrieron de par en par al cabo de un mes de duelo, y se<br />

encendieron las luces, y todos cantamos. Media hora después todo el pueblo<br />

cantaba. En la plaza desierta salió el primer borracho en un mes y empezó a<br />

cantar a voz en cuello una canción de Escalona, dedicada al propio Escalona,<br />

en homenaje a su milagro de resucitar el pueblo.<br />

Por fortuna, la vida seguía en el resto del mundo. Dos meses después del<br />

rechazo de los originales conocí a Julio César Villegas, que había roto con la<br />

editorial Losada, y lo habían nombrado representante <strong>para</strong> Colombia de la<br />

editorial González Porto, vendedores a plazos de enciclopedias y libros<br />

científicos y técnicos. Villegas era el hombre más alto y más fuerte, y el más<br />

recursivo ante los peores escollos de la vida real, consumidor desmedido de los<br />

whiskys más caros, conversador ineludible y fabulista de salón. La noche de<br />

nuestro primer encuentro en la suite presidencial del hotel del Prado salí<br />

trastabillando con un maletín de agente viajero atiborrado de folletos de<br />

propaganda y muestras de enciclopedias ilustradas, libros de medicina,<br />

derecho e ingeniería de la editorial González Porto. Desde el segundo whisky<br />

había aceptado convertirme en vendedor de libros a plazos en la provincia de<br />

Padilla, desde Valledupar hasta La Guajira. Mi ganancia era el anticipo en<br />

efectivo del veinte por ciento, que debía alcanzarme <strong>para</strong> vivir sin angustias<br />

después de pagar mis gastos, incluido el hotel.<br />

Este es el viaje que yo mismo he vuelto legendario por mi defecto incorregible<br />

de no medir a tiempo mis adjetivos. La leyenda es que fue planeado <strong>com</strong>o una<br />

expedición mítica en busca de mis raíces en la tierra de mis mayores, con el<br />

mismo itinerario romántico de mi madre llevada por la suya <strong>para</strong> ponerla a

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