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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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—Hola, <strong>Gabriel</strong>, soy Gilberto Vieira.<br />

A pesar de haber sido el más destacado de los fundadores del Partido<br />

Comunista, Vieira no había tenido hasta entonces ni un minuto de exilio ni de<br />

cárcel. Sin embargo, a pesar del riesgo de que ambos teléfonos estuvieran<br />

intervenidos, me dio la dirección de su casa secreta <strong>para</strong> que lo visitara esa<br />

misma tarde.<br />

Era un apartamento con una sala pequeña atiborrada de libros políticos y<br />

literarios, y dos dormitorios en un sexto piso de escaleras empinadas y<br />

sombrías adonde se llegaba sin aliento, no sólo por la altura sino por la<br />

conciencia de estar entrando en uno de los misterios mejor guardados del país.<br />

Vieira vivía con su esposa, Cecilia, y con una hija recién nacida. Como la<br />

esposa no estaba en casa, él mantenía al alcance de su mano la cuna de la<br />

niña, y la mecía muy despacio cuando se desgañitaba de llanto en las pausas<br />

muy largas de la conversación, que lo mismo eran de política que de literatura,<br />

aunque sin mucho sentido del humor. Era imposible concebir que aquel<br />

cuarentón rosado y calvo, de ojos claros e incisivos y labia precisa, fuera el<br />

hombre más buscado por los servicios secretos del país.<br />

De entrada me di cuenta de que estaba al corriente de mi vida desde que<br />

<strong>com</strong>pré el reloj en El Nacional de Barranquilla. Leía mis reportajes en El<br />

Espectador e identificaba mis notas anónimas <strong>para</strong> tratar de interpretar sus<br />

segundas intenciones. Sin embargo, estuvo de acuerdo en que el mejor<br />

servicio que podía prestarle al país era seguir en esa línea sin dejarme<br />

<strong>com</strong>prometer por nadie en ninguna clase de militancia política.<br />

Se instaló en el tema tan pronto <strong>com</strong>o tuve ocasión de revelarle el motivo de mi<br />

visita. Estaba al corriente de la situación de Villarrica, <strong>com</strong>o si hubiera estado<br />

allí, y de la cual no pudimos publicar ni una letra por la censura oficial. Sin<br />

embargo, me dio datos importantes <strong>para</strong> entender que aquél era el preludio de<br />

una guerra crónica al cabo de medio siglo de escaramuzas casuales. Su<br />

lenguaje, en aquel día y en aquel lugar, tenía más ingredientes del mismo<br />

Jorge Eliécer Gaitán que de su Marx de cabecera, <strong>para</strong> una solución que no<br />

parecía ser la del proletariado en el poder sino una especie de alianza de

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