24.04.2013 Views

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Aldous Huxley, que el miedo físico no me había permitido seguir leyendo en el<br />

avión, dormía con llave en mi maleta. De modo que encendí el último cigarrillo<br />

con una rara sensación de alivio y terror, y lo apagué a la mitad <strong>com</strong>o reserva<br />

<strong>para</strong> una noche sin mañana.<br />

Ya con el ánimo dispuesto <strong>para</strong> dormir en la banca donde estaba sentado, me<br />

pareció de pronto que había algo oculto entre las sombras más espesas de los<br />

árboles. Era la estatua ecuestre de Simón Bolívar. Nadie menos: el general<br />

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, mi héroe<br />

desde que me lo ordenó mi abuelo, con su radiante uniforme de gala y su<br />

cabeza de emperador romano, cagado por las golondrinas.<br />

Seguía siendo mi personaje inolvidable, a pesar de sus inconsecuencias<br />

irredimibles o quizás por ellas mismas. A fin de cuentas eran apenas<br />

<strong>com</strong><strong>para</strong>bles a aquellas con las que mi abuelo conquistó su grado de coronel y<br />

se jugó la vida tantas veces en la guerra que sostuvieron los liberales contra el<br />

mismo Partido Conservador que fundó y sustentó Bolívar. En esas nebulosas<br />

andaba cuando me puso en tierra firme una voz perentoria a mis espaldas:<br />

—¡Manos arriba!<br />

Las levanté aliviado, seguro de que eran por fin mis amigos, y me encontré con<br />

dos agentes de la policía, montunos y más bien andrajosos, que me apuntaban<br />

con sus fusiles nuevos. Querían saber por qué había violado el toque de queda<br />

que regía desde dos horas antes. No sabía siquiera que lo hubieran impuesto<br />

el domingo anterior, <strong>com</strong>o me informaron ellos, ni había oído toques de<br />

cornetas o campanas, ni ningún otro indicio que me hubiera permitido entender<br />

por qué no había nadie en las calles. Los agentes fueron más perezosos que<br />

<strong>com</strong>prensivos cuando vieron mis papeles de identidad mientras les explicaba<br />

por qué estaba allí. Me los devolvieron sin mirarlos. Me preguntaron cuánta<br />

plata tenía y les dije que no llegaba a cuatro pesos. Entonces el más resuelto<br />

de los dos me pidió un cigarrillo y les mostré la colilla apagada que pensaba<br />

fumarme antes de dormir. Me la quitó y se la fumó hasta las uñas. Al cabo de<br />

un rato me llevaron del brazo a lo largo de la calle, más por las ansias de fumar<br />

que por disposición de la ley, en busca de un lugar abierto <strong>para</strong> <strong>com</strong>prar

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!