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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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fuentes oficiales desde el primer día, sino lo que Velasco declaró en su<br />

reportaje: la sobrecarga de a<strong>para</strong>tos domésticos mal estibados en la cubierta<br />

de una nave de guerra.<br />

Otro aspecto que se había mantenido debajo de la mesa era qué clase de<br />

balsas estuvieron al alcance de los que cayeron en el mar y de los cuales sólo<br />

Velasco se salvó. Se supone que debía haber a bordo dos clases de balsas<br />

reglamentarias que cayeron con ellos. Eran de corcho y lona, de tres metros de<br />

largo por uno y medio de ancho, con una plataforma de seguridad en el centro<br />

y dotadas de víveres, agua potable, remos, caja de primeros auxilios,<br />

elementos de pesca y navegación, y una Biblia. En esas condiciones, diez<br />

personas podían sobrevivir a bordo durante ocho días aun sin los elementos de<br />

pesca. Sin embargo, en el Caldas se había embarcado también un cargamento<br />

de balsas menores sin ninguna clase de dotación. Por los relatos de Velasco,<br />

parece que la suya era una de las que no tenían recursos. La pregunta que<br />

quedará flotando <strong>para</strong> siempre es cuántos otros náufragos lograron abordar<br />

otras balsas que no los llevaron a ninguna parte.<br />

Estas habían sido, sin duda, las razones más importantes que demoraron las<br />

explicaciones oficiales del naufragio. Hasta que cayeron en la cuenta de que<br />

era una pretensión insostenible porque el resto de la tripulación estaba ya<br />

descansando en sus casas y contando el cuento <strong>com</strong>pleto en todo el país. El<br />

gobierno insistió hasta el final en su versión de la tormenta y la oficializó en<br />

declaraciones terminantes en un <strong>com</strong>unicado formal. La censura no llegó al<br />

extremo de prohibir la publicación de los capítulos restantes. Velasco, por su<br />

parte, mantuvo hasta donde pudo una ambigüedad leal, y nunca se supo que lo<br />

hubieran presionado <strong>para</strong> que no revelara verdades, ni nos pidió ni nos impidió<br />

que las reveláramos.<br />

Después del quinto capítulo se había pensado en hacer un sobretiro de los<br />

cuatro primeros <strong>para</strong> atender la demanda de los lectores que querían<br />

coleccionar el relato <strong>com</strong>pleto. Don <strong>Gabriel</strong> Cano, a quien no habíamos visto<br />

por la redacción en aquellos días frenéticos, descendió de su palomar y fue<br />

derecho a mi escritorio.

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