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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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muchos años después con la Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Sin<br />

embargo, el cine argentino, con las películas de Carlos Gardel y Libertad<br />

Lamarque, terminó por derrotar a todos.<br />

En menos de dos meses terminamos de armar la farmacia y conseguimos y<br />

amueblamos la residencia de la familia. La primera era una esquina muy<br />

concurrida en el puro centro <strong>com</strong>ercial y a sólo cuatro cuadras del paseo<br />

Bolívar. La residencia, por el contrario, estaba en una calle marginal del<br />

degradado y alegre Barrio Abajo, pero el precio del alquiler no correspondía a<br />

lo que era sino a lo que pretendía: una quinta gótica pintada de alfajores<br />

amarillos y rojos, y con dos alminares de guerra.<br />

El mismo día en que nos entregaron el local de la farmacia colgamos las<br />

hamacas en los horcones de la trastienda y allí dormíamos a fuego lento en<br />

una sopa de sudor. Cuando ocupamos la residencia descubrimos que no había<br />

argollas <strong>para</strong> hamacas, pero tendimos los colchones en el suelo y dormimos lo<br />

mejor posible desde que conseguimos un gato prestado <strong>para</strong> ahuyentar los<br />

ratones. Cuando llegó mi madre con el resto de la tropa, el mobiliario estaba<br />

todavía in<strong>com</strong>pleto y no había útiles de cocina ni muchas otras cosas <strong>para</strong> vivir.<br />

A pesar de sus pretensiones artísticas, la casa era ordinaria y apenas suficiente<br />

<strong>para</strong> nosotros, con sala, <strong>com</strong>edor, dos dormitorios y un patiecito empedrado.<br />

En rigor no debía valer un tercio del alquiler que pagábamos por ella. Mi madre<br />

se espantó al verla, pero el esposo la tranquilizó con el señuelo de un porvenir<br />

dorado. Así fueron siempre. Era imposible concebir dos seres tan distintos que<br />

se entendieran tan bien y se quisieran tanto.<br />

El aspecto de mi madre me impresionó. Estaba encinta por séptima vez, y me<br />

pareció que sus párpados y sus tobillos estaban tan hinchados corno su<br />

cintura. Entonces tenía treinta y tres años y era la quinta casa que amueblaba.<br />

Me impresionó su mal estado de ánimo, que se agravó desde la primera noche,<br />

aterrada por la idea que ella misma inventó, sin fundamento alguno, de que allí<br />

había vivido la Mujer X antes de que la acuchillaran. El crimen se había<br />

<strong>com</strong>etido hacía siete años, en la estancia anterior de mis padres, y fue tan<br />

aterrador que mi madre se había propuesto no volver a vivir en Barranquilla.

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