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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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Para pre<strong>para</strong>r al lector antes de echarlo al agua decidimos empezar el relato<br />

por los últimos días del marino en Mobile. También acordamos no terminarlo en<br />

el momento de pisar tierra firme, sino cuando llegara a Cartagena ya aclamado<br />

por las muchedumbres, que era el punto en que los lectores podían seguir por<br />

su cuenta el hilo de la narración con los datos ya publicados. Esto nos daba<br />

catorce capítulos <strong>para</strong> mantener el suspenso durante dos semanas.<br />

El primero se publicó el 5 de abril de 1955. La edición de El Espectador,<br />

precedida de anuncios por radio, se agotó en pocas horas. El nudo explosivo<br />

se planteó al tercer día cuando decidimos destapar la causa verdadera del<br />

desastre, que según la versión oficial había sido una tormenta. En busca de<br />

una mayor precisión le pedí a Velasco que la contara con todos sus detalles. El<br />

estaba ya tan familiarizado con nuestro método <strong>com</strong>ún que vislumbré en sus<br />

ojos un fulgor de picardía antes de contestarme:<br />

—El problema es que no hubo tormenta.<br />

Lo que hubo —precisó— fue unas veinte horas de vientos duros, propios de la<br />

región en aquella época del año, que no estaban previstos por los<br />

responsables del viaje. La tripulación había recibido el pago de varios sueldos<br />

atrasados antes de zarpar y se lo gastaron a última hora en toda clase de<br />

a<strong>para</strong>tos domésticos <strong>para</strong> llevarlos a casa. Algo tan imprevisto que nadie debió<br />

alarmarse cuando rebasaron los espacios interiores del barco y amarraron en<br />

cubierta las cajas más grandes: neveras, lavadoras eléctricas, estufas. Una<br />

carga prohibida en un barco de guerra, y en una cantidad que ocupó espacios<br />

vitales de la cubierta. Tal vez se pensó que en un viaje sin carácter oficial, de<br />

menos de cuatro días y con excelentes pronósticos del tiempo no era <strong>para</strong><br />

tratarlo con demasiado rigor. ¿Cuántas veces no se habían hecho otros y<br />

seguirían haciéndose sin que nada ocurriera? La mala suerte <strong>para</strong> todos fue<br />

que unos vientos apenas más fuertes que los anunciados convulsionaron el<br />

mar bajo un sol espléndido, hicieron escorar la nave mucho más de lo previsto<br />

y rompieron las amarras de la carga mal estibada. De no haber sido un barco<br />

tan marinero <strong>com</strong>o el Caldas se habría ido a pique sin misericordia, pero ocho<br />

de los marinos de guardia en cubierta cayeron por la borda. De modo que la<br />

causa mayor del accidente no fue una tormenta, <strong>com</strong>o habían insistido las

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