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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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policía famoso por su pulcritud, hijo ejemplar de Mauricio Ananías, que tocaba<br />

el tambor en la misma banda en que Joaquín Vega tocaba el bombardino. Fue<br />

un duelo formal en plena calle, en el que ambos quedaron malheridos, y<br />

sobrellevaron una larga agonía cada quien en su casa. Plinio recobró la lucidez<br />

casi al instante, y su preocupación inmediata fue por la suerte de Ananías.<br />

Éste, a su vez, se impresionó con la preocupación con que Plinio rogaba por su<br />

vida. Cada uno empezó a suplicar a Dios que no muriera el otro, y las familias<br />

los mantuvieron informados mientras tuvieron alma. El pueblo entero vivió el<br />

suspenso con toda clase de esfuerzos <strong>para</strong> alargar las dos vidas.<br />

A las cuarenta y ocho horas de agonía, las campanas de la iglesia doblaron a<br />

duelo por una mujer que acababa de morir. Los dos moribundos las oyeron, y<br />

cada uno en su cama creyó que doblaban por la muerte del otro. Ananías murió<br />

de pesar casi al instante, llorando por la muerte de Plinio. Éste lo supo, y murió<br />

dos días después llorando a mares por el sargento Ananías.<br />

En una población de amigos pacíficos <strong>com</strong>o aquélla, la violencia tuvo por esos<br />

años una manifestación menos mortal, pero no menos dañina: los pasquines.<br />

El terror estaba vivo en las casas de las grandes familias, que esperaban la<br />

mañana siguiente <strong>com</strong>o una lotería de la fatalidad. Donde menos se esperaba<br />

aparecía un papel punitivo, que era un alivio por lo que no dijera de uno, y a<br />

veces una fiesta secreta por lo que decía de otros. Mi padre, tal vez el hombre<br />

más pacífico que conocí, aceitó el revólver venerable que nunca disparó, y<br />

soltó la lengua en el salón de billar.<br />

—Al que se le ocurra tocar a cualquiera de mis hijas —gritó—, va a llevar<br />

plomo del bravo.<br />

Varias familias iniciaron el éxodo por temor de que los pasquines fueran un<br />

preludio de la violencia policial que arrasaba pueblos enteros en el interior del<br />

país <strong>para</strong> acoquinar a la oposición.<br />

La tensión se convirtió en otro pan de cada día. Al principio se organizaron<br />

rondas furtivas no tanto <strong>para</strong> descubrir a los autores de los pasquines <strong>com</strong>o<br />

<strong>para</strong> saber qué decían, antes de que los destruyeran al amanecer. Un grupo de

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