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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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ambos de entrar por el camellón de la plaza principal a la hora de mayor<br />

movimiento y en un pueblo tan malpensado. Cayetano explicó a quien quiso<br />

oírlo que la había encontrado en la puerta de su escuela a la espera de alguien<br />

que le hiciera la caridad de llevarla al pueblo a esas horas de la noche. Lo<br />

previne en broma de que iba a amanecer cualquier día con un pasquín en la<br />

puerta, y él se encogió de hombros con un gesto muy suyo y me soltó su<br />

broma favorita:<br />

—Con los ricos no se atreven.<br />

En efecto, los pasquines habían pasado de moda tan pronto <strong>com</strong>o llegaron, y<br />

se pensó que tal vez fueran un síntoma más del mal humor político que<br />

asolaba el país. La tranquilidad volvió al sueño de quienes los temían. En<br />

cambio, a los pocos días de mi llegada sentí que algo había cambiado hacia mí<br />

en el ánimo de algunos copartidarios de mi padre, que me señalaron <strong>com</strong>o<br />

autor de artículos contra el gobierno conservador publicados en El Universal.<br />

No era cierto. Si tuve que escribir alguna vez notas políticas, fueron siempre sin<br />

firma y bajo la responsabilidad de la dirección, desde que ésta decidió<br />

suspender la pregunta de qué había pasado en el Carmen de Bolívar. Las de<br />

mi columna firmada revelaban sin duda una posición clara sobre el mal estado<br />

del país, y la ignominia de la violencia y la injusticia, pero sin consignas de<br />

partido. De hecho, ni entonces ni nunca fui militante de ninguno. La acusación<br />

alarmó a mis padres, y mi madre empezó a encender velas a los santos, sobre<br />

todo cuando me quedaba hasta muy tarde en la calle. Por primera vez sentí<br />

alrededor de mí un ambiente tan opresivo que decidí salir de casa lo menos<br />

posible.<br />

Fue por esos malos tiempos cuando se presentó en el consultorio de papá un<br />

hombre impresionante que ya parecía ser el fantasma de sí mismo, con una<br />

piel que permitía traslucir el color de los huesos y el vientre abultado y tenso<br />

<strong>com</strong>o un tambor. Sólo necesitó una frase <strong>para</strong> volverse inolvidable hasta más<br />

nunca:<br />

—Doctor, vengo <strong>para</strong> que me saque un mico que me hicieron crecer dentro de<br />

la barriga.

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