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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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—Es un buen síntoma.<br />

Manuel atrapó la ocasión al vuelo y le dijo que yo podría serle útil en el<br />

periódico con el tiempo libre de la universidad. Zabala dijo que él había<br />

pensado lo mismo cuando Manuel le pidió la cita <strong>para</strong> mí. Al doctor López<br />

Escauriaza, el director, me presentó <strong>com</strong>o el colaborador posible del que le<br />

había hablado la noche anterior.<br />

—Sería estupendo —dijo el director con su eterna sonrisa de caballero a la<br />

antigua.<br />

No quedamos en nada pero el maestro Zabala me pidió que volviera al día<br />

siguiente <strong>para</strong> presentarme a Héctor Rojas Herazo, poeta y pintor de los<br />

buenos y su columnista estelar. No le dije que había sido mi maestro de dibujo<br />

en el colegio San José por una timidez que hoy me parece inexplicable. Al salir<br />

de allí, Manuel dio un salto de júbilo en la plaza de la Aduana, frente a la<br />

fachada imponente de San Pedro Claver, y exclamó con un júbilo prematuro:<br />

—¡Ya viste, tigre, la vaina está hecha! Le correspondí con un abrazo cordial<br />

<strong>para</strong> no desilusionarlo, pero me iba con serias dudas sobre mi porvenir. Manuel<br />

me preguntó entonces cómo me había parecido Zabala, y le contesté la verdad.<br />

Me pareció un pescador de almas. Ése era tal vez un motivo determinante de<br />

los grupos juveniles que se nutrían de su razón y su cautela. Concluí, sin duda<br />

con una falsa apreciación de viejo prematuro, que tal vez era ese modo de ser<br />

lo que le había impedido tener un papel decisivo en la vida pública del país.<br />

Manuel me llamó en la noche muerto de risa por una conversación que había<br />

tenido con Zabala. Este le había hablado de mí con un gran entusiasmo, reiteró<br />

su seguridad de que sería una adquisición importante <strong>para</strong> la página editorial, y<br />

el director pensaba igual. Pero la razón verdadera de su llamada era contarme<br />

que lo único que inquietaba al maestro Zabala era que mi timidez enfermiza<br />

podía ser un obstáculo grande en mi vida.<br />

Si a última hora decidí volver al periódico fue porque la mañana siguiente me<br />

abrió la puerta de la ducha un <strong>com</strong>pañero de cuarto y me puso ante los ojos la<br />

página editorial de El Universal. Había una nota terrorífica sobre mi llegada a la

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