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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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quejaron de la dureza de nuestros <strong>com</strong>entarios. Eduardo Zalamea y Guillermo<br />

Cano tuvieron la suficiente habilidad <strong>para</strong> distraerlos por teléfono, hasta fines<br />

de abril, cuando un exhibidor con ínfulas de líder nos acusó en una carta<br />

abierta de estar amedrentando al público <strong>para</strong> perjudicar sus intereses. Me<br />

pareció que el nudo del problema era que el autor de la carta no conocía el<br />

significado de la palabra amedrentar, pero me sentí al borde de la derrota,<br />

porque no creí posible que en la crisis de crecimiento en que estaba el<br />

periódico, don <strong>Gabriel</strong> Cano renunciara a los anuncios de cine por el puro<br />

placer estético. El mismo día en que se recibió la carta convocó a sus hijos y a<br />

Ulises <strong>para</strong> una reunión urgente, y di por hecho que la sección quedaría muerta<br />

y sepultada. Sin embargo, al pasar frente a mi escritorio después de la reunión,<br />

don <strong>Gabriel</strong> me dijo sin precisar el tema y con una malicia de abuelo:<br />

—Esté tranquilo, tocayito.<br />

Al día siguiente apareció en «Día a día» la respuesta al productor, escrita por<br />

Guillermo Cano en un deliberado estilo doctoral, y cuyo final lo decía todo: «No<br />

se amedrenta al público ni mucho menos se perjudican los intereses de nadie<br />

al publicar en la prensa una crítica cinematográfica seria y responsable, que se<br />

asemeje un poco a la de otros países y rompa las viejas y perjudiciales pautas<br />

del elogio desmedido a lo bueno, igual que a lo malo». No fue la única carta ni<br />

nuestra única respuesta. Funcionarios de los cines nos abordaban con<br />

reclamos agrios y recibíamos cartas contradictorias de lectores despistados.<br />

Pero todo fue inútil: la columna sobrevivió hasta que la crítica de cine dejó de<br />

ser ocasional en el país, y se convirtió en una rutina de la prensa y la radio.<br />

A partir de entonces, en poco menos de dos años, publiqué setenta y cinco<br />

notas críticas, a las cuales habría que cargarles las horas empleadas en ver las<br />

películas. Además de unas seiscientas notas editoriales, una noticia firmada o<br />

sin firmar cada tres días, y por lo menos ochenta reportajes entre firmados y<br />

anónimos. Las colaboraciones literarias se publicaron desde entonces en el<br />

«Magazine Dominical», del mismo periódico, entre ellas varios cuentos y la<br />

serie <strong>com</strong>pleta de «La Sierpe», que se había interrumpido en la revista<br />

Lám<strong>para</strong> por discrepancias internas.

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