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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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cargos políticos o <strong>para</strong> fundar otras empresas enormes y catastróficas. Al hijo<br />

no lo vi más de dos o tres veces por aquella época, siempre con condiscípulo<br />

míos. Me impresionó que a su edad razonaba <strong>com</strong>o un anciano, pero nunca se<br />

me hubiera ocurrido pensar que años después íbamos a <strong>com</strong>partir tantas<br />

jornadas de periodismo temerario, pues todavía no se me había ocurrido el<br />

embeleco del periodismo <strong>com</strong>o oficio, y <strong>com</strong>o ciencia me interesaba menos<br />

que la del derecho.<br />

Nunca había pensado en realidad que llegara a interesarme, hasta uno de<br />

aquellos días, cuando Elvira Mendoza, hermana de Plinio, le hizo a la<br />

declamadora argentina Berta Singerman una entrevista de emergencia que me<br />

cambió por <strong>com</strong>pleto los prejuicios contra el oficio y me descubrió una vocación<br />

ignorada. Más que una entrevista clásica de preguntas y respuestas —que<br />

tantas dudas me dejaban y siguen dejándome— fue una de las más originales<br />

que se publicaron en Colombia. Años después, cuando Elvira Mendoza era ya<br />

una periodista internacional consagrada y una de mis buenas amigas, me contó<br />

que había sido un recurso desesperado <strong>para</strong> salvar un fracaso.<br />

La llegada de Berta Singerman había sido el acontecimiento del día. Elvira —<br />

que dirigía la sección femenina en la revista Sábado— pidió autorización <strong>para</strong><br />

hacerle una entrevista, y la obtuvo con algunas reticencias de su padre por su<br />

falta de práctica en el género. La redacción de Sábado era un sitio de reunión<br />

de los intelectuales más conocidos por aquellos años y Elvira les pidió unas<br />

preguntas <strong>para</strong> su cuestionario, pero estuvo al borde del pánico cuando tuvo<br />

que enfrentarse al menosprecio con que Berta Singerman la recibió en la suite<br />

presidencial del hotel Granada.<br />

Desde la primera pregunta se <strong>com</strong>plació en rechazarlas <strong>com</strong>o tontas o<br />

imbéciles, sin sospechar que detrás de cada una había un buen escritor de los<br />

tantos que ella conocía y admiraba por sus varias visitas a Colombia. Elvira,<br />

que fue siempre de genio vivo, tuvo que tragarse sus lágrimas y soportar en<br />

vilo aquel desaire. La entrada imprevista del esposo de Berta Singerman le<br />

salvó el reportaje, pues fue él quien manejó la situación con un tacto exquisito y<br />

un buen sentido del humor cuando estaba a punto de convertirse en un<br />

incidente grave.

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