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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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ojos radiantes de su nueva juventud se le iluminó el rostro y resumió su alegría<br />

con una sola palabra:<br />

—Veo.<br />

El cirujano quiso precisar qué tanto veía y ella barrió el cuarto con su mirada<br />

nueva y enumeró cada cosa con una precisión admirable. El médico se quedó<br />

sin aire. pues sólo yo sabía que las cosas que enumeró la abuela no eran las<br />

que tenía enfrente en el cuarto del hospital, sino las de su dormitorio de<br />

Aracataca, que recordaba de memoria y en su orden. Nunca más recobró la<br />

vista.<br />

Mis padres insistieron en que pasara las vacaciones con ellos en Sucre y que<br />

llevara conmigo a la abuela. Mucho más envejecida de lo que mandaba la<br />

edad, y con la mente a la deriva, se le había afinado la belleza de la voz y<br />

cantaba más y con más inspiración que nunca. Mi madre cuidó de que la<br />

mantuvieran limpia y arreglada, <strong>com</strong>o a una muñeca enorme. Era evidente que<br />

se daba cuenta del mundo, pero lo refería al pasado. Sobre todo los programas<br />

de radio, que despertaban en ella un interés infantil. Reconocía las voces de<br />

los distintos locutores a quienes identificaba <strong>com</strong>o amigos de su juventud en<br />

Riohacha, porque nunca entró un radio en su casa de Aracataca. Contradecía<br />

o criticaba algunos <strong>com</strong>entarios de los locutores, discutía con ellos los temas<br />

más variados o les reprochaba cualquier error gramatical <strong>com</strong>o si estuvieran en<br />

carne y hueso junto a su cama, y se negaba a que la cambiaran de ropa<br />

mientras no se despidieran. Entonces les correspondía con su buena<br />

educación intacta:<br />

—Tenga usted muy buenas noches, señor.<br />

Muchos misterios de cosas perdidas, de secretos guardados o de asuntos<br />

prohibidos se aclararon en sus monólogos: quién se llevó escondida en un baúl<br />

la bomba del agua que desapareció de la casa de Aracataca, quién había sido<br />

en realidad el padre de Matilde Salmona, cuyos hermanos lo confundieron con<br />

otro y se lo cobraron a bala.

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