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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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concierto <strong>para</strong> piano de Béla Bartók. Es cierto que lo escuchaba sin<br />

misericordia mientras escribía, porque me creaba un estado de ánimo muy<br />

especial y un poco extraño, pero nunca pensé que hubiera podido influirme<br />

hasta el punto de que se notara en mi escritura. No sé cómo se enteraron de<br />

aquella debilidad los miembros de la Academia Sueca que lo pusieron de fondo<br />

en la entrega de mi premio. Lo agradecí en el alma, por supuesto, pero si me lo<br />

hubieran preguntado —con toda mi gratitud y mis respetos por ellos y por Béla<br />

Bartók— me habría gustado alguna de las romanzas naturales de Francisco el<br />

Hombre en las fiestas de mi infancia.<br />

No hubo en Colombia por aquellos años un proyecto cultural, un libro por<br />

escribir o un cuadro <strong>para</strong> pintar que no pasara antes por la oficina de Mutis. Fui<br />

testigo de su diálogo con un pintor joven que tenía todo listo <strong>para</strong> hacer su<br />

periplo de rigor por Europa, pero le faltaba el dinero <strong>para</strong> el viaje. Álvaro no<br />

alcanzó siquiera a escucharle el cuento <strong>com</strong>pleto, cuando sacó del escritorio la<br />

carpeta mágica.<br />

—Aquí está el pasaje dijo.<br />

Yo asistía deslumbrado a la naturalidad con que hacía estos milagros sin el<br />

mínimo alarde de poder. Por eso me pregunto todavía si no tuvo algo que ver<br />

con la solicitud que me hizo en un cóctel el secretario de la Asociación<br />

Colombiana de Escritores y Artistas, Óscar Delgado, de que partici<strong>para</strong> en el<br />

concurso nacional de cuento que estaba a punto de ser declarado desierto. Lo<br />

dijo tan mal que la propuesta me pareció indecorosa, pero alguien que la oyó<br />

me precisó que en un país <strong>com</strong>o el nuestro no se podía ser escritor sin saber<br />

que los concursos literarios son simples pantomimas sociales. «Hasta el premio<br />

Nobel», concluyó sin la menor malicia, y sin pensarlo siquiera me puso en<br />

guardia desde entonces <strong>para</strong> otra decisión des<strong>com</strong>unal que me salió al paso<br />

veintisiete años después.<br />

El jurado del concurso de cuento eran Hernando Téllez, Juan Lozano y Lozano,<br />

Pedro Gómez Valderrama y otros tres escritores y críticos de las grandes ligas.<br />

Así que no hice consideraciones éticas ni económicas, sino que pasé una<br />

noche en la corrección final de «Un día después del sábado», el cuento que

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