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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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eran los únicos signos de la existencia humana en la plaza polvorienta y<br />

solitaria que a nada se parecía tanto <strong>com</strong>o a una capital africana. Nuestro<br />

primer propósito era tomar fotos urgentes de la muchedumbre en pie de<br />

protesta y enviarlas a Bogotá en el avión de regreso, mientras atrapábamos<br />

información suficiente de primera mano que pudiéramos transmitir por telégrafo<br />

<strong>para</strong> la edición de mañana. Nada de eso era posible, porque no pasó nada.<br />

Recorrimos sin testigos la muy larga calle <strong>para</strong>lela al río, bordeada de bazares<br />

cerrados por el almuerzo y residencias con balcones de madera y techos<br />

oxidados. Era el escenario perfecto pero faltaba el drama. Nuestro buen colega<br />

Primo Guerrero, corresponsal de El Espectador, hacía la siesta a la bartola en<br />

una hamaca primaveral bajo la enramada de su casa, <strong>com</strong>o si el silencio que lo<br />

rodeaba fuera la paz de los sepulcros. La franqueza con que nos explicó su<br />

desidia no podía ser más objetiva. Después de las manifestaciones de los<br />

primeros días la tensión había decaído por falta de temas. Se montó entonces<br />

una movilización de todo el pueblo con técnicas teatrales, se hicieron algunas<br />

fotos que no se publicaron por no ser muy creíbles y se pronunciaron los<br />

discursos patrióticos que en efecto sacudieron el país, pero el gobierno<br />

permaneció imperturbable. Primo Guerrero, con una flexibilidad ética que<br />

quizás hasta Dios se la haya perdonado, mantuvo la protesta viva en la prensa<br />

a puro pulso de telegramas.<br />

Nuestro problema profesional era simple: no habíamos emprendido aquella<br />

expedición de Tarzán <strong>para</strong> informar que la noticia no existía. En cambio,<br />

teníamos a la mano los medios <strong>para</strong> que fuera cierta y cumpliera su propósito.<br />

Primo Guerrero propuso entonces armar una vez más la manifestación portátil,<br />

y a nadie se le ocurrió una idea mejor. Nuestro colaborador más entusiasta fue<br />

el capitán Luis A. Cano, el nuevo gobernador nombrado por la renuncia airada<br />

del anterior, y tuvo la entereza de demorar el avión <strong>para</strong> que el periódico<br />

recibiera a tiempo las fotos calientes de Guillermo Sánchez. Fue así <strong>com</strong>o la<br />

noticia inventada por necesidad terminó por ser la única cierta, magnificada por<br />

la prensa y la radio de todo el país y atrapada al vuelo por el gobierno militar<br />

<strong>para</strong> salvar la cara. Esa misma noche se inició una movilización general de los<br />

políticos chocoanos —algunos de ellos muy influyentes en ciertos sectores del

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