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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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Educación, donde iban a abrirse las inscripciones <strong>para</strong> el concurso nacional de<br />

becas. La fila empezaba en el tercer piso del ministerio, frente a la puerta<br />

misma de las oficinas de inscripción, y bajaba serpenteando por las escaleras<br />

hasta la entrada principal. El espectáculo era descorazonador. Cuando<br />

escampó, hacia las diez de la mañana, la fila se prolongaba todavía dos<br />

cuadras más sobre la avenida Jiménez de Quesada, y aún faltaban aspirantes<br />

que se habían refugiado en los portales. Me pareció imposible obtener nada en<br />

semejante rebatiña.<br />

Poco después del mediodía sentí dos toquecitos en el hombro. Era el<br />

insaciable lector del buque, que me había reconocido entre los últimos de la<br />

fila, pero me costó trabajo identificarlo con el sombrero hongo y el atuendo<br />

fúnebre de los cachacos. También él, perplejo, me preguntó:<br />

—¿Pero qué carajo haces aquí? Se lo dije.<br />

—¡Qué cosa más divertida! —dijo él, muerto de risa—. Ven conmigo —y me<br />

llevó del brazo hacia el ministerio. Entonces supe que era el doctor Adolfo<br />

Gómez Támara, director nacional de becas del Ministerio de Educación.<br />

Fue el azar menos posible y uno de los más afortunados de mi vida. Con una<br />

broma de pura estirpe estudiantil, Gómez Támara me presentó a sus asistentes<br />

<strong>com</strong>o el cantante más inspirado de boleros románticos. Me sirvieron café y me<br />

inscribieron sin más trámites, no sin antes advertirme que no estaban burlando<br />

instancias sino rindiendo tributo a los dioses insondables de la casualidad. Me<br />

informaron que el examen general sería el lunes siguiente en el colegio de San<br />

Bartolomé. Calculaban unos mil aspirantes de todo el país <strong>para</strong> unas<br />

trescientas cincuenta becas, de modo que la batalla iba a ser larga y difícil, y<br />

quizás un golpe mortal <strong>para</strong> mis ilusiones. Los favorecidos conocerían los<br />

resultados una semana después, junto con los datos del colegio que les<br />

asignaran. Esto fue nuevo y grave <strong>para</strong> mí, pues lo mismo podían<br />

despacharme <strong>para</strong> Medellín que <strong>para</strong> el Vichada. Me explicaron que esa lotería<br />

geográfica se había acordado <strong>para</strong> estimular la movilidad cultural entre las<br />

distintas regiones. Cuando terminaron los trámites, Gómez Támara me

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