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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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leer en el momento justo, y los que han hecho las lecturas despiadadas de mis<br />

originales antes de publicarse.<br />

Ejemplos <strong>com</strong>o ése me dieron una nueva conciencia de mí mismo, y el<br />

proyecto de Crónica acabó de darme alas. Nuestra moral era tan alta que a<br />

pesar de los obstáculos insuperables llegamos a tener oficinas propias en un<br />

tercer piso sin ascensor, entre los pregones de las vivanderas y los autobuses<br />

sin ley de la calle San Blas, que era una feria turbulenta desde el amanecer<br />

hasta las siete de la noche. Apenas si cabíamos. Todavía no habían instalado<br />

el teléfono, y el aire acondicionado era una fantasía que podía costarnos más<br />

que el semanario, pero ya Fuenmayor había tenido tiempo de atiborrar la<br />

oficina con sus enciclopedias desmanteladas, sus recortes de prensa en<br />

cualquier idioma y sus celebres manuales de oficios raros. En su escritorio de<br />

director estaba la histórica Underwood que había rescatado con grave riesgo<br />

de su vida en el incendio de una embajada, y que hoy día es una joya en el<br />

Museo Romántico de Barranquilla. El otro escritorio único lo ocupaba yo, con<br />

una máquina prestada por El Heraldo, en mi condición flamante de jefe de<br />

redacción. Había una mesa de dibujo <strong>para</strong> Alejandro Obregón, Orlando Guerra<br />

y Alfonso Meló, tres pintores famosos que se <strong>com</strong>prometieron en su sano juicio<br />

a ilustrar gratis las colaboraciones, y así lo hicieron, primero por la generosidad<br />

congénita de todos, y al final porque no teníamos un céntimo disponible ni <strong>para</strong><br />

nosotros mismos. El fotógrafo más constante y sacrificado fue Quique Scopell.<br />

Aparte del trabajo de redacción, que era el propio de mi título, me correspondía<br />

también vigilar el proceso de armada y asistir al corrector de pruebas a pesar<br />

de mi ortografía de holandés. Puesto que subsistía con El Heraldo mi<br />

<strong>com</strong>promiso de continuar «La Jirafa», no tenía mucho tiempo <strong>para</strong><br />

colaboraciones regulares en Crónica. Sí lo tenía, en cambio, <strong>para</strong> escribir mis<br />

cuentos en las horas muertas de la madrugada.<br />

Alfonso, especialista en todos los géneros, puso el peso de su fe en los<br />

cuentos policíacos, por los cuales tenía una pasión sedienta. Los traducía o<br />

seleccionaba, y yo los sometía a un proceso de simplificación formal que habría<br />

de servirme <strong>para</strong> mi oficio. Consistía en ahorrar espacio por la eliminación no<br />

sólo de las palabras inútiles sino también de los hechos superfluos, hasta

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