24.04.2013 Views

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Sólo una cosa te suplico <strong>com</strong>o madre —me dijo—. Trátalo <strong>com</strong>o si Cayetano<br />

fuera hijo mío.<br />

El relato, con el título de Crónica de una muerte anunciada, se publicó dos<br />

años después. Mi madre no lo leyó por un motivo que conservo <strong>com</strong>o otra joya<br />

suya en mi museo personal: «Una cosa que salió tan mal en la vida no puede<br />

salir bien en un libro».<br />

El teléfono de mi escritorio había sonado a las cinco de la tarde una semana<br />

después de la muerte de Cayetano, cuando empezaba a escribir mi tarea diaria<br />

en El Heraldo. Llamaba mi papá, acabado de llegar a Barranquilla sin<br />

anunciarse, y me esperaba de urgencia en el café Roma. La tensión de su voz<br />

me asustó, pero más me alarmé de verlo <strong>com</strong>o nunca, desarreglado y sin<br />

afeitar, con el vestido azul celeste del 9 de abril masticado por el bochorno de<br />

la carretera, y sostenido apenas por la rara placidez de los vencidos.<br />

Quedé tan abrumado que no me siento capaz de transmitir la angustia y la<br />

lucidez con que papá me informó del desastre familiar. Sucre, el <strong>para</strong>íso de la<br />

vida fácil y las muchachas bellas, había sucumbido al embate sísmico de la<br />

violencia política. La muerte de Cayetano no era más que un síntoma.<br />

—Tú no te das cuenta de lo que es aquel infierno porque vives en este oasis de<br />

paz —me dijo—. Pero los que todavía estamos vivos allá es porque Dios nos<br />

conoce.<br />

Era uno de los pocos miembros del Partido Conservador que no habían tenido<br />

que esconderse de los liberales enardecidos después del 9 de abril, y ahora los<br />

mismos suyos que se acogieron a su sombra lo repudiaban por su tibieza. Me<br />

pintó un cuadro tan aterrador —y tan real— que justificaba de sobra su<br />

determinación atolondrada de abandonarlo todo <strong>para</strong> llevarse la familia a<br />

Cartagena. Yo no tenía razón ni corazón contra él, pero pensé que podía<br />

entretenerlo con una solución menos radical que la mudanza inmediata.<br />

Hacía falta tiempo <strong>para</strong> pensar. Nos tomamos dos refrescos en silencio, cada<br />

cual en lo suyo, y él recobró su idealismo febril antes de terminar y me dejó sin<br />

habla. «Lo único que me consuela de toda esta vaina —dijo con un suspiro

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!