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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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en la radiola de la sala, y las noticias políticas prevalecieron desde entonces<br />

sobre la música <strong>para</strong> bailar. Se decía sin confirmación que en su oficina tenía<br />

un retrato de Lenin o de Marx.<br />

Fruto de aquel ambiente enrarecido debió ser el único amago de motín que<br />

ocurrió en el liceo. En el dormitorio salieron a volar almohadas y zapatos en<br />

detrimento de la lectura y el sueño. No he podido establecer cuál fue el motivo,<br />

pero creo recordar —y varios condiscípulos coinciden conmigo— en que fue<br />

por algún episodio del libro que se leía en voz alta aquella noche: Cantaclaro,<br />

de Rómulo Gallegos. Un raro zafarrancho de <strong>com</strong>bate.<br />

Llamado de urgencia, Carlos Martín entró en el dormitorio y lo recorrió varias<br />

veces de extremo a extremo en el silencio inmenso que causó su aparición.<br />

Luego, en un rapto de autoritarismo, insólito en un carácter <strong>com</strong>o el suyo, nos<br />

ordenó abandonar el dormitorio en piyama y pantuflas, y formarnos en el patio<br />

helado. Allí nos soltó una arenga en el estilo circular de Catilina y regresamos<br />

en un orden perfecto a continuar el sueño. Fue el único incidente de que tengo<br />

memoria en nuestros años del liceo.<br />

Mario Convers, un estudiante que llegó ese año al sexto grado, nos mantenía<br />

por entonces alborotados con el tema de hacer un periódico distinto a los<br />

convencionales de otros colegios. Uno de sus primeros contactos fue conmigo,<br />

y me pareció tan convincente que acepté ser su jefe de redacción, halagado<br />

pero sin una idea clara de mis funciones. Los pre<strong>para</strong>tivos finales del periódico<br />

coincidieron con el arresto del presidente López Pumarejo por un grupo de<br />

altos oficiales de las Fuerzas Armadas el 8 julio de 1944, mientras estaba de<br />

visita oficial en el sur del país. El cuento, contado por él mismo, no tenía<br />

desperdicio. Tal vez sin proponérselo, había hecho a los investigadores un<br />

relato estupendo, según el cual no se había enterado del suceso hasta que fue<br />

liberado. Y tan ceñido a las verdades de la vida real, que el golpe de Pasto<br />

quedó <strong>com</strong>o uno más de los tantos episodios ridículos de la historia nacional.<br />

Alberto Lleras Camargo, en su condición de primer designado, mantuvo al país<br />

adormecido con su voz y su dicción perfectas, durante varias horas, a través de<br />

la Radio Nacional, hasta que el presidente López fue liberado y se restableció

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