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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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otro naufragio en tierra firme. Es decir, sería el monólogo interior de una<br />

aventura solitaria, al pie de la letra, <strong>com</strong>o la había hecho la vida. La decisión<br />

fue milagrosa, porque Velasco resultó ser un hombre inteligente, con una<br />

sensibilidad y una buena educación inolvidables y un sentido del humor a su<br />

tiempo y en su lugar. Y todo eso, por fortuna, sometido a un carácter sin<br />

grietas.<br />

La entrevista fue larga, minuciosa, en tres semanas <strong>com</strong>pletas y agotadoras, y<br />

la hice a sabiendas de que no era <strong>para</strong> publicar en bruto sino <strong>para</strong> ser cocinada<br />

en otra olla: un reportaje. La empecé con un poco de mala fe tratando de que el<br />

náufrago cayera en contradicciones <strong>para</strong> descubrirle sus verdades encubiertas,<br />

pero pronto estuve seguro de que no las tenía. Nada tuve que forzar. Aquello<br />

era <strong>com</strong>o pasearme por una pradera de flores con la libertad suprema de<br />

escoger las preferidas. Velasco llegaba puntual a las tres de la tarde a mi<br />

escritorio de la redacción, revisábamos las notas precedentes y proseguíamos<br />

en orden lineal. Cada capítulo que me contaba lo escribía yo en la noche y se<br />

publicaba en la tarde del día siguiente. Habría sido más fácil y seguro escribir<br />

primero la aventura <strong>com</strong>pleta y publicarla ya revisada y con todos los detalles<br />

<strong>com</strong>probados a fondo. Pero no había tiempo. El tema iba perdiendo actualidad<br />

cada minuto y cualquier otra noticia ruidosa podía derrotarlo.<br />

No usamos grabadora. Estaban acabadas de inventar y las mejores eran tan<br />

grandes y pesadas <strong>com</strong>o una máquina de escribir, y el hilo magnético se<br />

embrollaba <strong>com</strong>o un dulce de cabello de ángel. La sola trascripción era una<br />

proeza. Aún hoy sabemos que las grabadoras son muy útiles <strong>para</strong> recordar,<br />

pero no hay que descuidar nunca la cara del entrevistado, que puede decir<br />

mucho más que su voz, y a veces todo lo contrario. Tuve que conformarme con<br />

el método rutinario de las notas en cuadernos de escuela, pero gracias a eso<br />

creo no haber perdido una palabra ni un matiz de la conversación, y pude<br />

profundizar mejor a cada paso. Los dos primeros días fueron difíciles, porque el<br />

náufrago quería contar todo al mismo tiempo. Sin embargo, aprendió muy<br />

pronto por el orden y el alcance de mis preguntas, y sobre todo por su propio<br />

instinto de narrador y su facilidad congénita <strong>para</strong> entender la carpintería del<br />

oficio.

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