24.04.2013 Views

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

A Papalelo lo trasladaron a Riohacha <strong>para</strong> mayor seguridad, y más tarde a<br />

Santa Marta, donde lo condenara un año: la mitad en reclusión y la otra en<br />

régimen abierto. Tan pronto <strong>com</strong>o fue libre viajó con la familia breve tiempo a la<br />

población de Ciénaga, luego a Panamá, donde tuvo otra hija con un amor<br />

casual, y por fin al insalubre y arisco corregimiento de Aracataca, el empleo de<br />

colector de hacienda departamental.<br />

Nunca más estuvo armado en la calle, aun en los peores tiempos de la<br />

violencia bananera, y sólo tuvo el revólver bajo la almohada <strong>para</strong> defender la<br />

casa.<br />

Aracataca estaba muy lejos de ser el remanso con que soñaban después de la<br />

pesadilla de Medardo Pacheco. Había nacido <strong>com</strong>o un caserío chimila y entró<br />

en la historia con el pie izquierdo <strong>com</strong>o un remoto corregimiento sin Dios ni ley<br />

del municipio de Ciénaga, más envilecido que acaudalado por la fiebre del<br />

banano. Su nombre no es de pueblo sino de río, que se dice ara en lengua<br />

chimila, y Cataca, que es la palabra con que la <strong>com</strong>unidad conocía al que<br />

mandaba. Por eso entre nativos no la llamamos Aracataca sino <strong>com</strong>o debe ser:<br />

Cataca.<br />

Cuando el abuelo trató de entusiasmar a la familia con la fantasía de que allí el<br />

dinero corría por las calles, Mina había dicho: «La plata es el cagajón del<br />

diablo». Para mi madre fue el reino de todos los terrores. El más antiguo que<br />

recordaba era la plaga de langosta que devastó los sembrados cuando aún era<br />

muy niña. «Se oían pasar <strong>com</strong>o un viento de piedras», me dijo cuando fuimos a<br />

vender la casa. La población aterrorizada tuvo que atrincherarse en sus<br />

cuartos, y el flagelo sólo pudo ser derrotado por artes de hechicería.<br />

En cualquier tiempo nos sorprendían unos huracanes secos que<br />

desentechaban ranchos y arremetían contra el banano nuevo y dejaban el<br />

pueblo cubierto de un polvo astral. En verano se ensañaban con el ganado<br />

unas sequías terribles, o caían en invierno unos aguaceros universales que<br />

dejaban las calles convertidas en ríos revueltos. Los ingenieros gringos<br />

navegaban en botes de caucho, por entre colchones ahogados y vacas<br />

muertas. La United Fruit Company, cuyos sistemas artificiales de regadío eran

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!