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Gabriel García Márquez - Vivir para contarla.pdf - www.moreliain.com

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econocer los lugares que íbamos dejando atrás. El tren atravesó con un silbido<br />

largo las marismas de la ciénaga, y entró a toda velocidad por un trepidante<br />

corredor de rocas bermejas, donde el estruendo de los vagones se volvió<br />

insoportable. Pero al cabo de unos quince minutos disminuyó la marcha, entró<br />

con un resuello sigiloso en la penumbra fresca de las plantaciones, y el tiempo<br />

se hizo más denso y no volvió a sentirse la brisa del mar. No tuve que<br />

interrumpir la lectura <strong>para</strong> saber que habíamos entrado en el reino hermético<br />

de la zona bananera.<br />

El mundo cambió. A lado y lado de la vía férrea se extendían las avenidas<br />

simétricas e interminables de las plantaciones, por donde andaban las carretas<br />

de bueyes cargadas de racimos verdes. De pronto, en intempestivos espacios<br />

sin sembrar, había campamentos de ladrillos rojos, oficinas con anjeo en las<br />

ventanas y ventiladores de aspas colgados en el techo, y un hospital solitario<br />

en un campo de amapolas. Cada río tenía su pueblo y su puente de hierro por<br />

donde el tren pasaba dando alaridos, y las muchachas que se bañaban en las<br />

aguas heladas saltaban <strong>com</strong>o sábalos a su paso <strong>para</strong> turbar a los viajeros con<br />

sus tetas fugaces.<br />

En la población de Riofrío subieron varias familias de aruhacos cargados con<br />

mochilas repletas de aguacates de la sierra, los más apetitosos del país.<br />

Recorrieron el vagón a saltitos en ambos sentidos buscando dónde sentarse,<br />

pero cuando el tren reanudó la marcha sólo quedaban dos mujeres blancas con<br />

un niño recién nacido, y un cura joven. El niño no paró de llorar en el resto del<br />

viaje. El cura llevaba botas y casco de explorador, una sotana de lienzo basto<br />

con remiendos cuadrados, <strong>com</strong>o una vela de marear, y hablaba al mismo<br />

tiempo que el niño lloraba y siempre <strong>com</strong>o si estuviera en el púlpito. El tema de<br />

su prédica era la posibilidad de que la <strong>com</strong>pañía bananera regresara. Desde<br />

que ésta se fue no se hablaba de otra cosa en la Zona y los criterios estaban<br />

divididos entre los que querían y los que no querían que volviera, pero todos lo<br />

daban por seguro. El cura estaba en contra, y lo expresó con una razón tan<br />

personal que a las mujeres les pareció dis<strong>para</strong>tada:<br />

—La <strong>com</strong>pañía deja la ruina por donde pasa.

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