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LOS TURISTORES KUNAS. ANTROPOLOGÍA DEL TURISMO ÉTNICO EN PANAMÁ 88
CAPÍTULO 4
bitada. Pagaba entre 400 y 800 dólares de tasas a la comunidad, empleaba a
15 personas, pero mantuvo cuatro años de conflictos con el Congreso General
Kuna y decidió cerrar, reabriendo más tarde como proyecto de un empresario
kuna y con el nombre de Sapibenega (Orbach, 2004: 15). Un folleto del IPAT
de la época describía así el hotel:
“Otra instalación semejante se localiza en la isla Iskardup, a 10 minutos
en bote desde Playón Chico. Este eco-resort cuenta con 14 cabañas
con suelo de madera y un restaurante abierto al mar. Cerca de
esta isla se localizan una serie de pequeñas islas deshabitadas que se
pueden visitar fácilmente” (Folleto turístico del IPAT).
De acuerdo con la versión del propio Paliwitur Sapibenega (entrevista, 31-
05-2006), un kuna formado en ecoturismo en México, el proyecto del hotel
“Iskardup” se inició en el año 1987 a través de un comité de socios, pero el
CGK intervino porque no había una ley fundamental del turismo y la ley kuna
era muy ambigua, además Paliwitur tenía menos acciones que los otros cuatro
inversionistas, lo que para el CGK suponía un abuso. Este proyecto terminó en
el año 1991 y Paliwitur se quedó con algunas infraestructuras, que utilizaba
como restaurante. En el año 1999 propone al CGK un nuevo proyecto que es
aprobado. En el año 1989 ya había intentado proponer al IPAT un proyecto
ecoturístico, pero le respondían: “aquí tenemos turismo convencional, compras,
Canal,... ¿quién va a pagar para que le pique un mosquito?”.
El hotel “Iskardup Ecoresort”, que así se denominó inicialmente, se vendió
como el primer modelo de turismo ecológico en América Latina, pero según la
versión de los empresarios panameños de la empresa Jungle Adventure (Beatriz
Hermoso, Roberto Troncoso, Guillermo Ledesma), fue Paliwitur Sapibenega
quien se acercó a ellos en 1992 para solicitar ayuda para la construcción de
un hotel con 40 habitaciones (Bonilla, 1996 c). Uno de los empresarios, Guillermo
Ledesma, afirma que cambió la idea de crear un hotel tradicional por
otro ecológico y que pidió un préstamo bancario de 250.000 $, a lo que hay
sumar la inversión de la propia empresa, valorada en 56.000 $. Según la misma
versión, se pidió otro crédito bancario de 40.000 $ para continuar la obra
y se gastaron 96.000 $ en mercadeo, publicidad, comunicación, capacitación
y salarios. El precio por persona y día era de 160$ (Bonilla y Vergara, 1996 a).
En este conflicto mediaron Eligio Alvarado y Beatriz García de Alvarado,
que también fueron criticados públicamente en La Prensa por Beatriz Hermoso,
en aquella época presidenta de la Asociación Panameña de Hoteles:
“El despojo disfrazado de indigenismo que Rutilio Herrera, Eligio
Alvarado y su esposa, la española Beatriz García de Alvarado, tendrá
repercusiones en el área de San Blas y hasta podría afectar a unos 15
mil kunas que trabajan en la empresa turística en Panamá” (Bonilla y
Vergara, 1996 b).
A la amenaza implícita y el uso peyorativo de lo “español” el CGK afirma
que los empresarios han incumplido el pago a la nueva administración kuna.
Frente a ello la empresa Jungle Adventure dice que tienen cartas firmadas por
los sailas autorizando e invitando a la inversión (Bonilla y Vergara, 1996 b).
Este conflicto se resuelve en dos contextos. Por un lado el litigio pasa a los
tribunales, donde aún continúa según nuestras informaciones. Por otro lado
el Congreso de Ukupseni prohibió enviar más turistas a partir del 1 de febrero
del año 1996, y el Congreso General Kuna suspende la actividad turística y
manda desmantelar el hotel después, considerando la inversión como no kuna
y contra el derecho indígena (Bonilla y Vergara, 1996 a). Es la misma solución
adoptada en otros casos de conflictos como el caso del Hotel Kwadule, sin embargo
sí hay una diferencia con el pasado, que es el menor uso de la violencia
física y el uso de la legislación kuna como instrumento de reglamentación de
la actividad turística. Ello va a aumentar la consciencia de los kunas sobre la
necesidad de legislar específicamente la actividad turística.
Los miembros de una ONG kuna describen así este proceso de confrontaciones:
“Hacia finales de los años 80, las empresas manejadas por extranjeros se
habían retirado, habiendo recibido el mensaje de los kunas, no muy disimulado
—y a veces hasta violento— de que no eran bienvenidos.” (“Los kuna
de Panamá esperan desarrollar un nuevo tipo de turismo, definido por ellos
mismos”, 2001, en www.proarca.org).
En esa época, los años 1980, aparecen nuevos guías turísticos para nuevos
nichos de mercado, como el guía orientado a homosexuales de Hanns Ebens-