Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

nolcbat inlroire. Patcr errjo
tüitn rgressus, mpil royan
illum. At illirespondens, dixil
patn suo: Ecce tol annis
servio tibi, et numq-wm
mandalum tuum pnvlerivi,
el numquam dedisli milti ha',-
dum ut cum amicis meiscpularer:sed
postquam filius tms
Me , qui deroravit substanliam
snam eummeretriñlms,
i'eiu'í, oeeidisti illi vitulum
snfiimtum. Ál ipsedixit illi:
Fili, lu semper mecum est, el
omnin mea lua sunt: epulari
aule.m, et (¡audere oportebal
, qaia fraíer luus Ido
morluus eral, et revixil; pcrieraly
el ínvenlus est.
on el campo, y al volver,
cuando se acercaba á su
casa, oyó tocar la música y
canlar, y llamando á nnn
de los criados, le preguntó
qué era aquello; y él le
respondió : Vino lu hermano,
y lu padre hizo malar
el becerro mas gordo, porque
le ha recobrado sano y
salvo, Al oir esto se llenó de
indignación , y no qnei ia
enlrar. Salió luego su padre
al encuenfro, y comenzó á
rogarle que enlrase; mas
él conleslando dijo á su padre:
Tantos años hace que
le sirvo; nunca he traspasado
(us preceptos, y jamás
me diste un cabrito para
que me regalnse con mis
amigos; y apenas vino este
hijo luyo, que ha disipado
su herencia con las prostitui.is,
hiciste malar para é!
el becerro mas gordo. Hijo
mió, le dijo el padre, lú
siempre estás conmigo, y
lodo lo que yo longo es
luyo; era preciso , pues,
regalarse y alegrarse, porque
este hermano luyo habia
muerlo, y ha resuoilado;
estaba perdido, y so ha
encontrado.
D!í CÜABESMA.
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cia que constituía lodo su bien, deja la casa de su podre, y
quiere ser solo, por decirlo así, el arlííice de su fortuna y
de su suerte. De este modo obra lodos los días el pecador;
cansado de ser dichoso en el servicio de Dios, se fastidia
de llevar una vida arreglada. Una tranquilidad muy duradera
le disgusta, y cree hallar en los devaneos un placer
do un gusto nuevo. Deja la fuente de agua viva, para irá
escavar cisternas llenas de cieno. ¡Qué Iranquiiidod mas
dulce, qué suerte mas dichosa que la de un hoiübi e de
bien! No bien hubo perdido de vista el hijo pródigo á su
padre, cuando olvidó sus beneficios. En poco tiempo anduvo
mucho camino, y luego se halló en una tierra eslí anjera,
en donde no reíeniéndole ya ningún resto de icligion,
de decencia, ni de honor, se abandonó á sus pasiones,
y vino á parar en ser triste víclima de ellas. Mngnno
se aleja nunca de Dios, que DO se eslravie muy lejos. El
primer paso es siempre una caida funcsla. Desde que el
hombre no se afianza ya en esta piedra inmoble, es luego
arrastrado por el tórrenle. El descenso es rápido, la declinación
viólenla; luego que so ha dado el primer paso, ya
no se camina, se corre, se precipita al abismo. Las personas
que han sido mas piadosas, si llegan á pervertirse,
dañen los mayores escesos. Se olvida uno de Dios, se olvida
de sí mismo. La fé se eslingue, la razense del i ¡la, la
pasión sola es la que reina; ¿y qué desórdenes no causa
en una alma cuando llega á ser esclava de la pasión? Se
di-gusla una persona religiosa de su oslado; se desvia de
su profesión; se aleja de Dios por una vida peco regular;
¡que estravíos. Señor, en pocos dias! la ceguera, la insensibilidad,
el abandono de Dios siguen de cerca á los
primeros desórdenes. Se ve uno muy prcnlo reducido á la
última miseria. La necesidad y la pobreza tan poco conocida
en la casa de su padre, obligó al pródigo á ponerse á
servir para no morir de hambre. Tal os la suerte de h sque
dejan á Dios; se mira su servicio como dettiasiado incómodo:
¡ah, Setlor! ¡qué esclavo vil hay mas incomodado ni
mas atormenlado que un libertino! ¡Feliz, si á lo menos la
MEDITACION.
Sobre la parábola del hijo pródigo.
visía de su miseria le inspirase un sincero reírocesol
PUNTO SEOiiMio.—Considera con qué bondad, con qué
sabiduría ordena Dios todas las cosas para la conversión do
PUNTO PRIMERO.—Considera en cuántos errores y en
qué desgracias se precipita lodo el que, disgustado del
servicio de Dios, sacude el yugo dulce y lijero del mejor
•diodos los padres, para no seguir masque su propio
cupi i( ho, su propensión y ia inclinación viciosa de su propia
libertad, que muy pronlo degenera en libei linaje. Je-
^crislo nos ha descrilo con la mayor exactitud lodos los
Pi'sos del pecador en la paráliola del hijo pródi^c; el iriüs
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