Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DESPÜBS DE CENIZA
tlwíinnc, s¡ yo os la pidiese, yo iré y la curare 1 El que
Jesucristo (juicre ir á curar en persona es un simple doméslico:
¿deberán, pues, los minislros del Señor en el
ejercicio de las funciones de su ininisíerio disliuguir mas
al rico que al pobre , ai hombre de calidad que al arlesano,
al señor que al siervo?
Señor, repone el cenlurion, ¿vos queréis venir á mi casa?
¡ Ay! yo no merezco que me bagáis esle bonor, ni que
os loméis es!e (rabajo ; no leñéis mas que decir una palabra
allí donde os halléis, y yo estoy seguro que con eslo
quedará curado mi criado. Vo> de nadie recibís órdenes,
porque no hay ninguno que sea superior á vos. Toda la
naluraleza os obedece como á su Señor soberano, y no leñéis
mas que decir que un enfermo sea curado, y lo será
inmedialamenle. Yo que no soy mas que un oficial suballeruo,
no lengo mas que decir á mis servidores y á mis
soldados: ven acá, ves allá, haz lo que yo (e mando; y
soy obedecido sin réplica en el momcnlo. liste disnirso
agradó al Salvador, y de confesó su admir.icioa .ISo porque
esta su admiración procediese de ignorancia ó de sorpresa,
pues él lo sabia todo, todo lo preveía, y nada podía
cogerle de nuevo; esta admiración aparente era mas bien
un efecto de la ostrema satisfacción que tuvo por la fé de
este oficial romano, y que le hizo decir á todo el pueblo
que le seguia ; En verdad que no he hallado lanía fé en todo
Israel, en ninguno de aquellos á quicnes-hc hecho mas
bien, y que están obligados á creer y á confiar en mi.
No; está muy lejos deque vuestra fé sea tan pura, tan Ür-
•nc, Um perfecta como la de esle eslranjero. Pero también
debéis tener por cierto, y yo os lo predigo hoy, que
uiuchos que han venido de los estreñios de Oriente y de
Occidente serán colocados con Abraham, Isaac y J^cob
en el reino de los ciclos; mientras que los hijos de la casa,
quo. podian pretender los primeros puestos en este reino,
como herencia que se les destinaba con preferencia á
oíros, serán arrojados al abismo, donde no verán jamás la
luz, donde no habrá para ellos mas que desesperación, que
crujir de dientes, que lágrimas amargas. De este mismo
«iodo reciben todavía hoy los hijos infieles la luz del Evanf^lio,
y hacen revivir en Oriente y en Occidente el fervor
de los primeros cristianos, al paso que vemos debilitar; e
Y cuasi eslinguirse la fé entre nosotros. ¿Deque nos sirve
^ber nacido hijos del Rey, si por nuestras inüdelidadis
^ej