Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

190 SACADO TERCERO
mis fiiííilo quo el'a.Uaa Jo ellos fuócorrion la á la puyila
del jortlin, y nlirióndola llamó gcnlc qnc sirvióse de lesíigo.
Lo.s criados de la casa, oyendo giilar en eljardin,
coiricron allá; pero quedaron absortos cuando oyeron áecir
desvei gonzadatnenle á los dos viejos, que acababan do
eorprender ásu sefiora en adulterio con un joven, (pie liabiéntioles
apercibido se babia escapado. Pasmó lanto mas
es'.a aventara á los domésticos, cuanto que miraban á su
señora como un modelo de virtud, cuya conduela b.-tbia
sido hasta entonces irrof ronsiblo.
Muy pronto se supo en toda la familia lo que acr.baba
do suceder. El marido, el padre, la madre y lodos los
parientes quedaron sin sonlido, y Susana no sejustiíicó
sino por las lágrimas. Los acusadores eran dos magistrados
respetables por su edad, por su reputación de probidad
y por su cargo. El adulterio era entro los judíos un
crimen capilíd, casligado siempre con la mneiie, sin que
fivse pennUido interceder por el culpable. Como los dos
jueces se presentaban como denunciadores y como testigos,
inmodialamenle se instruyó el proceso, y se pronunció
el decreto do muerto contra Susana. ílabiéndosejuníado
al otro dia el pueblo en casa do Joaquín fueron también
allá los dos viejos : d.'sde luego declararon ante la asamblea,
con las formalidades ordinarias de justicia según la
ley, que ¡enian quo liacer una delación conlra Susana,
llágase venir á Susana. El modo de proceder en juslicia