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á riesgo <strong>de</strong> nuestra salud. Vivimos en medio <strong>de</strong> peligros,<br />
hasta la muerte habitamos en pais enemigo; es necesario<br />
lener <strong>de</strong> continuo las armas en la mano para combatir y<br />
para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos, y el cielo no se da por recompensa sino<br />
á los victoriosos. La carne, las pasiones, las tentaciones<br />
que nacen en nuestro propio terreno son enemigos tanto<br />
mas peligrosos, cnanto que son enemigos domésticos que<br />
nosotros mismos alimentamos. Nuestro propio corazón nos<br />
hace traición: mieslros sentidos están <strong>de</strong> acuerdo con<br />
nuestras pasiones; tenemos que combatir contra nosotros<br />
mismos. (2. ad Tim. 3.) Pero Dios, autor <strong>de</strong> toda gracia,<br />
que nos ha llamado en Jesucristo á su eterna gloria, nos<br />
hará perfectos, firmes é incontrastables, luego que hubiéremos<br />
sufrido un poco. Llama el Apóstol á Dios autor <strong>de</strong><br />
toda gracia, esto es, <strong>de</strong> todo don perfecto, <strong>de</strong> todas las<br />
gracias que ha <strong>de</strong>rramado sobre su Iglesia dándola el Espíritu<br />
Santo; <strong>de</strong>sea que este Dios <strong>de</strong> bondad y <strong>de</strong> misericordia<br />
acabe en los fieles lo que su gracia ha comenzado<br />
en ellos, que los sostenga en sus aflicciones, que los asista<br />
en las pruebas, que los afirme en el bien, que les conceda,<br />
en fin, el don <strong>de</strong> la perseverancia, á fin <strong>de</strong> qno Etogoietl á<br />
la gloria, y merezcan las coronas que solo serán concedidas<br />
á aquellos que hubieren combalido hasta el fin. Como<br />
si les dijese: por la gracia <strong>de</strong> Jesucristo habéis sido llamados<br />
á la fé, y habéis entrado en el seno <strong>de</strong> la Iglesia;<br />
pero no basta esto, es preciso sostener esta dic hosa vocación<br />
con la práctica <strong>de</strong> todas las virtu<strong>de</strong>s, y sobre todo con<br />
una generosa paciencia en medio <strong>de</strong> las adversida<strong>de</strong>s y <strong>de</strong><br />
las persecuciones, que, como el fuego que purifica el oro,<br />
lejos <strong>de</strong> abatiros ó <strong>de</strong> consumiros <strong>de</strong>ben hacer mas pura y<br />
mas brillante vuestra virtud. No basta tampoco el haber<br />
sido llamados á un estado tan santo, ni aun el haber brillado<br />
en él con el resplandor <strong>de</strong> vuestras virtu<strong>de</strong>s; es menester<br />
perseverar hasta el lin, puesto que la gloria no se<br />
da como recompensa sino á la perseverancia final. Yo espero<br />
en la misericordia <strong>de</strong> nuestro Dios, que él acabará su<br />
obra; la afirmará contra los vientos y las bonaseas <strong>de</strong> h\<br />
persecución, y la hará eterna por ia gracia <strong>de</strong> la perseverancia.<br />
A él esa quien pertenece la gloria y eh soberano<br />
po<strong>de</strong>r en los siglos <strong>de</strong> los siglos. Teniendo Dios el supremo<br />
po<strong>de</strong>r y no pudiendo resistirle cosa alguna, no <strong>de</strong>béis temer<br />
la malicia <strong>de</strong> los hombres : ellos no <strong>de</strong>jarán piedra<br />
por mover para espantaros, para trastornaros y per<strong>de</strong>ros;<br />
pero tened una confianza firme en su bondad, y lodos los<br />
hombres juntos no son capaces <strong>de</strong> arrancaros uno solo <strong>de</strong><br />
vuestros cabellos sin su permiso, ni toda su malicia producirá<br />
otro efecto que aumentar vuestro mérito, y hacer<br />
mas brillante y <strong>de</strong> mayor precio vuestra virtud. Pero no<br />
<strong>de</strong>jéis <strong>de</strong> dar á Dios toda la gloria que le es <strong>de</strong>bida; y por<br />
mas virtud que tengáis, por mas obras buenas que hiciereis,<br />
reconoced que todo bien proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> él.<br />
El Evangelio refiere la solicitud con que los publícanos<br />
y los pecadores públicos venian á oir a Jesucristo, hechizados<br />
<strong>de</strong> la dulzura y la bondad con que este divino Salvador<br />
les recibía, y <strong>de</strong>l zelo sobre lodo que Ies manifestaba<br />
por su salvación, mientras que los orgullosos c hipócritas<br />
fariseos no se dignaban ni aun consentirlos un momento<br />
en su presencia.<br />
Jamás proponía el Salvador cosas difíciles y <strong>de</strong> una alta<br />
perfección, sin que tratase <strong>de</strong> suavizar las dificulta<strong>de</strong>s por<br />
algún temperamento, y ordinariamente por medio <strong>de</strong> alguna<br />
parábola cuyo sentido alegórico animase á los peca-<br />
DESPUES DE PENTECOSTES. 405<br />
dores y escitase su confianza. Sabia mezclar el amor con<br />
el temor, y si <strong>de</strong> una parle imponía á sus oyentes, por otra<br />
les movía, les consolaba y les ganaba <strong>de</strong> tal modo por su<br />
dulzura que jamás <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong>cirle. No había nadie, hasta<br />
los publícanos, gentes <strong>de</strong>sacreditadas entre los judíus y<br />
miradas como pecadores públicos y escandalosos, que no<br />
procurasen su conversación , y que no lo escmhnsen con<br />
placer. Por esto eran siempre recibidos con dulzura y con<br />
cariño. <strong>Los</strong> escribas y fariseos murmuraban <strong>de</strong> esto, y <strong>de</strong>cían<br />
altamente que un hombre como Jesucristo, que hacia<br />
una vida tan santa y tan perfecta, no <strong>de</strong>bía sufrir qnc se<br />
le acercasen los pecadores, ni <strong>de</strong>bia tener con ellos comercio<br />
alguno. La indignación y las murmuraciones <strong>de</strong>les<br />
fariseos, dice san Gregorio, nos hacen ver que así como<br />
la verda<strong>de</strong>ra justicia está llena <strong>de</strong> compasión, así la falsa<br />
no tiene mas que dureza y acritud. No hubo hipócrita que<br />
no quisiese esterminar á todos los pecadores, y cuyo zelo<br />
no respirase muertes y rayos. No es esto <strong>de</strong>cir, aña<strong>de</strong><br />
este Padre, que á los justos no se les vea también algunas<br />
veces indignados contra los pecadores ; pero hay nmcha<br />
diferencia entre la indignación que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l orgullo, y<br />
la que nace <strong>de</strong>l zelo puro <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la salvación<br />
<strong>de</strong> las almas. Cuando los justos repren<strong>de</strong>n llevados<br />
<strong>de</strong> su zelo, conservan en el corazón la dulzura inseparable<br />
<strong>de</strong> la caridad; aborrecen el pecado, aman al pecador y<br />
aprecian á aquellos á quienes corrigen, al paso que aquellos<br />
á quienes una falsa opinión <strong>de</strong> su mérito hincha <strong>de</strong><br />
orgullo, <strong>de</strong>sprecian á todo el mundo, y no tienen compasión<br />
<strong>de</strong> los flacos, y tal es el carácter <strong>de</strong> todo espíritu <strong>de</strong><br />
partido. <strong>Los</strong> fariseos eran <strong>de</strong> este número, dice este sanio<br />
doctor, y por tanto el Salvador íes propone <strong>de</strong> continuo,<br />
y ordinariamente bajo <strong>de</strong> alguna parábola, el maravilloso<br />
ejemplo <strong>de</strong> su dulzura.<br />
«Este hombre,» <strong>de</strong>cían, «recibe los pecadores, y como<br />
con ellos. » Esto es todo lo que aquellos hipócritas echaban<br />
en cara al Salvador. Jesucristo para confiindii les les<br />
respon<strong>de</strong> con una parábola fundada, á la cual no saben<br />
qué replicar: compárase á un pastor que corre Iras do una<br />
oveja <strong>de</strong>scarriada; á tina mujer que busca con anhelo una<br />
dracma que ha perdido; á un padre que lamenta los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes<br />
<strong>de</strong> un hijo libertino. <strong>Los</strong> pecadores comparados<br />
á la-oveja <strong>de</strong>scarriada, <strong>de</strong>trás do la cual se corre, á la<br />
dracma perdida que busca con tanta diligencia, lodo esto<br />
juslilicaba admirablemente su conducta, y cubría <strong>de</strong> confusión<br />
la falsa <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los fariseos.<br />
El raciocinio <strong>de</strong>l Salvadores <strong>de</strong>l todo conduycnle y sin<br />
réplica. «¿Quién <strong>de</strong> vosolros,» les dice, «que tiene cien<br />
ovejas, si pier<strong>de</strong> una, no <strong>de</strong>ja las nóvenla y nueve en la<br />
pra<strong>de</strong>ra , y va á buscar la que ha perdido hasta que la<br />
encuentra?» Esta oveja ; dice san Agustín, se htíhh perdido<br />
ella misma saliéndose <strong>de</strong> la manada, y siguiendo sus<br />
caprichos, y no podía reducirse otra vez si la misericordia<br />
<strong>de</strong>l pastor no la hubiera buscado. No hay pecador que<br />
allá en el fundo <strong>de</strong> su corazón no perciba la voz <strong>de</strong>l Dios<br />
<strong>de</strong> bondad que le busca , que le llama, que le invila, y le<br />
solícita para que se vuelva áél, poro cuando uno se halla<br />
bien en sus estravíos, cuando <strong>de</strong>ja gritar al pastor que llama,<br />
y se complace en estraviarse cada día mas, ¿es acaso<br />
dócil á esta voz? ¿piensa volver á su <strong>de</strong>ber? ¡ Qué alegría,<br />
dice el Salvador, para el pastor cuando encuentra su oveja<br />
eslraviada! Guárdase bien do maltratarla, ni aun la<br />
lleva por <strong>de</strong>lante hacia él ganado , quiere ahorrarla lodo<br />
TOMO iV<br />
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