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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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<strong>de</strong>l Espíritu Santo, y do ningún modo según los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />

la carne, los que jamás se satisfacen sin dar la muerle al<br />

alma.<br />

¿Queréis no realizar los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> la carne? Ies dice:<br />

caminad conforme al espíritu, esto es, seguid las impresiones<br />

y los piadosos movimientos <strong>de</strong> la gracia. La<br />

concupiscencia es aquel apetito <strong>de</strong>sreglado que ha quedado<br />

en el hombre <strong>de</strong>spués y como consecuencia <strong>de</strong>l pecado.<br />

Nacemos con este enemigo doméstico. Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong><strong>de</strong>bililarle<br />

con el auxilio <strong>de</strong> la gracia, pero no po<strong>de</strong>mos<br />

<strong>de</strong>struirle: es menester que incesantemente tengamos las<br />

armas en la mano para combatirle; es menester velar dia<br />

y noche para no ser víctimas <strong>de</strong> sus sorpresas; es un<br />

peso que arrastra tras <strong>de</strong> sí; es una sirena que encanta; es<br />

una raiz<strong>de</strong> pecado. Eí medio <strong>de</strong> contener esta inclinación,<br />

<strong>de</strong> resistir á sus encantos y <strong>de</strong> impedir que brote esta raiz<br />

emponzoñada, dice el Apóstol, es caminar según el espírilu<br />

<strong>de</strong> Jesucristo, es vivir conforme á las máximas <strong>de</strong>l<br />

Evangelio, es mortificar todas las pasiones, las cuales pue<strong>de</strong>n<br />

consi<strong>de</strong>rarse como hijas <strong>de</strong> la concupiscencia; porque<br />

ja carne pelea contra el espirilu, así como el espíritu pelea<br />

contra los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> la carne, nácense la guerra el uno al<br />

otro, y no hay paz ni aun tregua entre estos dos enemigos.<br />

La carne y el espíritu indican aquí los dos principios<br />

<strong>de</strong> todas nuestras acciones morales. La carne ó la concupiscencia,<br />

dice Teodoreto, es el principio <strong>de</strong> las acciones<br />

malas; el espíritu ó el movimiento <strong>de</strong> la gracia es el principio<br />

<strong>de</strong> nuestras buenas obras; son <strong>de</strong>masiadamente contrarios<br />

estos dos principios para que jamás estén <strong>de</strong> acuerdo.<br />

De aquí aquella natural inclinación al mal que la<br />

conciencia con<strong>de</strong>na: <strong>de</strong> aquí aquella inspiración, aquel<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer el bien, que la concupiscencia conlrana:<br />

<strong>de</strong> aquí aquella ley en nuestros senlidos y en nuestros<br />

miembros, <strong>de</strong> que bahía el Apóstol, que se opone sin cesar<br />

á la ley <strong>de</strong>l espúitu. La gracia ilumina, scjicila, y<br />

aun estrecha para que se haga el bien; la concupiscencia<br />

clama todavía mas alto que la voz <strong>de</strong> la gracia, y emplea<br />

los sentidos, las pasiones, el amor propio, y todo lo pone<br />

por obra para estinguir esta luz, y para hacer ineficaz ó<br />

inútil la voluntad <strong>de</strong> hacer el bien. A la verdad, nuestra<br />

libertad queda siempre entera á pesar <strong>de</strong> las po<strong>de</strong>rosas<br />

solicitaciones <strong>de</strong> la gracia y <strong>de</strong> la rebelión <strong>de</strong> la concupiscencia<br />

; pero ¿hacemos siempre buen uso <strong>de</strong> esta libertad?<br />

En esta guerra continua entre el espíritu y la<br />

carne, ¿queda siempre la victoria <strong>de</strong> parle <strong>de</strong>l espíritu?<br />

¿y no estamos nunca <strong>de</strong> inteligencia con el enemigo <strong>de</strong><br />

nuestra salud, sofocando nosotros mismos los piadosos<br />

movimientos <strong>de</strong> la gracia ? La carne tiene <strong>de</strong>seos contrarios<br />

al espíritu, dice el Apóstol; <strong>de</strong>masiado que lo esperimentamos<br />

: y el espíritu los tiene contrarios á la carne;<br />

nuestra conciencia nos lo da baslante á conocer. Uácense<br />

la guerra el uno al olio, añado el Apóstol, <strong>de</strong> suerte que<br />

nosotros no hacemos todo lo que quisiéramos hacer; esto<br />

es, que la inclinación al mal, junta á la rebelión <strong>de</strong> las<br />

paciones, nos conduce con frecuencia á resislir á las luces<br />

<strong>de</strong> la razón y á los movimientos <strong>de</strong> la gracia, por manera<br />

que conociendo el bien, queriendo aun el bien , si bien<br />

con una voluntad débil, ce<strong>de</strong>mos á la inclinación natural<br />

que tenemos al mal, pero siempre libremente y por consecuencia<br />

por culpa nuestra. «Yo lingo el mal que no<br />

quiero,») dice san Pablo escribiendo á los romanos. San<br />

Agustín cnlicndo por el mal que el hombre buce, á pesar<br />

DOMINGO DECIMOCUARTO<br />

suyo , la rebelión <strong>de</strong> la concupiscencia y los malos <strong>de</strong>seos<br />

involuntarios; y por el bien que querría hacer y que no<br />

hace, aquella prontitud y aquella perfección en el cumplimiento<br />

<strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios á la cual se opone la turbación<br />

<strong>de</strong> las pasiones. I.as almas mas santas y mas fervorosas<br />

no están exentas <strong>de</strong> esta contrariedad <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos. Esto es<br />

lo que hace <strong>de</strong>cir al mismo Apóstol, que le es muy molesto<br />

el verse sujeto á esta guerra continua ; «quién m©<br />

librará <strong>de</strong> este cuerpo <strong>de</strong> muerle ? «esto es, <strong>de</strong> esta sujeción<br />

á las concupiscencias <strong>de</strong> la carne. Es esta, dice un<br />

sabio intérprete, una esclamacion que el Apóstol pone en<br />

la boca <strong>de</strong>l pecador oprimido bajo el peso <strong>de</strong> su iniquidad,<br />

y <strong>de</strong> la cual reconoce que ni la ley natural, ni la voz <strong>de</strong><br />

su conciencia, ni la ley escrita son capaces <strong>de</strong> librarlo.<br />

« Poique si es el espíritu el que os conduce,» prosigue el<br />

Apóstol, «luego no eslais ya bajo la ley.» Gomo si dijera,<br />

que habiendo recibido por el bautismo la gracia y el Espíritu<br />

Santo que os conduce, no eslais ya sujetos á lodas<br />

las ceremonias legales, á las cuales quieren sujetaros los<br />

falsos doctores, para hacer inútil, si pudiesen, la nueva<br />

alianza y la ley <strong>de</strong> Jesucristo.<br />

Os he dicho, conlimia el Apóstol, que la carne tiene sus<br />

<strong>de</strong>seos, que son conlrarics al espíritu ; y que el espíritu<br />

liene los suyos, contrarios á la carne : fácil es el conocer<br />

unos y otros por sus obras; y «¿qué cosa mas visible quo<br />

las obras <strong>de</strong> la carne? fornicación, impureza, impudicicia,<br />

lujuria : vicios abominables que matan al alma embruteciéndola;<br />

origen <strong>de</strong>sgraciado <strong>de</strong> laníos crímenes,<br />

todos á cual mas enormes, todos á cual mas horribles,<br />

causa <strong>de</strong>testable <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> tantas almas. Del<br />

mismo fondo nacen el culto <strong>de</strong> los ídolos, los envenenamientos,<br />

las enemista<strong>de</strong>s, las contestaciones, los zelos, los<br />

arrebatos <strong>de</strong> la cólera, las querellas, las disensiones, las<br />

cabalas en malcria <strong>de</strong> doctrina ; esto es, un espirilu do<br />

partido <strong>de</strong>l cual nace el error, el cisma y la herejía, y<br />

que alimenta el liberlinaje; espíritu <strong>de</strong> cábala en materia<br />

<strong>de</strong> doctrina, que oscureciendo las luces <strong>de</strong> la razón misma,<br />

eslingue la fé, sofoca lodo sentimienlo <strong>de</strong> religión, ó<br />

inspira una rebelión tenaz contra la Iglesia. Todo espíritu<br />

<strong>de</strong> pai tido y <strong>de</strong> cábala en materia <strong>de</strong> doclrina, es un<br />

fruto <strong>de</strong> la carne. Las envidias, los homicidios, los escesos<br />

<strong>de</strong>l vino, las disoluciones y cosas semejantes, nacen<br />

lodas <strong>de</strong> la misma fuente; la carne es la madre <strong>de</strong> lodas<br />

las pasiones, <strong>de</strong> lodos los crímenes; así se ve que todos<br />

los que se entregan á estos <strong>de</strong>seos, vienen á parar en horribles<br />

escesos. Luego que domina la concupiscencia, reinan<br />

lodas las pasiones con imperio; nada hay que las <strong>de</strong>tenga,<br />

y todas se <strong>de</strong>rraman como tórrenles. « Esto supuesto<br />

os digo, como ya os lo he dicho,» afia<strong>de</strong> el sanio<br />

Apóstol, «que los que hacen tales obras, no poseerán el<br />

reino <strong>de</strong> Dios.» rórmese el sistema que se quiera, Dios<br />

no consulta mas que el suyo. Jamás <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> tener algún<br />

motivo plausible los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> la carne; no faltarán nunca<br />

en ellos el falso zelo, la emulación, la cólera. «No hay ninguno<br />

que no crea, <strong>de</strong>cin el Salvador, hacer un servicio á<br />

Dios sacrificándoos á su pasión.»<br />

Si nosotros estamos animados <strong>de</strong>l Espíritu Santo, caminemos<br />

según el espíritu. <strong>Los</strong> frutos <strong>de</strong>l espíritu, conlimia,<br />

son tan opuestos á las obras <strong>de</strong> la carne, que no es posible<br />

engañarse. El fruto <strong>de</strong>l espíritu y <strong>de</strong> la gracia es la<br />

caridad, el gozo, la mansedumbre, la fé, la mo<strong>de</strong>stia, la<br />

continencia, la castidad. Cuando uno eslá animado <strong>de</strong>l

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