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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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moníuíia <strong>de</strong> Sinaí, la cua! aparecía cubierla <strong>de</strong> fuego, y<br />

do doo<strong>de</strong> salian contiruianienlo relámpagos y truenos que<br />

llenaban <strong>de</strong> espanto á todo el pueblo, queriendo Dios por<br />

este espectáculo inspirar su temor á un pueblo grosero y<br />

Ierren», que jamás se elevaba sobre los sentidos; le <strong>de</strong>claró<br />

el Señor sus mandamientos, reducidos á diez puntos,<br />

que por esto ¡lamamos la ley <strong>de</strong>l Decálogo. <strong>Los</strong> tres primeros<br />

miran á Dios, y los otros siete conciernen al prójimo;<br />

conteniéndose toda la ley, como dice el Salvador, en<br />

estos dos preceptos: Amarás á tu Dios con todo tu corazón,<br />

y á tu prójimo como á lí mismo.<br />

El amor y el respeto que se <strong>de</strong>be á los padres, son lo<br />

principal <strong>de</strong> esta segunda parte <strong>de</strong>l Decálogo. Después <strong>de</strong><br />

los preceptos que tocan á Dios, propone inmediatamenlc<br />

la Escritura el que mira á los padres, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

Dios son ellos los que merecen con mas justicia nuestro<br />

amor, nuestros respetos y nuestra obediencia. « ílonra á<br />

tu padre y á tu madre. » Este término honrar se toma<br />

ordinariamente en la Escritura no solo por respetar, sino<br />

también por hacer bien, servir, proveer <strong>de</strong> las cosas necesarias<br />

á la vida, cumplimentar. Ofreced presentes al<br />

Señor <strong>de</strong> vuestros bienes, dadle las primicias <strong>de</strong> todos<br />

vuesfos frutos, y reconoced <strong>de</strong> este modo su soberano domirtio.<br />

« Honra á las viudas; » ten cuidado <strong>de</strong> ellas,<br />

asístelas, dice san Pablo escribiendo á Timoteo. Con este<br />

término «honra á tu padre y á tu "madrey, prescribe aquí<br />

la ley lod(.slos <strong>de</strong>beres que la naturaleza y la humanidad<br />

exigen <strong>de</strong> los hijos para con sus padres, como son la obediencia,<br />

ta reverencia, el amor, el reconocimiento, los so-<br />

^oi'i os en sus necesida<strong>de</strong>s temporales y espirituales, y no<br />

hay<br />

nada mas espresamente recomendado en la Escritura<br />

(iue estas indispensables obligaciones. Dios manda que<br />

sean castigados con pena <strong>de</strong> muerte los que maltrataren<br />

ó proQi íeren maldiciones contra sus padres ó sus madres.<br />

No habla solo <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l alma que lleva consigo un<br />

pecado tan grave, sino <strong>de</strong> la muerte corporal que merece<br />

un crimen tan atroz. El Señor para dar una i<strong>de</strong>a mas<br />

sensible <strong>de</strong>l mérito do esle (Jeoer y <strong>de</strong> la escelencia <strong>de</strong><br />

este precepto, le asigna el mayor <strong>de</strong> los bienes temporales,<br />

que es una larga vida, la cual promete á los hijos<br />

que tributaren á los padres el respeto que les es <strong>de</strong>bido,<br />

« No matarás. » <strong>Los</strong> mejores intérpretes creen que <strong>de</strong>biéndose<br />

tomar los preceptos <strong>de</strong>l Decálogo en toda su eslension,<br />

no solo se prohibe por este el homicidio efectivo,<br />

sino también las heridas y todo genero <strong>de</strong> violencia; el<br />

odio, los zeios, las querellas, las enemista<strong>de</strong>s, la venganza<br />

están también comprendidas en la prohibición <strong>de</strong> matar;<br />

y que no solo el asesino, sino también los que le aconsejan<br />

y auxilian, y los que se hacen cómplices <strong>de</strong> .eu crimen,<br />

<strong>de</strong> cualqueria manera que sea, son culpables <strong>de</strong> homicidio.<br />

Con la misma estension y en el mismo sentido <strong>de</strong>be<br />

enten<strong>de</strong>rse la prohibición <strong>de</strong>l adulterio. Todo pecado <strong>de</strong><br />

impureza eslá prohibido por esle precepto, dicesan Agu.stin.<br />

(< No robarás. » Este preceplo prohibo todo género <strong>de</strong><br />

hurtos; la usurpación, la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> la hacienda ajena,<br />

sea por frau<strong>de</strong>, por artificio, por violencia ó por seducción,<br />

•^í, el robo, la rapiña, el peculado, la usura, los frau<strong>de</strong>s,<br />

supercherías, las malversaciones, la mala fé en el<br />

comercio, en el pago <strong>de</strong> los que trabajan y <strong>de</strong> los acreedores,<br />

todas estas injusticias están prohibidas espresamente<br />

por este precepto. « No pronunciaras falso tcstimo-<br />

010 contra tu prójimo. » Tampoco se ha <strong>de</strong> restringir este<br />

DE CUARESMA. 179<br />

precepto solo al falso teslimonio protiacido en juicio. Esta<br />

ley mira á todos los crímenes <strong>de</strong> falsedad, todas las mentiras,<br />

las maledicencias, las calumnias, la oornipcion <strong>de</strong><br />

los jueces, <strong>de</strong> los abogados, <strong>de</strong> los testigos, <strong>de</strong> los <strong>de</strong>latores,<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>spachos; en una palabra, todo lo que hiere<br />

la buena fé y la justicia. « No <strong>de</strong>searás la casa <strong>de</strong> tu prójimo,<br />

^ni su mujer, ni su esclavo, ni su sierva, ni su buey,<br />

ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca. » Es<br />

claro que por estos preceptos prohibe Dios todos los <strong>de</strong>seos<br />

injustos <strong>de</strong> los bienes ajenos. Estos últimos mandamientos,<br />

dicen los intérpretes, contienen una especie <strong>de</strong><br />

suplemento á algunas <strong>de</strong> las or<strong>de</strong>nanzas prece<strong>de</strong>ntes, en<br />

las cuales nos prohibe Dios hacer el mal. Tal vez hubiera<br />

podido creerse que con falque nos abstuviésemos <strong>de</strong> las<br />

acciones malas, no nos hacíamos culpables por los males<br />

<strong>de</strong>seos. Dios nos enseña aquí, que no basta no cometer el<br />

adullerio, no malar, no robar, sino que quiere que nos<br />

abstengamos <strong>de</strong> los malos <strong>de</strong>seos que nos hacen también<br />

criminales. « Cualquiera que mira una mujer con ojos<br />

<strong>de</strong> concupiscencia, » dice el Salvador, «ha cometido<br />

ya el adullerio en su corazón.»»<br />

Mientras que Dios dictaba su ley á Moisés sobre la cima<br />

<strong>de</strong>l monte Sinaí, en medio <strong>de</strong> la nube <strong>de</strong> fuego que<br />

cubi la lo alto do la montaña, todo el pueblo que estaba en<br />

la llanura se hallaba en una consternación profunda, espantado<br />

por los relámpagos y por el ruido <strong>de</strong> los truenos.<br />

Oían el sonido <strong>de</strong> la trompeta, y veian los relámpagos<br />

y toda la montaña cubierta <strong>de</strong> humo; poseídos <strong>de</strong>l<br />

temor y <strong>de</strong>l espanto, se alejaron <strong>de</strong> la falda <strong>de</strong> la montafia.<br />

Cuando advirtieron que bajaba Moisés <strong>de</strong> ella, esclamaron:<br />

Moisés, háblanos tú; nosotros le escucharemos <strong>de</strong><br />

aquí a<strong>de</strong>lanto con docilidad, pero que no nos hablo el Señor,<br />

no sea que todos muramos en el momento. Moisés<br />

viéndoles espantados, les sosegó: No temáis, les dijo, el<br />

Señ jr ha venido para infundir en vosotros su temor, á fin<br />

<strong>de</strong> que no pequéis. Habiéndoles así asegurado Moisés,<br />

volvió á subir á lo alto <strong>de</strong> la montaña, hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

nube espesa c inflamada en don<strong>de</strong> Dios lo hablaba. Entonces<br />

le dijo el Señor: 116 aquí lo que dirás á mi pueblo:<br />

vosotros habéis vislo con qué majestad os ha hecho Dios<br />

oír su voz; hó aquí lo que os manda so pena do incurrir en<br />

su <strong>de</strong>sgracia: no haréis ídolos <strong>de</strong> oro ni do plata; pero<br />

me erigiréis un altar do fierra, esto c?, formado <strong>de</strong> céspe<strong>de</strong>s,<br />

sobre el cual rae ofreceréis vuestros holocaustos,<br />

vuestras hostias pacíficas, vuestras ovejas y vuestros bueyes,<br />

en todos los lugares consagrados á la memoria do<br />

mi nombre, es <strong>de</strong>cir, que fueron <strong>de</strong>stinados y consagrados<br />

á mi gloria. Antes <strong>de</strong> la erección <strong>de</strong>l tahernáculo, y<br />

<strong>de</strong> la fábrica <strong>de</strong>l templo, quería Dios que se le ofreciesen<br />

sacrificios; pero siempre en lugares y sobre altares consagrados<br />

a esle. folo uso <strong>de</strong> religión, y <strong>de</strong> ningún modo<br />

en lugares profanos.<br />

El Evangelioque se lee en la misa <strong>de</strong> esto dia, y que ha<br />

dado sin duda motivo á la elección que la Iglesia ha becho<br />

<strong>de</strong> esta Epistola, eslá tomado <strong>de</strong>l capílulo ílí do san<br />

Mateo.<br />

Habiendo jurado los escribas y fariseos la muerte <strong>de</strong>l<br />

Salvador, le observaban malignamente para fraiür <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scubrir en él ó en sus discípulos alguna cosa <strong>de</strong> que<br />

acriminarle. En cerca <strong>de</strong> tres años que le seguian á todas<br />

parles no habian podido <strong>de</strong>scubrir cosa alguna reprensible<br />

ni en su doctrina, ni en sus costumbres. Habiendo ve-

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