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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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470 DOMINGO CUARTO<br />

dos nuestros <strong>de</strong>seos. Ordénase loda osla Epístola á inspiramos<br />

un gran fondo <strong>de</strong> confianza y <strong>de</strong> ánimo en las mayores<br />

adversida<strong>de</strong>s.<br />

aEsloy persuadido, dice el santo Apóstol, qne las aflicciones<br />

<strong>de</strong>l tiempo presente no tienen proporción alguna<br />

con la gloria futura que resplan<strong>de</strong>cerá en nosotros.» Seria<br />

necesario compren<strong>de</strong>r en esta vida loquees esta gloria;<br />

seria necesario gustar sos dulzuras inefables, dulzuras<br />

castas, llenas, satisfactorias, que sobrepujan todo cuanto<br />

puedo pensar ó conocer el entendimiento humano; seria<br />

necesario, en fin, estar como sumergido en el torrente <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>licias con que Dios embriaga á sos elegidos, para ver la<br />

infinita <strong>de</strong>sproporción que hay entro lo que sufrimos en<br />

este lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierro , y la recompensa que nos está<br />

preparada en la patria celestial. Por algunas sombras <strong>de</strong><br />

humillación, ¡quéhonor, qué gloria, buen Dios, en el cielo<br />

en don<strong>de</strong> el menor <strong>de</strong> las santos es objeto <strong>de</strong> la admiración,<br />

<strong>de</strong>l respeto, <strong>de</strong> la mas profunda veneración <strong>de</strong> los<br />

mas gran<strong>de</strong>s monarcas <strong>de</strong>l mundo: por algunos amagos<br />

<strong>de</strong> dolor, ¡qué torrente, qne abundancia <strong>de</strong> dulzuras la<br />

que Dios reserva para los que le sirven ! En fin, por algunos<br />

momentos <strong>de</strong> dolores y aflicciones que huyen, una<br />

felicidad pura y perfecta que jamás <strong>de</strong>be acabarse.<br />

Nuestras aflicciones presentes, dice san Pablo, que no duran<br />

mas que un momento, y que son tan Tijeras, nos producen<br />

un peso eterno <strong>de</strong> gloria en un alto grado <strong>de</strong> esceiencia<br />

superior á todoencarocimiento. (2. Cor. 4.) Y<br />

ciertamente la vida comparada con la eternidad no es mas<br />

que un instante indivisible é imperceptible. La misma<br />

proporción que h iy entre un punto <strong>de</strong> tiempo imperceptible<br />

y toda la eternidad incomprensible, esa misma es la<br />

que hay entre las aflicciones <strong>de</strong> esta vida y la gloria <strong>de</strong><br />

la oirá. Esto es el dichoso hechizo que cambia en lágrimas<br />

<strong>de</strong> alegría las que haco <strong>de</strong>rramar el dolor durante esta<br />

vida; yo peso lo que pa<strong>de</strong>zco con lo que espero, dice san<br />

Agustín, y encuentro el peso <strong>de</strong> mis pa<strong>de</strong>cimientos infinitamente,<br />

mas lijero que el peso <strong>de</strong> gloria que producen.<br />

Todavía queda un momento <strong>de</strong> tribulación; pero el reposo<br />

que suce<strong>de</strong>rá á nuestras penas, será eterno. Aquí abajo<br />

no se bebe mas que gola á gota el agua amarga <strong>de</strong> la<br />

tribulación; en el cielo seremos inundados en un torrente<br />

<strong>de</strong> dülicias que no se agotará jamás. Aunque la gloria <strong>de</strong><br />

la otra vida no tenga proporción alguna con nuestros trabajos<br />

consi<strong>de</strong>rados en sí mismo; sin embargo, Dios bu<br />

querido que esta gloria inmensa fuese adquirida con ellos<br />

á título <strong>de</strong> recompensa y do justicia. Pero para hacérnosla<br />

merecer nos hace entrar en la participación <strong>de</strong> los méritos<br />

<strong>de</strong> Jesucristo, y realza por su gracia el mérito <strong>de</strong> nuestros<br />

trabajos.<br />

Por esto lo que mas esperan las criaturas, continúa san<br />

Pablo, es que brille esta gloria <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios. San<br />

Aguslin cree que por las criaturas <strong>de</strong>ben enten<strong>de</strong>rse aquí<br />

lodos los fieles que suspiran por el fin <strong>de</strong> las miserias <strong>de</strong><br />

esta vida, y que <strong>de</strong>scubriendo á favor <strong>de</strong> las luces <strong>de</strong> la fé<br />

la felicidad que les está preparada en el cielo, y que es<br />

el objeto <strong>de</strong> su esperanza , <strong>de</strong>sean con ansia, esperan con<br />

una santa impaciencia, pi<strong>de</strong>n con fervor el dichoso momento<br />

que <strong>de</strong>be ponerlos en posesión <strong>de</strong> esta bienaventurada<br />

herencia. Otros muchos santos Padres sienten que<br />

bis criaturas significan aquí lodos los hombres, y singularmente<br />

los gentiles, cuya vocacioná la fé,que <strong>de</strong>be ser el<br />

principio <strong>de</strong> su libertad, comienza ya á anunciarla el Após-<br />

lo!. Llámase el Mesías en la Escritura, el <strong>de</strong>seado <strong>de</strong> las<br />

naciones. Habia largo tiempo, dice el sabio intérprete que<br />

hemos citado repetidas veces, habia mucho tiempo que los<br />

gentiles sentian el peso <strong>de</strong>sús miserias; gemían y se hallaban<br />

tanto mas oprimidos, cuanto que leuian ménos auxilios<br />

que los judíos para salir <strong>de</strong> ellas. Habíalo Dios<br />

permitido así, para manifestar á.su tiempo los tesoros do<br />

sus misericordias sobre ellos. Llegó por fin el dichoso momento<br />

en que <strong>de</strong>bían ser reconciliados con su Dios. Las<br />

gracias que se les habían comunicado hacían sus miserias<br />

mas pesadas y mas sensibles, y les obligaban á dar en<br />

cierto modo los gritos que anunciaban su nacimiento espiritual<br />

al Evangelio. «Porque sabemos, dice, que hasta<br />

aluna todas las criaturas gimen y sufren los dolores <strong>de</strong>l<br />

parto.»<br />

El hombro no ha sido criado mas que para Dios, este<br />

es nuestro En; Dios no ha podido criarnos para otro quo<br />

para sí, y cualquiera otro fin que no sea este, es incapaz<br />

<strong>de</strong> satisfacernos. No tenemos masque consultar sobre esto<br />

á nuestro corazón. Dios solo es el centro <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>scanso,<br />

fuera <strong>de</strong> él está nuestro corazón en una agitación<br />

continua. La propensión natural átodo hombre; la estrema<br />

pasión que tenemos á ser dichosos,no pue<strong>de</strong> satisfacerse<br />

aquí abajo. Después <strong>de</strong> mas <strong>de</strong> seis milaiios que hace quo<br />

los hombres trabajan para ser felices, ninguno ha podido<br />

hallar todavía un reposo lleno y perfecto que haya lijada<br />

lodos sus <strong>de</strong>seos: siempre queda un vacío infinito que no<br />

son capaces <strong>de</strong> llenar lodos los objetos criados; no ha sido<br />

el hombre hecho para ello: menester es que se eleve hasta<br />

Dios, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento que toma este partido, encuentra<br />

una paz, una dulzura que no ha encontrado en otra<br />

parle; señal evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que Dios es su fin, y el centro <strong>de</strong><br />

su reposo ;«H¡cístenos , Señor, para tí, dice san Aguslin,<br />

y nuestro corazón psláinquieto hasta que repose en tí.»<br />

Solo, pues, en el cielo se encuentra el perfecto <strong>de</strong>scanso,<br />

la felicidad plena y perfecta; por ella suspira naturalmente<br />

lodo hombre, aun cuando la mayor parlo no conozca en<br />

don<strong>de</strong> está el centro <strong>de</strong> su reposo y <strong>de</strong> su felicidad. <strong>Los</strong><br />

judíos eran los únicos que poseían este conocimiento. Do<br />

los <strong>de</strong>más pueblos pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que lo <strong>de</strong>seaban sin saber<br />

en don<strong>de</strong> se hallaha. Jesucristo ha venido á mostrarle<br />

á todas las naciones <strong>de</strong> la fierra, y el cristianismo las ensefia<br />

don<strong>de</strong> eslá, y don<strong>de</strong> se encuentra esta felicidad inseparable<br />

<strong>de</strong>l soberano bien, por la cual suspira naturalmente<br />

lodo hombre, y que no es posible encontrar aqu<br />

abajo. Esta dicha, esta felicidad <strong>de</strong> la otra vida es la quo<br />

hacía gemir todavía mas á los apóstoles y á todos los primeros<br />

fieles por el ardiente <strong>de</strong>seo que tenían <strong>de</strong> que se les<br />

llamase <strong>de</strong> este lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierro para ir á gozar <strong>de</strong> aquella<br />

gloria celestial, <strong>de</strong> la cual tenían tan alta i<strong>de</strong>a. Cuanto<br />

mas ilustrado está uno con las luces <strong>de</strong> la fé, con mas ardor<br />

ama á Jesucristo , y mas suspira por la mansión <strong>de</strong> la<br />

celestial Jerusalen. «Yo <strong>de</strong>seo con ardor, <strong>de</strong>cía san Pablo,<br />

no vivir mas,ni estar mas que con Jesucristo.» (Philip. 1)<br />

En el mismo sentido dice aquí el santo Apóstol, quo no<br />

son solo los gentiles los que suspiran por su libertad: «Nosotros<br />

mismos que hemos recibido las primicias <strong>de</strong>l Evangelio;<br />

nosotros que hemos sido santilicadns por el Espíritu<br />

Santo, esperamos también el entero cumplimiento do<br />

nuestra adopción,» esto es, la gloria , que es la perfección<br />

y el efecto <strong>de</strong> la adopción. Nosotros suspiramos sin<br />

cesar por la patria celestial, y nos lamentamos viéndo-

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