Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

316 DOMINGO
hubioso puesto sobro las oguns para ir adonde él oslaba;
sin embargo quiso ejercitar su fé y su confianza.
Goncededme, Señor, la una y la otra. Cien veces bo
querido ponerme en camino para buscaros, y cien veces
bo vuelto atrás, espantado por dificultades por la mayor
parle imaginarias. Mi cobardía y mi poca fé ban aumentado
mi flaqueza. Un poco mas de confianza en vuestra
bondad me hubiera inspirado mas fortaleza; dadme esta fe
y esta confianza, y yo espero quo bien pronto sentiré los
efectos de vuestro auxilio.
JACULATORIAS.—Esto es hecho, Soflor, yo me levantaré,
yo daré vuelta á la ciudad sin temor alguno, y buscaré
por las calles y por las plazas públicas al que amo
con todo mi corazón. (Cantic. 3.)
Nó, Señor', y tengo gran confianza en vos, de que aun
cuando viese todo el infierno formado en batalla contra mí,
no lemeiia. (Psalm. 26.)
PROPÓSITOS.
1. La Iglesia no renueva lodos los años la memoria de
los mis!crios mas augustos de nuestra religión , sino para
renovar la piedad y el fervor en los fieles. Entremos,
pues, en el espíritu de la Iglesia en estas grandes solemnidades.
No os contentéis con tomar parto en la alegría de
la Iglesia, en este dia de regocijo espiritual; procurad
con vuestra piedad que esta alegría no sea para vosotros
una alegría superficial é indilorcnte: solo la pureza do
conciencia es la que produce la alegría interior, se necesita
un corazón pino para sentir el gozo que inspira la solemnidad
de nuestros misterios, una conciencia ulcerada
turba todas las fiestas con sus remordimientos. ¿Queréis
gozar la alegría pura do la fiesta de Pascua ? purificad con
esmero vuestro corazón por la penitencia, y celebrad esta
gran fiesta con suma devoción. Consagrad la mayor
pai te del Sábado sanio á la oración y á las buenas obras;
y ilcspuos de medio dia pasad también la mayor parte en
la Iglesia; asistid al oficio de completas, y á la salutación.
2 Es una práctica muy santa el levantarse por la mañana
ántcs de salir el sol. La opinión universal es que el
Salvador resueiló al amanecer. No puede dudarse que este
es un tiempo sagrado, y por decirlo así, privilegiado,
en el que Dios derrama abundantemente sus gracias sobre
•las almas fiólos que pasan en oración estos dichosos momentos.
Muchas personas emplean la media noche en
ejercicios de piedad. Procurad, pues, levantaros mañana
por la mañana , cerca do las tres, para honrar el momento
afortunado en que resucitó Jesucristo. Meditad algún
liempo sobre la resurrección. Rezad el oficio parvo de la
santísima Virgen, para felicilar á esta bienaventurada
Madre por el Iriunfo glorioso de su amado Hijo nuestro
Salvador. Es muy probable (pie en el momento de su resurrección
apareciese el Salvador á su querida Madre;
teslificadla la parte que lomáis en su alegría: ella ha tomado
mucha en vuestra redención y en vuestra salvación.
No os contentéis con regocijaros vosotros con una santa
alegría en este dia de triunfo y de solemnidad, procurad
que so regocijen muchos mas con toda la Iglesia. Podéis
hacer esto con vuestras limosnas; bacedlas boy liberalmente,
sobre todo á pobres familias vergonzantes. iQué
consuelo os dará , y cuánto mereceréis delante del Señor,
si con vuestra^ piadosas larguezas procuráis á laníos pobres
vergonzantes los medios de pasar las fiestas de Pascua
en una santa alegría! Encuéniransé familias honr.1-
das que algunas veces por su pobreza no tienen que comer
el dia de Pascua, y aun algunas que por falla de ropas no
pueden presentarse en la Iglesia. ¿Qué bien no haréis si
con vuestra liheralidad cristiana proveéis á unas necesidades
tan urgentes? Una rica limosna hecha con eslecspírilu,
es un manantial de bienes para la otra vida y para
osla»
DOMINGO DE PASCUA.
Este es el dia feliz, dice el Profeta, quo ha hecho el
SeBor: celebremos este dia con todo el gozo y alegría que
nos sea posible. ¿Hubo nunca un motivo mas justo de regocijo
que la resurrección del Salvador? Este misterio es
la prueba invencible de todos los demás; es el fundamento
de nuestra religión, el gaje seguro de nuestra felicidad,
la base de nuestra fé y de nuestra esperanza. Jesucristo
resucitado, dice San Alanasio, ha hecho una fiesta
continua de la vida de los hombres: ya no debe turbar
nuestro reposo ninguna pena, ningún temor; nuestra esperanza
ya no es vacilante ni incierta; y pues que nuestro
Señor vuelve á vivir para no morir mas, nosotros no
podemos morir sino para volver á vivir. Hemos llorado á
Jesucristo; justo es que habiendo sentido los dolores y las
ignominias de su muerte, tengamos parte en la gloria y
en la alegría de su triunfo. Manifieste su alegría lodo el
universo, dicen los profetas; resuene lodo el mundo en
este dia dichoso con voces y cánticos de alegría para celebrar
un triunfo que debe hacernos á todos felices. (Joel, 2.)
La muerte está vencida, el infierno deja libres sus mas
ilustres cautivos; la tierra, antes del tiempo de la restitución
general, so ve forzada á volver á muchos santos los
despojos de sus cuerpos para honrar la pompa de su victoria
; el cielo envia sus ángeles para anunciar á todos los
fieles la gloriosa y triunfante resurrección de su Redentor
; los apóstoles salen por fin de las tinieblas de su ignorancia
y de su incredulidad para reconocer y adorar la
divinidad de su Salvador, á quien ven en este dia victorioso
de la misma muerte.
Todo el cristianismo está fundado en la creencia do
este misterio; todo gira sobre esta verdad fundamental.
«Si Jesucristo no ha resucitado, dice san Pablo, en vano
predicamos, en vano creemos.» Si Jesucristo no ha resucitado,
dicen los Padres, todas sus promesas son vanas,
toda nuestra esperanza viene á tierra, nuestra fé se desvanece,
se estingue. Por mas que la divinidad de Jesucristo
hubiese sido comprobada suficientemente, ya perlas
obras sobrenaturales que habia hecho durante el curso de
su vida mortal, ya por los oráculos de los profetas que tan
exactamente se referían todos á las diversas circunstancias
de su vida , de su pasión y de su muerte; los demonios
arrojados de los cuerpos , los ciegos curados, los
muerlos de cuatro dias resucitados; aunque tañías maravillas
le autorizaban al parecer bastantemente en la cualidad
de Hijo de Dios que tomó , con todo eso era necesario
que resucitase, para que una verdad tan importante quedase
fuera de todo ataque á lodos los tiros do la calumnia.
Puede, pues, asegurarse que la revelación de la divinidad
de Jesucristo estaba aneja principalmente á su resurrección.
Esta es la prueba que él mismo daba. El Evangelio
está lleno de las espresas declaraciones que tan
frecuentemente hacia á sus discípulos , no solo de los