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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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da y <strong>de</strong> sus milagros; poro la ignominia <strong>de</strong> su nincrle era<br />

para ellos un rnislerio (jue no compreiulian, y no daban fó<br />

á todo lo que so <strong>de</strong>cia <strong>de</strong> su resurrección, teniendo por<br />

suefios y vanas imaginaciones las apariciones publicadas.<br />

Mientras conversaban entre sí <strong>de</strong> un asunto tan triste,<br />

vieron venir <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos un hombre que luego se juntó<br />

con ellos: ora el mismo Jesucristo; pero ellos no le conocieron<br />

porque «lenian los ojos como vendados,» dice el<br />

Kvangelio; esto es, porque ei Salvador impedia que su<br />

cuerpo hiciese en los ojos <strong>de</strong> bs discípulos la impresión<br />

que hubiese <strong>de</strong>bido hacer naturalmente, ya que Jesucristo<br />

apaivcioso en efecto bajo do una figura oslrafia, ya que<br />

íiuhiese impreco alteración en la vista <strong>de</strong> los viajeros. i)espu.'S<br />

<strong>de</strong> haberse sahiJado según coslumbre, les preguntó<br />

Jesús cuál era el asunto <strong>de</strong> s^conversacion, y <strong>de</strong> qué provenia<br />

la tristeza que so <strong>de</strong>jaba ver en su semblante, ¿l'ues<br />

qué, le respondió Cleofas, serias tú el único eslranjero entre<br />

todos los que han concurrido á Jerusalen para la fiesta<br />

do la Pascua, que no supiese lo que ha pasado allí en estos<br />

dias? ¿Pues qué es lo quo ha sucedido <strong>de</strong> cstraordmario,<br />

repuso el Salvador? Estrañoes, replicó Cleofas, que ignores<br />

lo que ha sucedido á aquel gran<strong>de</strong> hombre, Jesús Nazareno,<br />

<strong>de</strong> quien jamás buho b&tbüjúate ; aquel Profeta tan<br />

po<strong>de</strong>roso cu obras y en palabras <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> lodo<br />

el pueblo. Nosolros hablábamos <strong>de</strong> la manera indigna<br />

y atrozmente injusta con que ha sido tratado por nueslros<br />

sacerdotes, por nuestros pontífices y por nuestros primeros<br />

magistrados, los cuales por una envidia sin ejemplar,<br />

habiéndole entregado á Pilato, le han hecho con<strong>de</strong>nar injustamente<br />

á morir en una cruz, habiendo el mismo Püato<br />

reconocido y publicado sn inocencia. Loque pone el colmo<br />

á nuestra aíliccion es que nosotros le mirábamos como el<br />

iít'dculor <strong>de</strong> nuestro puehlo, y esperábamos que nos restablecería<br />

á nuestra primera lihertad, y ahora nos encontramos<br />

frustrados en nuestras esperanzas; porque ha<br />

muerto, y no nos queda ya otra sino que <strong>de</strong>be resucilar.<br />

A la verdad, él nos había predicho su muerte y todo lo que<br />

ha sucedido; pero nos bahia también asegurado que tres<br />

dias <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte saldría vivo <strong>de</strong>l sepulcro, y hoy<br />

es el tercer dia, cuasi pasado ya, sin que hayamos visto<br />

el cumplimiento <strong>de</strong> su promesa. Sin embargo <strong>de</strong> (pie, añadieron,<br />

ha habido a! gunas buenas mujeres <strong>de</strong>l número <strong>de</strong><br />

las (pie le soguían y creían en él como nosotros, que nos<br />

han nioioruli-aijo mucho, porque habiendo parlído muy <strong>de</strong><br />

mañana para ir á su sepulcro, no han encontrado en ftl el<br />

cuerpo, y ellas también nos han referido que se les hahian<br />

allí aparecido angeles \;xs aseguraban que bahía ivsu-<br />

Cltódo, y que lo veríamos vivo m (Jalíloa. También algunos<br />

<strong>de</strong> los nues!ros han ido al sepulcro y han hallado qne<br />

las mujeres habían dicho la verdad, y que el cuerpo no<br />

estaba allí. Pero ¿quién ha<strong>de</strong> creer ima raaravilla tan<br />

gran<strong>de</strong> sobre unos testimonios tan débiles?<br />

Cuando no hay mas que una fé (laca, uo pue<strong>de</strong> haber<br />

una esperanza viva; la esperanza vacila siempre con la íé.<br />

«Nosotros esperábamos,'.» dicen, como si dijeran que ya<br />

apenas esperan. Estas palabras <strong>de</strong>muestran bien cuál era<br />

'a i<strong>de</strong>a y la disposición <strong>de</strong>lespiiüu <strong>de</strong> aquellos discípulos;<br />

ellos no tomaban la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> Israel mas que como una<br />

'iherlad do la servidumbre corporal; esperaban que el<br />

•Mcsias <strong>de</strong>bía ¡ihcrlarles <strong>de</strong>l yugo <strong>de</strong> los romanos, y rosia-<br />

I<strong>de</strong>cer su antiguo gobierno. materia <strong>de</strong> religión las luces<br />

¿oías<strong>de</strong>l eníeudimioutü huinuno, sin las <strong>de</strong> la 1c, ostra vían.<br />

DE PASCUA. 357<br />

El Salvador se compa<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> la fé moribunda <strong>de</strong> aquellos<br />

dos discípulos vacilantes, i Qué ciegos sois! hombres<br />

poco sensatos en materia do religión, les dijo ; i qué poco<br />

comprendéis lo que los profetas han dicho <strong>de</strong>l Mesías! ¿No<br />

era necesario, anadió, que el Cristo, esto es, el Mesías,<br />

pa<strong>de</strong>ciese <strong>de</strong> este modo, y que por este camino <strong>de</strong> los sufrimientos<br />

y <strong>de</strong> las humillaciones entrase en su gloria?<br />

Costábales mucho trabajo á los discípulos conciliar el<br />

oprobio y la infamia <strong>de</strong> la cruz en don<strong>de</strong> hablan visto espirar<br />

á Jesucristo, con la resurrección y el reinado glorioso<br />

<strong>de</strong>l Mesías. El Salvador les hace ver que puesto que su<br />

muer te no había sido predicha por los profetas con menos<br />

claridad que su resurrección gloriosa, habiendo visto el<br />

cumpümienlo <strong>de</strong> las profecías <strong>de</strong> su muerte, no <strong>de</strong>bían<br />

dudar que lo que so habia predicho <strong>de</strong> su resurrección<br />

<strong>de</strong>jase también <strong>de</strong> cumplirse; y para convencerles, lino<br />

el Salvador la bondad <strong>de</strong> referirles por sí mismo todo lo<br />

que hablan predicho <strong>de</strong>l Mesías los patriarcas <strong>de</strong> la antigua<br />

ley, todo lo que habían dicho Moisés y los profetas;<br />

esplicándolcs y haciéndoles ver que lodo esto se habia<br />

cumplido en la vida, en la pasión, en la muerte y en la<br />

resurrección <strong>de</strong> aquel Jesús Nazareno que era el asnnío<br />

<strong>de</strong> su conversación.<br />

Enlivíanto se hallaron cerca <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a adon<strong>de</strong> iban.<br />

Enlonces el Salvador hizo a<strong>de</strong>man <strong>de</strong> querer pasar mas<br />

a<strong>de</strong>lante; pero los dos discípulos le <strong>de</strong>tuvieron como por<br />

fuerza, rogándole que tuviese á bien quedarse con ellos<br />

en la al<strong>de</strong>a, porque se hacía tar<strong>de</strong>. Punhiatmonte era esto<br />

lo que el Salvador <strong>de</strong>spaba; porque aunque Dios tenga algunas<br />

voces el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> hacernos las mayores gracias,<br />

quiere, sin embargo, que se le niegue: la oración entra<br />

ordinariamente como condición para sus beneficios. No se<br />

hizo mucho <strong>de</strong> rogar el Salvador; entró con ellos en la<br />

casa, que so cree haber sido la <strong>de</strong> Cleofas, y habiéndose<br />

puesto á la mesa con ellos, tomó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego uno <strong>de</strong> sus<br />

panes sin levadura, pues que no era permitido á los judíos<br />

el comer otros en los siete dias quo duraha la fiesta dn<br />

Pascua, y habiéndole ben<strong>de</strong>cido, esto es, dicen los Padres<br />

y los intérpretes, habiéndole consagrado en su cuerpo,<br />

<strong>de</strong>l mismo modo qne lo había hecho en la institución <strong>de</strong><br />

la Eucaristía en la última cena, lo partió y so lo presentó.<br />

Abriéronse en aquel momento sus ojos, oslo es, conocieron<br />

enlonces en el aire, en las formas <strong>de</strong>l rostro y en<br />

311 voz, que el que les hablaba era verda<strong>de</strong>rameiiíe el mismo<br />

Jesucristo; pero <strong>de</strong>sapareció inmedialamente <strong>de</strong> su<br />

vista, hncióndose repentinamente invisible. Si su alegría<br />

fue >ciisil)le, no fue méuos vivo su sentimiento. Echábanse<br />

en cara su ceguera: ¿Es posible, se <strong>de</strong>cían entre sí, que<br />

hayamos conversado tanto tiempo con él, sin conocerle?<br />

bas luces con que ilumi iaba uueslio enlenilimienio, esplicándonos<br />

el verda<strong>de</strong>ro sentido <strong>de</strong> la Escritura, y aquel<br />

fuego estraordinario que abrasaba nuestro corazón mientras<br />

que nos hablaba, ¿no nos <strong>de</strong>cían (pie era él? La ansia<br />

y el conato <strong>de</strong> dar parte á los hermanos <strong>de</strong> lo que les<br />

acababa <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r, les hizo partir al instante para volverse<br />

á Jerusalen. Allí encontraron á los apóstoles y á los<br />

discípulos reunidos, los cuales, apenas les vieron, les dijeron<br />

(pie el Sefior habia resucitado verda<strong>de</strong>ramente, y<br />

(pie habia aparecido á I'edro. Ellos por su [¡arte Ies contaron<br />

lo que les habia pasado en su viaje, y como habían<br />

reconocido á su divino Maestro en la fracción <strong>de</strong>l pan, esto<br />

os, al darles la Eucarislía. Este divino Sacrameuío es siom-

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