Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

178 MIERCOLES TERCERO
Iros hermanos? ¿tenemos con rcspixlo á ellos la misma
vokmladjla misma sensibilidad, la misnia-dulzura, lamisma
indulgencia? esas negras envidias, esas frialdades de.-defiosas,
esas malignas interpretaciones, osos juicios implacables,
esas censuras mordaces, esas durezas ¿ prueban
que amamos á nuestro prójimo como á nosotros mismos?
Sin embargo, es esle uno de los puntos esenciales de !a
religión; es esta como la Lase de toda la moral cristiana.
«En esto os conocerán todos.» (Joan 13.) Esta es la señal
por la que se conocen los discípulos ¡ esle es el mandamiento
especial y distintivo del Salvador. No guardarle, es
estaren desgracia suya (Joan. 3.); y no obstante ¿hay
alguno menos observado, mas umversalmente, mas tranquilamente
violado?
Admiramos la caridad cristiana de un san Juan de Dios;
convenimos en que esta virtud ha brillado, ha sobresalido
en todos los santos; que ella es la virtud favorita de todos
los predestinados; que sin ella no hay ningún derecho al
gozo del Señor ; que ella sola entra en el decreto que hace
los bienaventurados; pero ¿es ella hoy la virtud general
de todos los fieles? ¡Oh Diosmio! ¡qué fondo de
reíloxioncs, qué temores tan justos, qué crueles sentimientos
!
En qué error he vivido hasta aquí, Sefior, lisonjeándome
de que os amaba, mientras amaba tan pocoá mis hermanos.
Mi conducta con el auxilio de vuestra gracia va
á probar de aquí adelante cuánto deslesto mi estravío.
JACULATORIAS.—Sí, Sefior, permitidme que diga que vos
me sois testigo de cuán tiernamente amo á todos mis hermanos
cu las entrañas de Jesucristo. (Ad Philip. 1.)
Si nos amamos mutuamente, Dios está cu nosotros.
(1. Joan. 4.}
PROPÓSITOS.
1 Qué temible es que la falla de caridad no haga inútiles
y aun execrablesá los ojosde Diosmuchos ayunos, muchas
oraciones,muchas morlilicaciones y trabajos sufridos
al parecer por Jesucristo, pero sin fruto porfalla de caridad
cristiana. ¡Cuántas personas, al parecer, muy devotas,
después de mil y mil ejerciciosde piedad, después de haber
pasado su vida en la soledad, óconsumido sus bienes y
sus vidas en servicio del prójimo, se hallarán con las manos
vacías en la hora do la muerte por haber descuidado
el perfeccionarse en la caridad cristiana! ¿De qué servirá
el haber destrozado su cuerpo á fuerza de penitencias,
el haber ejercido sobre si mismo tantas crueldades, como
los tiranos han ejercitado en los mártires, si no se pueden
sufrir las impeí'fccdones y las perfecciones de sus hermanos?
Yo llevo todas mis cruces con una fortaleza invencible,
ninguna persecución me inmuta, hasta me regocijo
en medio de las adversidades; pero me aflijo por la
prosperidad de otro, su fortuna me causa pona. Toda mi
pretendida virtud, toda mi paciencia es como si no fuera
nada. Yo tengo un placer en servir á los pobres hasta en
los ministerios mas viles; me humillo y no me cuesta trabajo
el despreciarme; pero tengo una complacencia secreta
envera otros humilladle : «Nada me aprovecha.»
Esteriorulades engañosas, falsa apariencia de piedad, hipocresía.
No midamos nuesíra d.-vocion sino por la caridad.
Tomemos desde ahora una resolución decidida de sobresalir
conel auxilio de la gracia en la cal idad cristiana,
esto es, no solo de visitar, asistir y honrar á los peltres
como hermanos, sino de tener de aquí adelante modos dulces
y agradables con todo el mundo.Dejemos los ademanes
altaneros, los términos injuriosos, los tonos eternamente
encolerizados, las maneras duras y picantes; acordémonos
que nuestros criados y lodos nuestros domésticos son hermanos
nuestros; tengamos una delicadeza eslremada
por los intereses de los demás y por su reputación; escu -
semos siempre á nuestro prójimo, conmuévannos sus desgracias,
regocijémonos por sus prosperidades, tengamos
con lodos una caridad benéfica, constante, universal; sea
nuestro amor propio, por decirlo así, la regla de nuestra
caridad.
2 Si la caridad cristiana pide un amor, una compasión,
una benevolencia sincera con todos los hombres, es
fácil comprender cuánto escluye y condena hasta la mas
lijera frialdad, hasta la menor indiferencia. No escuchéis
jamás vuestra pasión ni vuestro amor propio para formar
concepto del prójimo. No mantengáis nunca con él, por
ningún preteslo, el menor resentimiento. ¿ Le habéis perdonado
siete veces? Si continúa en disgustaros, en ofenderos,
en dañaros, no dejéis do hacerle bien ; cuanto mas
mal os hace, mas se acrecienta vuestra virtud perdonándole.
Yo no os digo, dice el Salvador, que perdonéis las
injurias hasta siele veces, esto es, muchas veces, sino hasla
setenta veces siete, es decir, tantas veces cuantas vuestro
hermano os hubiere desobligado; aun cuando fuese á
todas las horas del dia y todos los dias de la vida( debéis
perdonarle si queréis que el Sefior os perdone.
MIERCOLES TERCERO DE CUARESMA.
Llamábase antiguamente este dia el miércoles de las
Tradiciones, á causa de las tradiciones recibidas entre los
judíos, de las cuales se habla en el Evangelio, del mismo
modo que se llamaba el dia precedente el martes de la
Corrección fraterna por la misma razón.
El introito de la misa eslá lomado del salmo 30, por el
cual David arrojado de Jerusalen por Absalonó precisado
á relirarse de la corle y de su propia casa, duranfe la
cruel é injusta persecución de Saúl, implora en su huida
el auxilio del cielo, nabiéndose aplicado Jesucristo el sexto
versículo de este salmo, cuando esclamó espirando en la
cruz : M Padre mió, en tus manos pongo mi alma, » ha
dado bien á conocer que las persecuciones de David eran
la figura de las suyas. La misa de estedia comienza por
el versículo octavo : « Por lo que hace á mí, Señor, yo
no espero mas que en vos, » y por tanto « tendré también
el gozo de esperimentar los efectos de vuestra misericordia.
Vos habéis, en efeclo, fijado vuestros ojos en mis aíliccionos,»
y la humillación en que me veis escita todavía
mas vuestra compasión y mi confianza. « Yo he esperado
siempre en vos, Señor, no permitáis que tenga nunca el
rubor de haber esperado en vano ; muévaos vucsli'a justicia
para libertarme. »
La Epístola eslá tomada del librodel Exodo; contiene la
segunda tabla del Decálogo, esto es, los mandamientos
que pertenecen al prójimo. El mandamiento de honrar al
padre y madre, que el Salvador cita en el Evangelio de
este dia, parece haber dado motivo para la elección de
esta Epístola.
BabWddo subido Moisés de orden de Dios, en el sexto
dia del tercer mes del año sanio, que era el quincuagésimo
después de la Pascua ó de la salida de Egipto, á la