Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

212 MAUTES CUARTO.
no so presentan á los pié.; de los altare.-*, sino con aires
hui lones, por decirlo así, é insullanles; los que están con
tan poca moderación y respeto; los que no seatreverian á
estar delante de un hombre honrado, delante de un magistrado
con la misma indecencia, con la misma negligencia,
la misma disipación de espíritu, y la misma libertad
con que asisten al oíicio divino, y al santo y tremendo
misterio? Jesucristo sobre nuestios aliares, rodeado con
mucha frecuencia de una mullilud de jóvenes libertinos y
de una reunión de mujeres mundanas, ¿sufre el dia de
hoy m.moa oprobios, que en los que en otro liempo cuando
lo estaba de una (ropa insolente que le cargaba de injurias
y de salivas ? Una mujer se adorna para ir á la iglesia,
como para ir al teatro: asiste á los divinos misterios
muchas veces con el mismo espíritu ^ y siempre con los
mismos aires mundanos, con que asiste pocas horas después
á Jos espectáculos ó á las tertulias. Mas ricamente
adornada que el aliar ¿no podria considerársela como un
ídolo animado, espuesío á los ojos del públicc, en medio
del templo de los cristianos ? á lo menos es cierto que ella
recibe allí mas honor de los libertinos, que eíDios á quien
se adora. ¿Es un motivo de religión, el que reúne en
nuestros templos á tantos jóvenes lihei linos á ciertas horas
de escándalo y de profanación, para oslar presentes á lo
que se llama «la bella misa,» como si dijéramos la misa
de doce, de una ó de dos? i qué aires mas disolutos ni
mas inmodestos tendrían en cualquiera asamblea profana?
¿. qué discursos tan vanos y escandalosos no les ocupan
en el tiempo mismo en que se ofrece al Señor la víctima
divina, ose cantan las divinas alabanzas? ¿y qué deseos
lan sacrilegos no se mezclan, por decirlo así, con el incienso
que se ofrece al Dios vivo ? ¿ es preciso esperar al
fm de los siglos para ver en el lugar santo la abominación
de la desolación? ¿qué otro nombre se debe dar á las
irreverencias que so cometen lodos los dias en nuestras
iglesias? ¿qué padre tan poco ze.'oso de su autoridad sufriría
que su hijo es'.uviese en su presencia con lan poco
respeto, como lo ve á sangre fria en la presencia de Jesucristo?
¿Qué señor ¡rufriria de un criado lo que Jesucristo
sufre de los heles? Se diría que para acoslumbrar los niños
á estas inmodestias se les permite estar y jngnelear en la
iglesia, como no se les aguantaría ni aun en el aposento.
¿Y se eslrañadespués de esto que haya tan poca religión
en la jir.e ilud ? Dignaos, Señor, concederme la giacia de
reparar de boyen adelante con mi respeto y mi devoción
las irreverencias que se cometen en nuestras iglesias, y
que mi ejemplo abrase con el mismo zelo, y anime del
mismo espíritu á lodos vuestros heles siervos.
J.UXIATOIUAS.—Yo comprendo. Señor, con qué^ptofnndo
respeto dehemos presentarnos en vuestro santo templo,
(rsalm. 92.).
Conozco, ó Dios mió, cuán terrible es este. lugar. Aquí
es la casa de Dios y la puerla del cielo. (Genes. 28.)
PROPÓSITOS.
1 La severidad con que Dios castigaba la menor irreverencia
en la antigua ley, debe servirnos de re^la para
pensar cuál será el rigor con que castigará la menor inmodestia
en nuestras iglesias. ¿Cuál sería el asombro de
un iroqués que, medianamente instruido de las verdades
de nuestra religión, entrase por primera vez en nuestras
iglesias, llenas d'i gentes sin respeto, sin reverencia, sin
piedad ? ¿Qué pensarla un turco si fuese testigo de nlieatras
irreverencias? Concebid desde hoy sentimientoscrislianos
sobre un punto tan imp!;rlanle. Comenzad en esle
mismo dia á poner en práctica lo que acabáis de prometer
al Señor. Id á la iglesia, aunque no sea mas que para dar
áDios, á vosotros mismos y al público, una prueba deque
reconocéis vuestra obligación sobre este artículo: entrad
en ella, salid de ella como un hambre que está penetrado
de la majestad y déla santidad del lugar santo.
2 Imponeos una ley inviolable: 1.° de no hablar jamás
en la iglesia: 2.° de no estar en ella sino en una postura
religiosa y cristiana : .i.0 de no presentaros en ella
-sino con toda la decencia que pide ta grandeza de Diosqne
bace allí su asiento: no os presentéis allí jamás con esos
vestidos escolados, oprobio de nuesim siglo, y moda pro-
[)ia del libertinaje mas desvergonzadn: 4.° no permitáis
nunca que vuestros hijos, aunque sean muy jóvenes, estén
en ella sin moderación y sin respeto.
MARTKS CrAIlTO DE CUYUESMV.
Obligado David por la rebe'ion de su hijo Absalon a salir
de Jerusalcn, abandonado de cuasi todos sus domésticos
y de sus cortesanos, desamparado de lodo el mundo,
representa á Dios el estado lastimoso á que se ve reducido,
y le pide su auxilio conlra unos enemigos lan injustos. «¡O
Dios mió!» esclama en su estrema alhcion, «oidme y no
despreciéis mi oración ; dignaos considerar el estado en
que esloy, y no me neguéis la asistenría que imploro. Mi
espíritu,» continúa el profeta, «no me representa mas que
objetos que me oprimen do tristeza: los gritos de mis enemigt
s, la vista de los pecad.'iv< unidos para perseguirme,
mesumergeen una estrema t: ¡Uílacion. » Este salmo en
el sentido ligurado, conviene perfectamente á Jesucristo.
David destronado y arrojado de Jerusalen, representa al
Salvador, rechazado y cnlregado á la muerte por los judíos.
Absalon á la cabeza de los revoltosos representa á los
sacerdotes sublevando el pueblo contra el Salvador ; la
traición, en íin, de Aquilofel, que el profeta no pierde do
vista en lodo este salmo, representa la de Judas. Por estos
dos primeros versículos de este salmo Eíí empieza también
la Iglesia la misa de este dia. A medida que se acerca
el tiempo de la pasión, la Iglesia elige en la Kserüm a lo
que hay allí que dice mas relación con este grande acontecimiento;
y este salmo es una espresion tan viva y lan
semejante áél, que san Alanasio y Ensebio creen que David
en el triste estado en que se hallaba, tuvo un claio conocimiento
de la pasión de Jesucristo, y que los términos
tan vivos y lan lastimeros de que aquí se sirve, eran
efecío del dolor eslraordinario (]ue senlia, considerando los
tormentos (pie el Hijo de Dios debia sufrir algún dia de
parte de los judíos en la misma Jerusalen.
Como en el Evangelio de la misa de este dia echa Jesucristo
en cara á los judíos el desprecio que hacían de la
ley que se vanagloriaban haber recibido de Moisés, la
Iglesia ha escogido para la Epístola el pasaje del Exodo en
que Dios hace conocer á Moisés que aquel pueblo á quien
babia colmado de beneficios, y en favor del que acababa
de hacer tantas maravillas, le babia olvidado y despreciado,
basta sustituirle un becerro de oro en el tiempo mismo
en que eslava dándole su ley sobre la monlafia.
Habiendo vuelto á subir Moisés hasta lo mas alto de la
monlañu, de donde babia tenido que bajar para hacer sa-