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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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5(30 DOMINGO VIGESIMO<br />

Jt'sucnsío en el Saiilísimo Sacramenlo. Pongamos toda<br />

nnostra conQanza en esto divino Salvador, y profesémoslo<br />

vin amorlierno y rcspeluoso en esle adorable mislerio. 2.0<br />

La frecuente comunión con las disposiciones necesarias<br />

asegura, por <strong>de</strong>cirlo así, la salvación, y alimenta al alma<br />

con el pan d« los fuertes. «Porque¿que es lo que el Señor<br />

bueno y escelenle que dar á su pueblo, sino el trigo<br />

<strong>de</strong> los elegidos,» dice el profeta Zacarías? (Zach 9.) 3.°<br />

Una <strong>de</strong>voción tierna y perseverante á la Santísima Virgen<br />

ha sido mirada siempre en la Iglesia como una señal visible<br />

<strong>de</strong> pre<strong>de</strong>stinación. San Juan Damasceno la llama la<br />

«prenda segura <strong>de</strong> nuestra salvación. (In N. 15. V.) <strong>Los</strong><br />

que hubieran ganado la gracia <strong>de</strong> María, serán conocidos<br />

como conciudadanos suyos por los habifantcs <strong>de</strong>l paraiso;<br />

y el que estuviere marcado con este sello, será escrito en<br />

el libro <strong>de</strong> la vida. (Bon. in sal. 10.)» Recemos todos los<br />

(lias la «Salve Regina» para obtener por la po<strong>de</strong>rosa inlorcesion<br />

do la Santísima Y/rgen la gracia <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l pequeño<br />

número <strong>de</strong> los que se salvan.<br />

DOMINGO VIGÉSIMO DESPUES DE PENTECOSTÉS.<br />

El vigésimo domingo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Penlecostós puedaIlamnrse<br />

el domingo <strong>de</strong>l oficial <strong>de</strong> Cafarnaum, que es el<br />

asunto <strong>de</strong>l Evangelio <strong>de</strong> la misa <strong>de</strong> este dia. Todo es ins-<br />

Iruccion en este Evangelio, lo mismo que en la Epístola.<br />

Aquel instruye el entendimienfo ; esta el corazón. Jesucristo<br />

nos enseña cuán viva <strong>de</strong>be ser la fé; y san Pablo<br />

ni;m puras <strong>de</strong>ben ser las costumbres. Así es como la Iglesia<br />

escoge para los domingos <strong>de</strong>l año lo que es mas á propósito<br />

para <strong>de</strong>spertar nuestra fe, y alimentar nueslra esperanza.<br />

El ¡nlroilo <strong>de</strong> la misa está lomado <strong>de</strong> la oración que hizo<br />

á Dios Azarías, uno do los tres jóvenes hebreos, que por<br />

haber rehusado cons'antemente tributar á la eslálua <strong>de</strong><br />

Mabucodonosor los honores <strong>de</strong>bidos al solo verda<strong>de</strong>ro Dios<br />

fueron arrojados en un horno ardiendo, el cual se convirtió<br />

para ellos en un lugar <strong>de</strong> refrigerio en don<strong>de</strong> cantaban<br />

las alabanzas al Señor, y en el que Azarías hizo á Dios la<br />

oración <strong>de</strong> la cual están tomadas las palabras <strong>de</strong> que se<br />

íi r.na el introito <strong>de</strong> la misa.<br />

«Nada habéis beclio. Señor, con nosotros, que no sea<br />

juslisimo.» Por nuestros pecados hemos merecido los castigos<br />

que sufrimos: por mas pesada que sea ja mano que<br />

nos hiere, por estreñios que sean nuestros males, todavía<br />

no igualan á nuestra iniquidad. «Confesamos, Señor, que<br />

hemos pecado, y que hemos <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cido vuestros mandamienlos,»<br />

<strong>de</strong>spreciado vuestra santa ley, y violado lodos<br />

vuestros preceptos. Pero, ó Dios lleno <strong>de</strong> bondad, vos sois<br />

aun mas misericordioso que nosotros criminales. Nada<br />

contribuirá mas á la gloria <strong>de</strong> vuestro nombre que la indulgencia<br />

con que tratareis á esle pueblo ingrato y rebel<strong>de</strong>.<br />

Reconocemos que son enormes nuestros pecados; pero<br />

sabemos que vuestra misericordia es infinita, y que nosotros<br />

no po<strong>de</strong>mos, agolarla. Inclinaos, Señor, á nuestros<br />

gí-midos y á nueslras lágrimas, y dignaos tener misericordia<br />

con un pueblo que habéis amado tanto.<br />

De esto modo <strong>de</strong>be pensarse, y así se <strong>de</strong>be, hablar en<br />

lodos los acci<strong>de</strong>ntes molestos, en todas las aflicciones y<br />

en todas las calamida<strong>de</strong>s públicas. Bendito seáis, Señor,<br />

por todaslas adversida<strong>de</strong>s que nos suce<strong>de</strong>n; por mas severo<br />

que sea el castigo, nueslros pecados merecen mucho<br />

mas, y siempre nos castigareis mucho ménos que lo que<br />

merecen nuestras faltas. Sí, Señor, yo reconozco vuestra<br />

justicia siempre adorable, vuestro juicio siempre equitativo<br />

en las aflicciones domésticas y en los azotes públicos;<br />

nueslros pecados son los que encien<strong>de</strong>n contra nosotros<br />

vuestra justa ira: nosotros somos los que escítamos las<br />

borrascas que nos hacen gemir, y los que ponemos en<br />

vuestra mano, por <strong>de</strong>cirlo así, los azotes que nos hacen<br />

<strong>de</strong>rramar tantas lágrimas. Enfermeda<strong>de</strong>s populares, muertes<br />

repentinas, miseria aflictiva, pérdida <strong>de</strong> bienes, aflicciones,<br />

pobreza, amarguras; nuestro propio suelo es el<br />

que produce lodos los vapores malignos que forman estos<br />

rayos, Pero, al ün, en nuestra humillación podéis hallar<br />

vuestra gloria. Nosotros sabemos que nunca os acordáis<br />

mas <strong>de</strong> vuestra misericordia, que cuando estáis mas airado,<br />

(llabac. 3.) Adoramos y ben<strong>de</strong>cimos vuestra justicia;<br />

pero imploramos vuestra gran misericordia, y os suplicamos<br />

que no pongáis en ella límites ni medidas. Para inclinar<br />

hacia nosotros vuestra ternura es menester toda<br />

vuestra bondad, y sobre su estension infinita, sobre su fondo<br />

inagotable apoyamos la esperanza <strong>de</strong> nuestro perdón.<br />

jO qué dichosos son los que coutinuamente andan en loa<br />

caminos <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong>l Señor, que guardan con una fi<strong>de</strong>lidad<br />

invariable lodos vuestros mandamientos, que se aplican<br />

sin cesar al conocimiento <strong>de</strong> vuestra voluntad, que<br />

andan dia y noche en la inocencia y que lodo su ardor es<br />

por agradaros i No hay otro medio para ser felices.<br />

La Epístola os continuación <strong>de</strong> la <strong>de</strong>l domingo prece<strong>de</strong>nte,<br />

y correspon<strong>de</strong> perfeclamento á los sentimientos que<br />

inspira el inlroilo <strong>de</strong> la misa.<br />

«Guardaos, hermanos mios, escribe san Pablo á los<br />

efesinos, guardaos y caminad con precaución.» Vosotros<br />

estáis en un pais enemigo, e¡ camino es difícil, hay malos<br />

pasos, los precipicios son frecuentes, lodo en él está lleno<br />

<strong>de</strong> lazos. ¡ Qué vigilancia, buen Dios, qué atención, qué<br />

precaución es precisa lomarl ¡ Pero qué locura el caminar<br />

como aturdido por un camino tan peligroso! y ¿qué precaución<br />

loman las gentes <strong>de</strong>l mundo en esas reuniones, en<br />

esas ocasiones crílicas en don<strong>de</strong> todo tienta? «Por loque<br />

hace á vosotros, mis queridos hermanos, continúa el santo<br />

Apóstol, andad por el camino da la salud, nó como gentes<br />

sin razón» que no piensan, ni en los peligros que se encuentran<br />

en el camino, ni eu el término d

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