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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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22<br />

Judwi ab Jerosolymis sacerdolcs<br />

el levilas (id Joannem,<br />

«i inlcrrognrent eum : Tu<br />

quis es ? El confessus esl, el<br />

non neyiml : el hoitfastús.<br />

Quia non snm ego Chrislus.<br />

El interrogaverunl cum: Quid<br />

ergo? Elias es tu f El áixil:<br />

Non sum. I'ropheta es tu? El<br />

respondit : iVon. íñxerunl<br />

ergo ei. Quis es, ul responsum<br />

<strong>de</strong>mns his, gui miserunl<br />

nos? Quid duis <strong>de</strong> te<br />

ipso ? AÜ : Ego PO.X clamanlis<br />

in <strong>de</strong>serto: dirigite viam<br />

Domini sicut dixü haiasprophela.<br />

Elqui missi fuerant,<br />

eranl ex pharizccis. Et inlerrogaverunt,<br />

eí dixexunl<br />

ei: Quid ergo buplizas, si<br />

tu non es Chrislus , nrque<br />

Elias, ñeque prophela? itárf<br />

pondü eis Joannes, diccns:<br />

Ego baptizo in aqua: medius<br />

aulem veslrum sletit, quem<br />

vosnoscilis. ípse esl, quiposl<br />

me venlurus esl, qni anle me<br />

facluscsl: cujusego non sum<br />

dtgnus, ul solvain ejus rorrígxauxcokmmsnli.<br />

Ihvc in lieihama<br />

facía sunl irans Jor~<br />

danem, ubi eral Joannes bap~<br />

lizans.<br />

dios do Jerusalon, enviaron<br />

sncertlotcs y levitas para<br />

que piTgnnlason á Juan:<br />

¿ Quién ores? Él lo confesó<br />

y no negó; y lo volvió á<br />

confesar: Vo no soy el Crisfo.<br />

¿Quién eres, pues, le<br />

preguntaron? ¿eres Elias?<br />

Nó: les dijo el. ¿Eres profeta<br />

? Nó , les respondió.<br />

Oyendo oslo , le dijeron:<br />

DIMOS, pues,quién eres para<br />

que podamos respon<strong>de</strong>r á<br />

los que nos han enviado;<br />

¿qué es lo que dices <strong>de</strong> ti<br />

mismo? Entonces les respondió<br />

: Yo soy la voz <strong>de</strong>l<br />

que clama en el <strong>de</strong>sierto:<br />

Or<strong>de</strong>nad el camino <strong>de</strong>l Señor,<br />

como lo lia dicho el<br />

profeta Isaías. Y losqne habían<br />

sido enviados eran <strong>de</strong><br />

la seda <strong>de</strong> los fariseos. Entonces<br />

le hicieron una nueva<br />

piegunfa: ¿Porqué bautizas,<br />

le dijeron, si no eres ni<br />

el Cristo ni Elias, ni profeta<br />

? Juan les respondió diciéndoles:<br />

Yo no administro<br />

mas que un bautismo <strong>de</strong><br />

agua; pero hay en medio<br />

<strong>de</strong> vosotros uno á quien vosotros<br />

no conocéis. Este es<br />

el que <strong>de</strong>be venir <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> mí, que esánlcs que yo,<br />

y <strong>de</strong>l que yo no soy digno<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>satar la correa <strong>de</strong> su<br />

calzado. Estas cosas pasaron<br />

en Bethania <strong>de</strong>l otro lado<br />

<strong>de</strong>l Jordán en don<strong>de</strong> bautizaba<br />

Juan.<br />

MEDITACION.<br />

TERCER DOMINGO<br />

Cuan poco conocido es Jesucristo, y cuán poco amado <strong>de</strong><br />

aquellos mismos que le conocen.<br />

PUMO PRIMERO.—Consi<strong>de</strong>raconcuánta razónpodria <strong>de</strong>cirse<br />

á muchos cristianos, lo que san Juan <strong>de</strong>cía á los judíos:<br />

«Jesucristo nuestro Señor esttá en medio do vosotros,<br />

y vosotros no le conocéis.» Si le conocieseis no le<br />

temlriais tan poco amor, tan poca afición, tan poco respeto,<br />

tan poco reconocimiento. ¡Qué <strong>de</strong>sgracia para los<br />

j! id ios el no haber conocido á su legitimo Rey, su soberano<br />

Señor, su Re<strong>de</strong>ntor, su Mesías, el Mesías tan ardientemente<br />

<strong>de</strong>seado y esperado por tanto tiempo; estando<br />

tan claramcnlc mar cado el tiempo <strong>de</strong> su venida, y<br />

viéndose el cumplimiento <strong>de</strong> las profecías que le habían<br />

íimmciado en su doctrina y en sus milagros. No es menor<br />

!;i <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> los cristianos en no conocer á Jesucristo sino<br />

van una fé débil, lánguida y medio eslinguida , una<br />

fe Cdifiíí muerta; que luce lo que basta para hacernos ¡nescusables,<br />

pero que no obra lo necesario para hacernos<br />

verdndoros cristianos. Jesucristo está realmente en medio<br />

<strong>de</strong> nosotros en el adorable sacramento <strong>de</strong> la Eucaristía ;<br />

¿y se conoceá Jesucristo bajo estos velos? Gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

mundo , ¿1"conocéis vosotros? vosotros que castigáis tan<br />

rigorosamente las menores fallas que se cometen contra el<br />

respeto que se os <strong>de</strong>be , mientras que sois tan insensibles<br />

á los ultrajes que se hacen al Señor soberano, á quien hacéis<br />

profesión <strong>de</strong> conocer. Pueblos, ¿ conocéis vosotros á<br />

este Dios, á este Salvador que está en medio <strong>de</strong> vosotros?<br />

vosotros que sois tan frecuentes cerca <strong>de</strong> aquellos <strong>de</strong> quienes<br />

esperáis alguna gracia , y tan respetuosos, tan comedidos<br />

en la presencia <strong>de</strong> los que teméis, mientras que no<br />

tenéis respeto alguno en la iglesia, ni encontráis nunca un<br />

momento <strong>de</strong>socupado para venir á ofrecer \ueslros homenajes<br />

á Jesucristo sobre nuestros altares. Les ministros<br />

<strong>de</strong>l Señor, las personas consagradas á Dios por profesión<br />

y por estado conocen a Jesucristo: porque al fin , las funciones<br />

ordinarias <strong>de</strong>l sagrado ministerio, los empeños tan<br />

solemnes y tan perfectos la vida reglada y austera , lodo<br />

esto prueba bastante que, por lo menos <strong>de</strong> esta porción<br />

escogida y privilegiada <strong>de</strong>l pequeño rebaño , no es Jesucristo;<br />

pero ¿correspon<strong>de</strong>n á este conocimiento su afición,<br />

su zelo, su amor á Jesuciisto? i Ah l ¡y con qué frialdad,<br />

acaso, se cumple todo esto! Hay poco empeño en bacer<br />

la córte á Jesucristo, se le mira con indiferencia , no se<br />

tiene confianza en él, porque no se le conoce sino imperfeclametile:<br />

y si se ha dé juzgar por los efectos y por la<br />

esterilidad <strong>de</strong> esto infructuoso conocimiento, ¿po<strong>de</strong>nií-s<br />

razonablemente lisonjearnos <strong>de</strong> que conocemos verda<strong>de</strong>ramente<br />

á Jesucristo?<br />

PUNTO sjbüNoo.—Consi<strong>de</strong>ra cuán poco amado es este<br />

amable Salvador <strong>de</strong> aquellos mismos <strong>de</strong> quienes es conocido.<br />

Representémonos aquí solo aquellas peí senas cristianas<br />

que haciendo profesión <strong>de</strong> conocer á Jesucristo, no<br />

ignoran ni lo que es, ni lo que ha hecho para ganar nuestro<br />

corazón , ni lo que está en estado do hacer en favor<br />

nuestro. Aquellas personas que perfectamente instruidas<br />

<strong>de</strong> lodos nuestros misterios, no olvidan los señalados benelicíos<br />

<strong>de</strong> la Re<strong>de</strong>nción y <strong>de</strong> la Eucaristía, y admiran sin<br />

cesar la humildad <strong>de</strong> su encarnación, la pobréza <strong>de</strong> su nacimiento,<br />

la oscuridad <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> su vida mortal,<br />

las maravillas incomprensibles <strong>de</strong> la adorable Eucaristía<br />

, las humillaciones y sufrimientos <strong>de</strong> la pasión y la<br />

ignominia <strong>de</strong> su muerte, y que todo esto lo ha obrado por<br />

la salud <strong>de</strong> los hombres: estas personas, repito, ¿ aman<br />

fervorosamente á Jesucristo? ¿correspon<strong>de</strong> su ümor á la<br />

i<strong>de</strong>a que <strong>de</strong>ben tener <strong>de</strong> la escelencía y <strong>de</strong> la majestad<br />

<strong>de</strong>l Salvador? ¿ correspon<strong>de</strong> su amor á sus beneficios?<br />

¿correspon<strong>de</strong> al amor que él nos tiene ? ¿correspon<strong>de</strong> al<br />

espirita <strong>de</strong> nuestra religión? y sin consultar mas que á<br />

la razón, nuestro amor á Jesucristo ¿correspon<strong>de</strong> á los<br />

bienes que nos ha hecho? ¿á los que recibimos <strong>de</strong> él todos<br />

los dias? ¿á loo que esperamos en el liempo y en la<br />

eternidad ? ¿ á los que estamos recibiendo á todas horas?<br />

Conocer á Jesucristo, y creer que está continuamente con<br />

nosotros sobro nuestros altares ; y no tener, ni aquel empeño<br />

que se tiene por llenar los <strong>de</strong>beres contraídos con los<br />

gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> quienes se espora todo , y no tener incesantemente<br />

presente en el entendimíeato un objeto <strong>de</strong> que el co ­<br />

razón <strong>de</strong>be estar tan ocupado, y no aprovechar todas las<br />

ocasiones <strong>de</strong> agradar a aquel que es el áibiíro <strong>de</strong> nuestra<br />

suerte cierna; bé aquí un misterio <strong>de</strong> iniquidad incomprensible.<br />

Desgraciadamente lo <strong>de</strong>muestra una espericncia

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