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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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ciguar vuestra cólera, ni recurrir á vuestra clemencia,<br />

ofreciéndoos en vuestro templo sacrificios sangrientos: recibid,<br />

al menos, con bondad el único sacrificio qno po<strong>de</strong>mos<br />

ofreceros, que es un corazón contrito y humillado, que<br />

implora vuestra misericordia. Dignaos, Señor, mirar con<br />

ojos favorables á vuestro pueblo afligido, y <strong>de</strong>jaos ablandar<br />

por nuestros gemidos y por nuestras lágrimas comeen<br />

olro tiempo por los holocaustos <strong>de</strong> loscarncrosy <strong>de</strong> los toros<br />

que se os ofrecian en el templo. «Haced, Dios y Señor,<br />

que <strong>de</strong> tal modo se presente hoy <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vos el<br />

sacrificio que os ofrecemos, que os sea agradable.» Estas<br />

palabras las ha ingerido la Iglesia en el canon <strong>de</strong> ta misa.<br />

Por On, Azarías, animado <strong>de</strong>l Espíritu Santo, no olvida en<br />

esta admirable oración ningún motivo que sea á propósito<br />

para interesar el corazón <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>sarmar su cólera:<br />

confesión sincera <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>sbarros, dolor <strong>de</strong> haber pecado,<br />

propósito do conversión, confianza en su misericordia,<br />

<strong>de</strong> todo se vale en medio <strong>de</strong> aquel horno, para apaciguar<br />

la indignación <strong>de</strong> Dios sobre todo el pueblo.<br />

El Evangelio refiere la conversión <strong>de</strong> la célebre pecadora,<br />

que se hizo un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción, <strong>de</strong> fervor y <strong>de</strong> penitencia<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> su conversión.<br />

Un fariseo, esto es, uno <strong>de</strong> los judíos que hacian profesión<br />

<strong>de</strong> observar con mas religiosidad los mandamientos<br />

<strong>de</strong> la ley, y <strong>de</strong> hacer una vida mas santa á los ojos <strong>de</strong> los<br />

hombres, rogó al Salvador que fuése á comer á su casa.<br />

Aceptó el Salvador con el <strong>de</strong>signio que tenia <strong>de</strong> atraer por<br />

su dulzura y por su complacencia á unas gentes que no le<br />

amaban, y sobre todo el do acabar la conversión <strong>de</strong> un<br />

alma que habia vivido hasta entonces en el <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n,y á<br />

la que habia ya locado su gracia. Mientras que estaban on<br />

la mesa, recostado cada uno sobre uno <strong>de</strong> aquellos lechos<br />

que se ponian al re<strong>de</strong>dor, según la costumbre <strong>de</strong> los judíos<br />

y aun <strong>de</strong> los romanos, apoyada la cabeza sobre la<br />

mano izquierda, y el codo izquierdo sobre un almohadón,<br />

eslendido el cuergo á lo largo, y los pies vueltos sobre<br />

atrás, una mujer muy <strong>de</strong>sacreditada en la ciudad por su<br />

licencia y su mundanidad, habiéndose informado en dón<strong>de</strong><br />

estaba el Salvador, vino, durante la comida, á casa <strong>de</strong>l<br />

fariseo, adon<strong>de</strong> habla concurrido una gran multitud <strong>de</strong><br />

geníes; atravesó por entro la muchedumbre, y sin hablar<br />

mas que con su llanto, so echó'llena <strong>de</strong> confianza á<br />

los piés <strong>de</strong>l Salvador , los regó con sus lágrimas, los<br />

enjugó con sus cabellos, ios besó con respeto, y<br />

<strong>de</strong>rramó sobro ellos un perfume do gran precio, cu<br />

un licor precioso.<br />

DE PASION. 263<br />

Viendo esto el fariseo, y no sabiendo el motivo, formó<br />

mal concepto <strong>de</strong> un hombre quepermilia á una mujer tan<br />

<strong>de</strong>sacrediiada que se acercase tanto á él. Si este hombre,<br />

<strong>de</strong>cía él eníre sí, fuese profeta, como se dice, sabría cuál<br />

os la mujer que le besa los piés.<br />

Jesús, que leía en el alma <strong>de</strong>l fariseo todo lo que pensaba,<br />

no quiso confundirle, echándole encara públicamente<br />

un juicio tan falso y tan poco caritativo, y se sirvió <strong>de</strong><br />

una parábola para corregirle. Débese siempre, al repren<strong>de</strong>r<br />

el vicio, tener consi<strong>de</strong>ración con ej honor <strong>de</strong> la persona:<br />

ninguna cosa hay mas cortés, mas atenta, mas circunspecta<br />

que la caridad. Admiremos aquí la bondad <strong>de</strong>l<br />

Salvador, que dando caritativamente la lección al fariseo,<br />

sin <strong>de</strong>sacreditarle, hace al mismo tiempo la apología <strong>de</strong><br />

aquella penitente. Dos personas, le dice el Salvador, eran<br />

<strong>de</strong>udoras <strong>de</strong> cierto hombre; la una Ic <strong>de</strong>bia quinientos dcuarios<strong>de</strong><br />

plata y la otra cincuenta; mas como las dos eran<br />

pobres y no tenían con qué pagar, perdonó á entrambas<br />

la <strong>de</strong>uda. «¿Cuál <strong>de</strong> las dos en tu juicio le ama mas?» esto<br />

os, ¿cuál <strong>de</strong> las dos ha <strong>de</strong>bido amar mas á su bienhechor<br />

para inclinarle á que la perdonase una <strong>de</strong>uda tan consi<strong>de</strong>rable,<br />

y cuál <strong>de</strong> las dos le <strong>de</strong>berá estar mas reconocida<br />

por el beneficio recibido? La pregunta <strong>de</strong>l Salvador encierra<br />

dos sentidos según el parecer délos mejores intérpretes.<br />

Es claro, respon<strong>de</strong> Simón, que aquel á quien ha<br />

perdonado mayor suma, lias juzgado bien, replica el Salvador,<br />

y volviéndose hácia la pecadora penitente: ¿Ves<br />

esta mujer? le dice, pues iuzga <strong>de</strong> su amor á su bienhechor<br />

por lo que ella hace y por la gracia quo yo voy á<br />

hacerla: cuando he entrado en tu casa, no me has dado<br />

agua para lavarme los piés, según nuestro estilo ordinario:<br />

ella no cesa <strong>de</strong> regármelos con sus lágrimas y enjugármelos<br />

con sus cabellos: no mo has dado el ósculo <strong>de</strong><br />

paz, si bien apenas hay quien falta á osla cortesía; y ella<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ha entrado no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> besar mis piés: no<br />

has acompañado esta comida <strong>de</strong> perfumes conforme á la<br />

costumbre; y ella ha <strong>de</strong>rramado sobre mis piés un licor<br />

oloroso: ¿no son todas estas señales visibles <strong>de</strong> su contrición<br />

y <strong>de</strong> su amor? Por tanto «os digo, que se le perdonan<br />

muchos pecados porque amó mucho;» ó como dice el<br />

testo griego, le han sido ya remitidos. El dolor y la contrición<br />

sobrenatural que acompañaban, ó mejor que habían<br />

prevenido las seriales esterioros <strong>de</strong> penitencia, habian<br />

procurado ya á aquella mujer el perdón <strong>de</strong>l que le da aquí<br />

el Salvador una entera seguridad. «Aquel á quien se le<br />

perdona ménos,» añadió Jesucristo, «ama ménos.» Estas<br />

palabras miran á Simón el fariseo, quien léjos <strong>de</strong> haber<br />

tenido á Jesucristo aquel amor que obtiene el perdón <strong>de</strong><br />

los pecados, ni aun le habia hecho aquellos obsequios <strong>de</strong><br />

amistad quepodian exigirse <strong>de</strong> un amigo. Veia también el<br />

Salvador las verda<strong>de</strong>ras disposiciones interiores <strong>de</strong>l corazón<br />

<strong>de</strong> Simón, y lo que aquí le dice, es propiamente una<br />

lección que le da y que él podía fácilmente compren<strong>de</strong>r.<br />

Por fin, no contento con haber justificado á aquella mujer<br />

en público, quiso también este amable Salvador darle á<br />

ella misma una seguridad positiva <strong>de</strong>l perdón <strong>de</strong> sus faltas<br />

pasadas, diciéndola: «Yé, tus pecados te son perdonados.»<br />

Este <strong>de</strong>creto consolatorio <strong>de</strong> justificación suscitóla<br />

murmuración entre los que estaban á la mesa; dijéronsc<br />

en voz baja los unos á los otros: «¿Quién es este hombre<br />

que también perdona los pecados?» porque en fin á<br />

solo Dios pertenece el perdonar los pecados, ni es osle un<br />

po<strong>de</strong>r que pueda conferirse á ningún hombre. Algunos interpretan<br />

esto en buena parte y preten<strong>de</strong>n con bastante<br />

probabilidad, que las palabras <strong>de</strong> los convidados eran<br />

mas bien efecto <strong>de</strong> su admiración que <strong>de</strong> su censura. Como<br />

todos ellos estaban instruidos <strong>de</strong>l milagro que habia<br />

hecho resucitando el hijo <strong>de</strong> la viuda <strong>de</strong> Naim, admiraron<br />

aquí el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Jesucristo. Preciso es, <strong>de</strong>cían, que esto<br />

hombre sea mas quo un simple profeta, puesto que no solo<br />

resucita los muertos, sino que también perdona los pecados.<br />

Sea lo que se quiera <strong>de</strong> esto, el Salvador no respondió<br />

nada, mas dirigiéndose á aquella dichosa penitente:<br />

«Tu fé te ha salvado,» la dijo, «vé en paz.» Tú has creido<br />

en mi; te habías persuadido que yo podia conce<strong>de</strong>rle el<br />

perdón <strong>de</strong> tus pecados; has acudido á mí con esta esperanza.<br />

Tú has concebido horror á tus <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes pasados;<br />

has formado una verda<strong>de</strong>ra conlrkion do ellos: sabe, puest

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