Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

;il cielo. ¡ Quó nube de testigos y do pruebas para esla- 1
lilccer el solo milagro de la resurrección de Jesucristo!
Con lodo , dice aqui un sabio intérprete, no era necesario
menos para convencerá! mundo de una verdad, que por
una consecuencia necesaria le obligaba á creer lodos los
misterios, y á practicar todas las máximas del cristianismo.
San ¿Pablo aüade que muchos de los que se habían
bailado en esla aparición vivian aun , .á fin de que pudiesen
, si querinn , asegurarse por si mismos de un hecho
tan importante.
«Después de esto,» continúa san Pablo, «apareció á
Sanííago; después á todos los apóstoles.» El Evangelio no
habla de esla aparición; pero los Padres, siguiendo la antigua
tradición , nos relieren que Santiago , dicho el Menor,
hijo de Cleofas y de Marúi, primo del Salvador, y por
lanto llamado hermano del Señor, según el uso de los judíos;
los Padres, repito, nos refieren que este apóstol, que
fué el primer obispo de Jerusalen, y que era también
apellidado el Justo, habia resuelto después de la mnorle
de su divino Maestro no tomar alímenlo alguno hasta haberle
vislo resucitado, y que el Salvador por una bondad
singular hacia este fervoroso apóstol se le apareció inmediiitamenle
después do su resurrección, y habiéndole colmado
do alegría con su presencia, le dió por si mismo pan
que había bendecido, diciéndole que tomase de aquel alimento,
pues que ya veia á su Salvador resucitado.
o Por lin,» y en último lugar, prosigue el santo apóstol,
«ambien me ha aparecidoá mí que no soy masque un
aborto.» Siempre fué la hnmildad el carácter común do
todos loss;inlos. Los mayores entre ellos han sido siempre
los mas humildes. Cuanto mas los ha dislinguído el Señor
con los favores mas siihlmies, lunlo mas liüjanicnte han
sentido de si mismos; las gracias mas brillantes descubren
siempre la profundidad de nueslra nada. San l'iiblo se llama
á si mismo un aborto, para significar por esla esprcsiun
que no había nacido ai cristianismo ni sido llamado al
apostolado sino después de todos los demás, cuando todavía
se hallaba informe, como de ordinario están los niños
que vienen al mundo trabajosamente, ó antes dei término,
eslQ es, antes de haber podido recibir el aumento y
la forma conveniente. Los demás apóstoles habían sido
alimentados mucho tiempo por el Salvador con sus divinas
instrucciones; san Pablo habia sido llamado al apostolado
estando todavía por limar, por decirlo así, desfigurado
por su tenaz apego al judaismo. A la verdad, el Señor habia
suplido en él lo que le faltaba con su gracia y con sus
revelaciones, qae en menos de nada le formaron el doctor
de las naciones, y una de las lumbreras mas brillantes de
la Iglesia ; pero san Pablo, como todos los grandes santos,
no mira en si mismo sino lo que tiene de su propia cosecha,
y lo que en sí descubría mas defectuoso, reconociendo
humildemente que toda la ciencia y la inteligencia que
poseía, y cuanto bueno podía adornarle, era un puro don
de Dios. Poseído de los sentimientos mas bajos de sí mismo,
en medio de todas las maravillas que obraba, este
gran santo no pierde nunca de vista lo que ha sido, reconociendo
siempre que todo lo que es, lo debe á la gracia.
«Porque,» dice, «yo soy el menor de los apóstoles, que
no merezco este nombre, habiendo perseguido la Iglesia
de Dios.» Tal ha sido siempre el carácter de los mayores
santos; no consideran en si mismos mas que el mal que
ban hecho, ó que han podido hacer; las maravillas mas
DESPUES DE PENTECOSTES.
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grandes que Dios obra por BU ministerio, las miran desde
el fondo de su nada. La humildad fué siempre la virtud
favorita de todos los santos. Cuando el perseguidor do Jesucristo
, convertido en apóstol suyo , anuncia á los hombres
su resurrección, ¿qué podía oponer la incredulidad
para enervar su testimonio? Su conducta, sus trabajos, la
persecución misma que él habia suscitado contra la Iglesia,
son otras tantas pruebas de la sinceridad y de la verdad
de su predicación, dice un sabio intérprete. No se le
puede acusar de haber creído con lijereza lo que predica,
y se ve bien claro que ha sido necesario un milagro muy
marcado para hacer un apóstol del que era el mas violento
y el mas pertinaz de los perseguidores de Jesucristo. Reconoced,
pues, pueblos incrédulos, la fuerza victoriosa de
la gracia del Redentor; porque «lo que yo soy, lo soy por
la gracia do Dios,» que se complace muchas veces en elegir
lo mas llaco para con el mundo, para confundirlo
mas fuerte, á fin de que ninguno tenga de que gloriarse
delante de él. Siendo, pues, tan indigno dei apostolado,
como acabo de decir, solo por un favor enteramente gratuito,
y por una bondad del todo particular de Dios, soy
yo apóstol. En mi vocación, no ha sido ciertamente á mis
méritos á loque ha tenido el Señor consideración, sino
solo á sn pura misericordia; lo poco que soy, y todo el
bien que hago, lo debo á la gracia, sin la que nada soy,
ni puedo nada. Por la gracia de Dios soy todo lo que soy,
y de mí mismo no puedo gloriarme mas que de mis humillaciones
y de mi nada. ¿Qué somos, en efecto, en el
órden sobrenatural sin la gracia? Flaqueza, ignorancia,
pecado, y todavía entre tantas miserias se desliza el orgullo,
para poner el colmo á todas ellas: ninguna cosa, en
efecto, prueba lanto nueslra imbecilidad y nuestra nada
como nuestro orgullo. Pero ¿qué no somos, y qué no podemos
con la gracia? ¡Qué luz, qué sabidnr/a, qué animo,
qué forlalezu I Todo lo puedo, dice en otra parle el mismo
apóstol, en aquel que me da la fortaleza; y ciertamente
la gracia que me ha dado no ha quedado sin efecto. ¿Quó
no ha hecho en mi? jqué mutación tan porlenlosa! De un
perseguidor obstinado de Jesucristo y de sus siervos, ha
hecho un apóstol; el amor tierno á osle divino Salvador
ha sucedido al furor con que le aborrecía ; la fé mas aníniosa,
á la incredulidad mas terca; y el celo mas ardiente
por estender la fé de Jesncristo, á la pasión mas violenta
(¡ue jamás hubo y que yo tenia por eslingnírla. Dios ha
querido hacer ver en la persona de san Pablo lo que puede
la gracia de Dios en un corazón que no pone obstáculo á
ella, y que dice como este apóstol: Señor, ¿ qué queréis
qué haga ? Rindámonos con docilidad á las dulces impresiones
do la gracia, y tendremos el consuelo de poder decir
muy pronto como él: «la gracia que Dios me ha concedido
no ha quedado sin efecto;» pero para esto, es menester
también decir sinceramente como él: « Señor, ¿qué
queréis que haga?»
El Evangelio de la misa de este dia refiere la curación
milagrosa de un hombre sordo y mudo: lodo es misterioso
en esla historia.
Habiendo dejado el Salvador por un poco tiempo la Judca,
de la cual no estaba muy contento, vino hacia los
confines del país de Tiro y de Sidon, sin ruido, y al parecer
como queriendo ocultar su llegada á aquellos cstranjeros;
pero una luz tan resplandeciente no podia estar escondida
mucho tiempo. Los pueblos de aquellos contornos