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HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA - Educabolivia

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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> <strong>BOLIVIA</strong><br />

Pudo decirlo impunemente Achá, el ex ministro de Linares, y sin que<br />

se le turbase la conciencia, o sin tener miedo de su cínica audacia,<br />

pues conocía la índole especial de sus compatriotas, y sabía que no<br />

era para ellos crimen la desfachatez.<br />

Alguna vez él mismo había dicho esta desolada verdad, "En Bolivia<br />

no tienen memoria".<br />

Fiado en esta terrible amnesia colectiva usó de la palabra, para él<br />

prohibida, sin que nadie, osase reprochársela con airado gesto<br />

sabiendo que lo otro, su pasado, estaba, no ya perdonado siquiera,<br />

sino olvidado, casi muerto...<br />

Salió Achá de La Paz el 6 de diciembre y en camino supo que había<br />

fracasado completamente la tentativa de Fernández, quien hubo de<br />

verse obligado a refugiarse en la Argentina. Entonces volvió de Oruro<br />

a La Paz donde dispuso que el ejército se redujese solamente a<br />

1,731 plazas, logrando de esta manera separar de las filas todos los<br />

elementos que no le merecían confianza.<br />

Actor y testigo en las luchas de su medio, sabía igualmente que no<br />

era dable cifrar su permanencia en el poder sin contar con ningún<br />

género de adhesiones, y buscaba, ansiosamente, un elemento<br />

seguro con quien disponer para mantenerse en el puesto alcanzado<br />

por la infamia. El ejército le inspiraba poca fe. Los militares veían el<br />

caudillaje como el término natural de su carrera, y quien quiera que<br />

cargase un galán sólo pensaba en surgir e imponerse por<br />

cualesquiera medios. Los partidos políticos, que ni nombre tenían<br />

porque lo tomaban del mes en que una revuelta los hiciese dueños<br />

de la situación, andaban en plena anarquía, desorganizados y<br />

careciendo absolutamente de programas, sin más fin, ideal y<br />

principista que el de vencer por el solo deseo demandar. Y militares y<br />

civiles, por servir sus cortas ambiciones y su pueril vanidad, obraban<br />

transigiendo con todo, sin escrúpulos, pues había llegado a<br />

constituirse como norma del criterio colectivo la convicción de que las<br />

sanciones morales no tenían ninguna eficacia, y esto porque se veía<br />

que el triunfo, alcanzado de cualquier manera, elevaba la<br />

significación de un hombre, por mucho que fuesen lastimosos su<br />

conducta y su pasado...<br />

¿Cómo; entonces, apoyarse en tales elementos? Quedaba la masa;<br />

y si de ella había que descontar las tres cuartas partes de la<br />

población compuesta de indios ajenos del todo a la vida nacional,<br />

existía el sobrante de la plebe, fuerza ciega aprovechada por los<br />

caudillos en sus momentos más difíciles: ahí estaba todavía latente<br />

el ejemplo de Belzu, cuyo nombre seguían invocando las chusmas y<br />

era preciso atraerla y seducirla.<br />

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