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HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA - Educabolivia

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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> <strong>BOLIVIA</strong><br />

algunos como el publicista e historiador talentoso D. Juan Ramón<br />

Muñoz Cabrera, la vida, con-la fuga al Perú en cuyas próximas<br />

ciudades de Tacna, Arequipa y Puno, vivía en asilo 'seguro la flor de<br />

las familias bolivianas, lo más granado de sus hombres públicos, lo<br />

más representativo de su buena sociedad tradicional... ".<br />

Aprobados los tratados mediante estos procedimientos de iniquidad<br />

empleados con esa pobre asamblea del año 68, los miembros de la<br />

mayoría dieron valor legal a todos los actos de Melgarejo y llevaron<br />

su deseo de sacrificarse por el país hasta dictar una Constitución en<br />

reemplazo a la última del 61 que era la que los pueblos venían<br />

invocando hasta entonces en todos sus afanes de libertad. Ufanos de<br />

esta obra quedaron los representantes. También de su actuación<br />

toda en el congreso: habían librado al país de la amenaza de eternas<br />

dificultades con dos países limítrofes; habían dotado de una nueva<br />

carta previsora y que no daba ancho margen, como las otras, a los<br />

desbordes demagógicos; y, por fin, habían caído en la gracia del<br />

gran caudillo de diciembre, "el capitán del siglo", "e1 bravo guerrero<br />

de los Andes", como le llamaban los periódicos. Entonces Melgarejo,<br />

deseoso de festejar tamaños triunfos y corresponder a sus<br />

servidores, dio un gran banquete en palacio, al día siguiente mismo<br />

de promulgada la Constitución, y al que concurrieron los<br />

representantes nacionales, jefes del ejército, los diplomáticos todos y<br />

muchas elevadas personalidades.<br />

Gastábase como gran moda entonces la costumbre de los brindis en<br />

los banquetes de palacio, donde no se conocía la mesura en el<br />

beber. Cada uno de los comensales quería manifestar su adhesión<br />

decidida al jefe del gobierno, y había tantos brindis como comensales<br />

en la mesa.<br />

Llegada la hora, uno, de los personajes, creyendo sin duda, halagar<br />

la ficción legalista del mandatario, tuvo frases de encomio para la<br />

nueva carta política a la que seguramente sabría sujetar sus actos el<br />

ilustre Melgarejo, flor y nata de los gobernantes pasados y por venir.<br />

La respuesta categórica y brutal vino al punto de los labios del<br />

soldado ebrio y cínico:<br />

"Sepa el doctor que acaba de hablar y sepan todos los H. señores<br />

diputados, que la Constitución de 1861, que era muy buena, me la<br />

metí en este bolsillo (señalando el bolsillo izquierdo de su pantalón) y<br />

la de 1868, que es mejor según estos doctores, ya me la he metido<br />

en este otro, (señalando el derecho), y que nadie gobierna en Bolivia<br />

más que yo... ".<br />

Obvio era el decirlo y así lo adivinaron los pueblos, todos los días<br />

más acobardados con los actos vandálicos, cínicos y aun criminosos<br />

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