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HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA - Educabolivia

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ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES <strong>DE</strong> <strong>BOLIVIA</strong><br />

masa, en el suelo. De ebrio esgrimía su inseparable revólver, amenazando<br />

matarse él o matar a sus amigos, jurando abrirse la cabeza si<br />

le hacían la revolución y disparando sin concierto al aire y sobre los<br />

muebles y espejos de salón. Dormía generalmente en el suelo, sobre<br />

un colchón, sin sábanas, y pasaba días y días encerrado en su<br />

alcoba, acostado, bebiendo ponches con sus favoritos y<br />

entregándose frenéticamente a los excesos sexuales.<br />

Un día que se hallaba menos ebrio que de ordinario, hizo llamar a su<br />

alcoba al coronel Campero, prefecto de la ciudad. Acudió Campero y<br />

fue recibido con marcada deferencia, hasta el punto de invitarle<br />

asiento en su propio lecho, que, como se dijo, estaba en el suelo, y<br />

ambos se pusieron a beber. En ese momento un edecán anunció la<br />

llegada de los ministros que venían a someter a consideración del<br />

presidente asuntos de varia importancia. Entraron los ministros y uno<br />

de ellos, Bustamante, comenzó a desenrollar unos papeles que traía<br />

bajo el brazo y a exponer los asuntos que lo llevaban. Eran graves y<br />

urgentes: el general Santa Cruz había logrado firmar en Europa una<br />

ventajosa propuesta para explotar las huaneras recién descubiertas<br />

en Mejillones; los contratos...<br />

Melgarejo no le dejó concluir. Todo eso de huaneras, contratos, etc.,<br />

eran fantasías de ilusos doctores. El lo que anhelaba de inmediato<br />

era dinero para pagar a sus tropas y tenerlas contentas, pues de lo<br />

contrario bien podían cometer excesos saqueando la ciudad. Y había<br />

que evitar tamaño desastre. ¿Cómo? El medio era simple y estaba al<br />

alcance de cualquiera, menos de sus ministros: había que hacer la<br />

guerra al Perú. Así sé arbitraría fondos con empréstitos forzosos y se<br />

daría ocupación al ejército; de lo contrario la catástrofe se presentaba<br />

inminente, y en ella perecerían todos. La guerra al Perú era una<br />

salvación para conseguir fondos, pues hoy nadie tenía nada, ni él<br />

mismo a quien acusaban los pícaros rojos de despilfarrar los dineros<br />

públicos cuando la verdad era que ni sábanas tenía para su lecho.<br />

Y arrojando a un lado los cobertores, dijo a los consternados<br />

ministros mostrando la desnudez de su cama:<br />

-"Vean ustedes qué presidente. ¡Ni sábanas tengo! Y voy a traerlas<br />

del Perú. . . ".<br />

Tamaño desatino dejó suspensos a los ministros, sobretodo al ver la<br />

convicción con que hablaba Melgarejo. Dos de ellos, el doctor Muñoz<br />

y el mismo Bustamante, se atrevieron a insinuar leves reparos.<br />

Entonces Melgarejo, cuenta Campero, "poniéndose colérico y<br />

exaltado se quita el birrete bordado de terciopelo lacre y recamado<br />

de oro y arrojándolo al suelo, exclama:<br />

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