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HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA - Educabolivia

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<strong>HISTORIA</strong> <strong>GENERAL</strong> <strong>DE</strong> <strong>BOLIVIA</strong><br />

se oyó una detonación y se vio caer, a Belzu, herido de muerte, en<br />

brazos de uno de sus acompañantes.<br />

El terror paralizó a los unos y puso en fuga a los demás. Entonces<br />

Melgarejo avanzó hacia la ventana, y saliendo al balcón abierto se<br />

dirigió a la engrosada muchedumbre que continuaba vitoreando al<br />

caudillo vencedor:<br />

-"¡Belzu ha muerto! ¿Quién vive ahora?"<br />

Y la turba, subyugada, vencida, contestó con temor y admiración:<br />

- ¡Viva Melgarejo!<br />

Nunca se vio cambio tan radical y tan inmediato en la conciencia de<br />

una muchedumbre. Allí no hubo tiempo para que gestase una idea ni<br />

se abriese campo una opinión: todo fue brusco e instintivo. La cosa<br />

se impuso por su realidad y su brutalidad.<br />

Inmediatamente Melgarejo fue rodeado por los que momentos antes<br />

le abandonarán, y se dio con ellos a recorrer la población a caballo,<br />

hasta los extramuros, siempre en medio de las aclamaciones de la<br />

turba. Volvió en la tarde a palacio y ya no quiso instalarse en el<br />

primer piso, donde quedaba el cadáver de Belzu únicamente,<br />

abandonado hasta por los suyos... Recién a eso del anochecer se<br />

presentó la señora Juana Manuela Gorriti, viuda de Belzu, a reclamar<br />

el abandonado cadáver de su esposo que apareció desposeído de<br />

todas sus joyas y prendas de valor...<br />

El entierro fue solemne y nunca se vio tanta concurrencia<br />

acompañando los despojos de un caudillo. En el cementerio se<br />

pronunciaron infinidad de discursos en que, audazmente, se<br />

condenaron los actos del usurpador; se maldijo de su valiente<br />

hazaña y se exaltó en tono desmesurado las virtudes del muerto.<br />

Culminó en delirio el duelo de la muchedumbre en el gesto de un<br />

fanático que cogiendo la mano del cadáver bendijo con ella a la turba<br />

entre la que no faltaban convencidos que creían, ciegamente, que<br />

Belzu, cual, Cristo, habría de resucitar en breve...<br />

Melgarejo tuvo la acertada precaución de no perseguir a los<br />

oradores, pero tomó buena cuenta de sus nombres sintiendo brotar<br />

dentro de las selváticas rudezas de su alma un sentimiento de<br />

profunda aversión hacia las gentes distinguidas de la ciudad que no<br />

se habían apresurado en rodearle con la solicitud desplegada con<br />

Belzu, aversión que se dejaba traslucir en amargos reproches que<br />

los de su séquito se apresuraban en enconar ansiosos de captarse<br />

las simpatías del triunfador. Este deseo de predominio excluyente le<br />

indujo a su secretario general a aconsejarle organizar de pronto un<br />

gabinete con elementos perfectamente adictos a su persona, como<br />

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