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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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—Señor, no se preocupe. Desde el primer momento dije que la comisión mixta no era elinstrumento válido. Hemos perdido tiempo, pero no hemos perdido el punto de destino. Hay que ir ala reforma por otra instancia, con otro ritmo y, sobre todo, con otro talante: queriendo hacerla, noobstruirla. [155]El diario de Carmen Díez de Rivera en la última quincena de junio de 1976 contiene varias notasde sus conversaciones telefónicas con el Rey. Apuntes escuetos como siempre, pero muy reveladoresdel estado de ánimo del monarca. Casi un registro de su pulso humano y político en las fechas de ladecisión final. Así, el domingo 13 de junio, un día después de haber estado Suárez en La Zarzuela,Carmen escribió, refiriéndose al Rey:Necesita un secretario de prensa urgentemente. 8.15 noche, The King me habla de la crisis. Suárezcandidato. Y me explica el cómo... [156]Críptico, pero interesante, porque es la primera constancia de que el Rey ya pensaba en Suárezcomo sucesor, aunque todavía no estuviera seguro.Carrusel de reformasEl lunes 14, Fernández-Miranda tomó la iniciativa. Se trataba de doblarle el pulso a las Cortes.Convocó a la comisión de justicia para el lunes 21 emplazándola a que, en cuatro días como máximoy siguiendo el trámite de urgencia, emitieran dictamen sobre la reforma del Código Penal.El fracaso de la reforma exasperó los ánimos en la calle y dentro del Gobierno. Arreciaron lasprotestas de obreros, de estudiantes, de organizaciones vecinales, de gestoras proamnistía. En elGobierno, el desnorte se manifestó como una rivalidad entre los ministros, que empezaron a competirentre sí con sus planes alternativos de reforma.Fraga insistía con su memorial de Constitución, del que no renunciaba a un punto ni a una coma.Areilza expuso a varios colegas —Martín Villa, Solís, Suárez— su plan consistente en «un pactonacional entre el Gobierno y la oposición». Un pacto para hacer ¿qué? Un pacto ¿por cuánto tiempo?¿Con qué oposición sí y con cuál no? ¿Quién arbitraría ese pacto? En cualquier caso, era todo locontrario de lo que planteaba unos meses antes, cuando proponía disolver las Cortes y gobernar agolpe de decreto, a costa del Rey, que tras ese ejercicio absolutista hubiese quedado invalidado paralos restos. [157]También Garrigues, por su lado, sugería romper el bloqueo Cortes-Gobierno con un referéndumpatrocinado por el Rey, «que legalmente puede hacerlo, sin la venia de ninguna institución». Era lamisma receta que apuntó Gil-Robles, «haga usted la reforma, Majestad». Un arma de doble filoporque convertía al Rey en actor y árbitro. Y el riesgo de quien convoca y apadrina un referéndum esque, si lo pierde, al día siguiente ha de hacer las maletas. Aunque sean las maletas de un rey.Alfonso Osorio, con Sabino Fernández Campo y Jaime Basanta de la Peña, dos hombres de su staffde Presidencia, ideó un atajo: «legalizar» en España la Declaración de los Derechos Humanos, unaconvención internacional que por sí misma exigiría abrir las puertas a la democracia con todo sucorrelato de derechos civiles.De pronto, cada ministro tenía su fórmula mágica palpitándole bajo la camisa. Pero eran apaños,arreglos, remiendos en paño viejo. Ninguno de esos esbozos se atrevía a plantear la cuestiónfundamental, la que en Alicia al otro lado del espejo plantea Humpty Dumpty, el personajillo

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