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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Rafael Pérez Escolar, Eduardo Peña Abizanda, Ángel Galíndez, Enrique Larroque, Enrique Sánchezde León, los hermanos Alberto y Ramiro Cercós, Carlos García Revilla, Fernando Álvarez deMiranda, Víctor Castro Sanmartín, Jaime Argüelles, José María López de Letona, Ángel SánchezAsiaín, Manuel Ortiz Sánchez, Fernando Benzo Mestre, Jesús Sancho Rof, Fernando Suárez, AntonioBarrera de Irimo, Rafael Orbe Cano, Vicente Segrelles... Ciertamente, no a todos se les ofrecía unacartera, sino un cargo de segunda fila o simplemente una línea abierta a su colaboración. Y en eselistado había socialdemócratas, liberales, democristianos, socialistas, reformistas... Demócratastodos ellos. [30]El Rey se implicó también en la confección del Gobierno. En realidad, había empezado a hacerloantes incluso de que Adolfo fuera presidente. Un día, cuando Arias Navarro estaba sin saberlo en sucuenta atrás, el monarca le pidió al ministro Francisco Lozano que tantease a Landelino Lavilla: «Esconsejero de Estado, preside la Editorial Católica, es del Grupo Tácito y me han llegado buenasondas de él. Pregúntale qué piensa de la Monarquía encarnada por mí; qué opina de Adolfo Suárez...y, como cosa tuya, mira a ver si le gustaría ser ministro de Justicia en un Gobierno presidido porAdolfo.»La cuestión tenía su retranca. Al Rey le habían hablado elogiosamente de Lavilla, sí, pero sabíaque pocos años atrás, a solicitud de Alfonso de Borbón y Dampierre, hizo un informe jurídico sobresus derechos al trono.Lozano y Lavilla se citaron en el restaurante Zalacaín el 25 de junio. [31] Enseguida entraron enmateria política. Lavilla, como jurista estudioso, tenía ideas muy precisas sobre «cómo se deberíadar el paso al sistema democrático, sin los destrozos de un elefante en una cacharrería». Lozano,ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, retuvo sus palabras como si fuesen la fórmula de unexplosivo para demoliciones silenciosas: «El expediente para derogar todo el tinglado legal delfranquismo está en las mismas Leyes Fundamentales. Se trata de hacer una octava Ley Fundamental,con ese rango, que incrustada entre las otras disloque el conjunto y las cambie a todas por la víapacífica de la derogación.»A pesar de su aspecto sereno, su hablar mesurado, sus ojos claros y su seny catalán, Landelino eraun hombre con pértiga interior. Un hombre dispuesto al salto de audacia. Le habló de la generación ala que ellos pertenecían:—Los del 36, de un bando o de otro, hicieron la guerra; nosotros no combatimos, éramos niños. Yotenía dos años cuando estalló... Pero veinte años después, en 1956, éramos unos jóvenes queestábamos en la universidad, cuando el Gobierno de Franco depuraba catedráticos, cerrabafacultades y nos echaba los grises a caballo. Esa hornada nuestra quería un cambio político,libertades cívicas, apertura amplia, democracia real. Y sabíamos que no nos lo iban a regalar.Tendríamos que hacerlo nosotros. Yo eso lo he sentido siempre como una responsabilidadgeneracional. Ahora, en 1976, han pasado otros veinte años. Ha llegado la hora de que aquellosestudiantillos pasemos a la acción, cada uno desde nuestro sitio profesional y social.—¿Y tú crees que un tipo como Adolfo Suárez, por ejemplo, que es de nuestra generación, puedeestar en la misma sintonía, tener necesidad de que la vida española cambie? ¿O a él y a otros como élles va bien que todo siga como está?—Te aseguro que Adolfo piensa y siente esto mismo. Lo he hablado con él.—¿Os conocéis? —No contaba Lozano con esa sorpresa.—Nos hemos visto sólo un par de veces. En 1974, cuando Herrero Tejedor le nombró

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