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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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—Yo creo que el Rey está harto de Suárez, se ha convencido de que su dimisión es necesaria y estádecidido a cambiarle desde la Constitución. Hemos hablado de esto. ¿A quién se pone ahí, en LaMoncloa? ¿Qué candidato idóneo, que sepa cambiar las cosas para mejor? Pasamos revista a losnombres. Tampoco la solución Leopoldo le satisface. Yo propuse varios... Y al finaldesembocábamos en una disyuntiva que al Rey no le convence: o la ambigüedad de la gente de UCD,o un Gobierno de marxistas. El Rey preferiría un Gobierno de civiles, pensando también en laspotencias occidentales, Estados Unidos, Europa, para no dar imagen de una remilitarización.—Y tú, Alfonso, según lo que leo en los periódicos de un tiempo a esta parte, ¿tú no podrías ser,¡pintiparado!, el presidente neutral de un nuevo Gobierno?Armada hizo un gesto con la mano como apartando una mosca:—Yo, por España, por el Rey y por impedir una división en el Ejército, estoy dispuesto a aportarmi grano de arena desde el puesto de servicio y de mando que me encomienden. ¿En la jefatura deArtillería? ¿En la Escuela Superior del Ejército? ¿Cómo segundo JEME, cuando deje vacante laplaza Martínez Jiménez, que es cuestión de días? En este momento, las tres cosas son posibles.—Pero también es posible que tú tomes las riendas de un nuevo Gobierno, ¿o no?Un soldadito camarero, enguantado y con chaqueta blanca Mao, se asomó por la puerta y avisó deque los esperaban en el comedor.—Vamos. Es paella y... ésa no espera. Luego seguimos.Milans a Armada: «Alfonso, ¿tú estás con el golpe?»En aquella conversación a dos tiempos, Armada sabía mejor que Milans lo que podía suceder y loque convendría que sucediera; lo que el Rey quería evitar y hasta dónde estaría dispuesto aaventurarse. También, y guardado bajo siete cerrojos, lo que no pensaba decirle a Milans: nada desus contactos con políticos de toda la gama, nada de los apoyos socialistas, nada de la moción decensura pactada, nada de la logística operativa del Cesid... Nada, por supuesto, de una OperaciónArmada.De vuelta al despacho, mientras tomaban café, le adelantó el timing de «unos deseables y posiblescambios sustanciales, que harían innecesaria una acción manu militari». Le expuso la «estrategia porpasos contados, de arriba abajo, a base de cambios de peones clave; por ejemplo, mi traslado aMadrid, probablemente como segundo JEME, al lado de Gabeiras; la caída de Suárez, quearrastraría ipso facto la del Guti; un nuevo mapa de destinos y mandos miliares; la remodelación dela JUJEM por otra más adicta a la Corona»...Milans interrumpió:—Eso de ir por pasos contados me parece muy lento. Si nuestra gente no ve cambios pronto, seimpacientará. Además, tengo razones y datos para no confiar en la eficacia de esta JUJEM: niGabeiras, ni Arévalo Pelluz, ni los hermanos Alfaro son capaces de arreglar este desastre. ¡Pero sihasta nos están metiendo «húmedos» en la propia JUJEM! [70]—Y obviamente —siguió Armada impertérrito—, tras la caída de Suárez, habría un cambio deGobierno. Por mis conversaciones en La Pleta y en La Zarzuela, yo deduzco que el Rey no quiere deninguna manera una intervención militar, un golpe de Estado; en cambio, sí ve conveniente la toma dedecisiones para restablecer la paz sin terrorismo, la unidad sin separatismo, el progreso económicosin paro, la tranquilidad ciudadana sin delincuencia callejera... Yo he informado al Rey en variasocasiones de las inquietudes del Ejército y de la posibilidad de un golpe duro. Y he visto su

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