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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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oficial que acaba de hablarme.En medio de la expectación, el militar alzó el brazo y mostró con orgullo la bocamanga. Tresestrellas de ocho puntas. En el argot, «tres mantecados». Era un coronel.—Lamento que un coronel del Ejército español —siguió Suárez— pueda pensar eso. Y como novoy a tomar ningún tipo de represalias, porque lo he prometido y yo cumplo lo que prometo, lamentoque usted, pensando de esa forma, pueda llegar a ser un general de nuestro Ejército. Sin embargo, levoy a contestar. Primero quiero recordarle que ETA, como usted sabe, es muy anterior a laTransición... Hay que remontarse al 28 de junio de 1960. La niña Begoña Urroz Ibarrola, de año ymedio, muere destrozada por una bomba de ETA en la consigna de la estación de Amara, en SanSebastián.»Y ahora, veamos juntos el problema de ETA. Si usted, coronel, estuviera en mi lugar, ¿qué haría?¿Invadiría militarmente el País Vasco, imponiendo sucesivamente los estados de excepción, sitio yguerra...? ¿Por cuánto tiempo mantendría esa ocupación manu militari? Y para detener ¿a quiénes?¿A las madres y hermanas de los etarras, que se refugian en Francia? ¿O invadiría también el sur deFrancia?»Descartada esa opción, ¿restablecería la pena de muerte? Para modificar la Constitución en elartículo 15 que afecta al título primero sobre derechos y libertades, se exige referéndum nacional condisolución de Cámaras y de Gobierno, elecciones, nuevo Gobierno, nuevas Cámaras, convocatoriade la consulta... Y ¿cree usted que la pena de muerte es disuasoria para el terrorista fanatizado? Laexperiencia histórica nos dice que no. Compare usted, coronel, el número de militantes de ETA antesy después de las penas de muerte tras los juicios de Burgos. El efecto de afiliación fueabrumadoramente multiplicador. Ah... y pena de muerte ¿sólo para el terrorista de ETA y Grapo, otambién para los del otro bando, la Triple A, el BVE, los Guerrilleros de Cristo Rey, etcétera?»Queda una tercera opción: la venganza directa, la ley del talión, la justicia por su mano, la guerrasucia, el terrorismo de Estado... Llámese como se llame: la ley de la selva. Pero para usted, paratodos ustedes, como garantes del ordenamiento constitucional, y para mí, no puede haber otrasolución que la acción judicial y la actuación policial bajo el imperio de la ley. Y eso no esindiferencia, ni lenidad, ni cobardía. Es... la grandeza moral de un Estado de derecho.»Y no crea, coronel, que no he tenido sobre mi mesa todas esas «soluciones». Decenas de vecesme las han propuesto. Y hacen falta dosis de fortaleza para apretar los puños y los dientes y decir«no, eso no».Probablemente no los convenció. [77]Allí, en un ángulo discreto del hangar, en línea diagonal con el presidente Suárez, había un hombrede treinta y nueve o cuarenta años, de cuerpo menudo y aspecto juvenil. Traje gris de paisano. En lasobaquera de su americana llevaba un revólver Smith & Wesson 38. Quizá nadie había advertido supresencia. Así debía ser. Era el comandante Fernando López de Castro, jefe de la seguridad personaldel presidente. Cuando Suárez dijo lo de «decenas de veces me las han propuesto...» se cruzaron lasmiradas. López de Castro hizo esfuerzos para no pedir la palabra y decir allí delante de todos:Yo propuse al presidente Suárez que lo hiciéramos, la «guerra sucia», actuar por nuestra cuentacontra ETA. Hace poco más de un año, el 19 de septiembre de 1979. Cuando llego aquella mañana ami despacho en Semillas, en La Moncloa, veo las caras de consternación, las que veo siempre que hahabido un zambombazo. Pregunto. Me dan un teletipo de agencia. Leo: «A las nueve menos veinte deesta misma mañana, en la autopista Bilbao-Behobia, ETA acaba de cargarse a Aurelio Pérez Zamora,coronel de Caballería, de cincuenta y nueve años, y a Julián Ezquerro Serrano, comandante delEstado Mayor de Infantería, de treinta y nueve años. Se dirigían al Gobierno Militar de Bilbao,

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