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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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El argumento más comúnmente blandido por los tenientes generales que en esas horas hablaron conel Rey era: «El presidente nos engañó el 8 de septiembre, diciéndonos lo contrario de lo que ahoraha hecho» y, por tanto, «ante tal falta de seriedad, le retiramos nuestra confianza». Otros le dijeronque «España está cambiando a pasos agigantados, pero en un sentido que no nos gusta, que nospreocupa». El Rey sugirió a Suárez que convocara de nuevo a la cúpula militar y se justificase anteellos.Suárez saca la cinta que grabó el 8 de septiembreSuárez se reunió con el generalato el 11 de abril. [150] Su alocución tuvo tres partes. Explicó, fría yasépticamente, pros y contras, ventajas y riesgos, de que el PCE estuviera o no estuviera legalizado.Y derivada de ahí, la conveniencia política de «tener el iceberg a la vista y no oculto, controlado yno clandestino», «los fantasmas asustan, pero si pasan por las urnas, se conoce cuánto miden, cuántosson, y se acaban los temores irreales». Después, expuso la fluidez cambiante de la situación política;las semanas trágicas, convulsas, vividas en este país; y el comportamiento irreprochable y maduro delos comunistas en bloque, de modo que, lo que podía resultar impensable siete meses atrás, el 8 deseptiembre, ahora era una demanda social cuantificada y mayoritaria. En ese punto, Suárez leyó lassucesivas oleadas de los sondeos oficiales, cuyas últimas cifras daban que más del doble deespañoles eran partidarios de la legalización del PCE. Dejó caer que también era «aceleradamentecreciente el número de oficiales militares que se posicionaban a favor de que el PCE fuese uno másde los partidos legales».Luego les habló de las condiciones que el Gobierno había impuesto a los dirigentes comunistaspara autorizarlos a participar legalmente en el juego democrático; los cambios diametrales en susestatutos, a los que el peritaje de la Junta de Fiscales no había podido imputar presunción alguna deilicitud. Se detuvo en las fases del proceso jurídico y administrativo hasta aceptar la inscripciónregistral del PCE, haciéndoles esperar dos meses: del 11 de febrero al 9 de abril. «No ha sido llegary besar el santo.»Finalmente, los invitó a «escuchar la cinta magnetofónica que aquel 8 de septiembre un tenientegeneral grabó, y yo también». Así volvieron a oír lo que Suárez dijo realmente, al margen de lo quecada quien hubiese podido interpretar.—No mentí, no engañé, no dije algo diferente de lo que era real en aquel momento —explicó alterminar la audición—. Con el Código Penal en una mano y con los estatutos del Partido Comunistaen la otra, su legalización era inviable. ¡Entonces era inviable! ¿Cambió algo después? Sí. Pero nopor nuestra parte, sino por la suya. Ellos hicieron unos cambios radicales en sus objetivos, en susfines, en su planteamiento de acción política y social. Había cambiado, pues, la realidad.Todo razonado, todo con apoyo de datos y documentos, todo expuesto desde la lógica política.Suárez apelaba al raciocinio; pero aquellos generales le oían desde la pasión: el comunismo era unenemigo perverso, que creían derrotado y exterminado para siempre. No lo querían en España. Y siel precio de la democracia era el comunismo campando por nuestras calles, no querían democracia.Todavía, un último intento de Suárez: rozar la fibra ética, el bordón de la conciencia moral deaquellos jefes militares. Si quieres la paz, prepara la guerra. Si vis pacem, para bellum. Pero... si vispacem.Creo que he hecho lo que debía hacer en justicia. Si había que legalizar a los partidos políticos, selegalizaban todos, todos los que cumplieran los requisitos establecidos por ley. La ley, o es ley para

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