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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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«Guerra, ¿una gestión para apoyarme? Lo dudo mucho.»Alfonso Guerra se había opuesto privada y públicamente a «gobernar en coalición con la UCD»,explicando: «No soy de los que tienen prisa por gobernar ni de los que tienen miedo a gobernar»;pero a continuación agregaba «sólo entraría en coalición con otros partidos si se diera una situaciónextremadamente grave que pusiera en peligro el sistema democrático».Un mes antes del 23-F, y como el PNV no había dicho ni sí ni no, Guerra llamó por teléfono alportavoz del Grupo Vasco, Marcos Vizcaya. Le encareció máxima discreción, «ya entenderásdespués que lo que te voy a decir sólo puedes hablarlo con el Buru Batzar de tu partido», le explicóla operación y, sin más rodeos, le preguntó: «¿Cuál sería vuestra disposición a participar en ungabinete de concentración no presidido por Suárez, ni por Felipe, ni por ningún parlamentario, sinopor un militar?» [53]Días más tarde, Marcos Vizcaya se reunió con Alfonso Guerra y Gregorio Peces-Barba: queríanconocer la posición del PNV «ante la posibilidad de que la grave situación del país exigiera unGobierno de concentración». El propio Marcos Vizcaya explicó después repetidas veces: «Elmomento más peliagudo se produjo cuando recabaron mi opinión personal sobre la idea de poner alfrente de ese Gobierno a un independiente prestigioso. Me preguntaron qué me parecía que esepersonaje fuera un militar. Les dije que no veía clara la sustitución de un Gobierno legítimo sin unaconvocatoria electoral [...]. Yo no creía en el mirlo blanco del militar independiente.» [54]Múgica siguió manteniendo abierta la línea de contacto e información con el general Armada.Incluso se reunieron varios días en un hotelito discreto, para acordar quiénes integrarían el Gobiernode concentración que el general iba a presidir, cómo se distribuirían las carteras y cuál sería elprograma inmediato de actuaciones para acometer los temas graves y conflictivos, una vezconstituido. [55]El patio político se movía. En efecto, en algún momento de la celebración de la boda de José Bono,Landelino Lavilla brindó con otros diputados de la UCD y del PSOE por «algo de importancianacional» en lo que pronto «volverían a juntar sus esfuerzos», como ese día simbólicamente juntabanya sus copas.«Majestad, eso se llama primorriverismo»También en aquel invierno de 1980, el Rey recibía en La Zarzuela a su amigo y contraparienteIgnacio Gómez-Acebo, Paddy, duque de Estrada. Tenían amistad y gran confianza desde que eranjóvenes: muchos recuerdos de jaranas siendo solteros, veranos en Estoril, cacerías, fiestas, reunionesfamiliares, porque Luis, hermano de Paddy, estaba casado con la infanta Pilar y era cuñado del Rey.Paddy fue el que se inventó la peña de «los amigos secretos del Rey», porque —decía— «losBorbones, muchas recepciones, muchos besamanos, mucho mayordomo con librea, pero ¡qué malcomen!, no saben comer, hay que enseñarles a comer cosas buenas»; y de ahí lo de reunirse una vezal mes «a disfrutar de una buena cena». Desde el Instituto Gallup, que él presidía en España, Paddyencargaba que cada equis tiempo, en los sondeos de opinión sobre asuntos generales, se incluyeranvaloraciones de la imagen del Rey y niveles de aceptación de la Corona. Aquella mañana, llevabaconsigo material que podía interesar al monarca. Pero el Rey desde el principio le habló de cómoestaban las cosas en España, de que el barco iba dando bandazos y a la deriva, que Suárez era yacomo si no existiera... Mientras el Rey enumeraba desgracias y desatinos, Paddy le atendía pensando

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