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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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—¡Cosas del Rey! Soltó lo primero que le cruzó por la cabeza... ¡Ni caso!En cuanto se quedó solo, Adolfo telefoneó a Torcuato. Le transmitió lo que Pérez de Bricioacababa de contarle, y se quejó con enfado de que el Rey insinuara esas cosas:—Con Carlos me he hecho el loco, y lo he negado todo; pero estoy aterrado con ligerezas de estaíndole...¿Por qué le aterra la ligereza? —se preguntaba luego Fernández-Miranda. ¿Porque el rumor lleguea Arias o... porque estropee sus sueños? [88]Torcuato estaba cada vez más seguro de que Adolfo Suárez era la persona idónea, pero aún teníaque vencer las reticencias del Rey y despejar él sus propias dudas. Pensaba que Adolfo tenía instintopolítico, era tenaz, trabajador, austero, un hombre hecho a sí mismo. Agradable, simpático, guapo,seductor aunque sin golferías ni frivolidades. Culturalmente desnutrido, pero ávido de saber,aprendía por olfato: «Es como una esponja —decía de él Torcuato—. Lo absorbe todo rápido, loelabora, lo asimila y luego sabe mostrarlo como si fuera suyo.» [89]Sólo le preocupaba su ambición.Sigo creyendo que Adolfo Suárez ofrece ventajas para la operación, pero no me gusta la facilidadcon que acepta esa posibilidad. [...] ¿Cuánto habrá en él de legítima ambición y cuánto de codicia depoder? ¿Cuánto de afán de servicio y cuánto de crudo deseo de mandar?Al Rey, en cambio, lo que le detenía de Suárez como sucesor era que le veía «verde, inmaduro, sinfogueo». Y su origen: «Llevó camisa azul y es el ministro del Movimiento.» Juan Carlos no tenía unainteligencia adiestrada en la deducción lógica, pero sí un instinto de lince para conocer a loshombres al primer golpe de vista y prever los hechos con antelación. «Yo sé verlas venir», decía aveces. Se imaginaba la reacción de la prensa progre ante la opción de Adolfo Suárez. Como siestuviera leyendo en una bola de cristal el artículo que Paco Umbral clavaría en El País en cuantosaltase la noticia:Había que liquidar el posfranquismo, cambiar la cosa, a ver si me entiendes. Y entonces va y ponena un falangista. [...] El sábado España ha pegado el gran salto adelante, hacia atrás, de su historia. [90]Y ese olfato le frenaba. Arias era un presidente heredado. Pero al próximo lo designaría él, seríasu apuesta, su oferta al pueblo. Uno puede equivocarse al elegir; pero lo que no puede es elegir laequivocación.Se habla de organizar la «guerra sucia»: licencia para matarEn el aperitivo informal, tras el Consejo de Ministros del 23 de abril, coincidieron en un pequeñogrupo el general De Santiago, y los ministros Fraga, Garrigues y Areilza. Salió el tema de los presosde ETA. Las redadas eran continuas.—Me pregunto —planteó el ministro de Justicia, Garrigues— si el secuestro y asesinato delindustrial Ángel Berazadi debería ir por la vía del Tribunal de Orden Público o por la jurisdicciónmilitar.—¡Por lo militar, no! ¡Por lo militar, ni hablar! —irrumpió con vehemencia el teniente general DeSantiago—. No quiero más «procesos de Burgos»... Por culpa de los abogados defensores y de laprensa, se vuelven contra el prestigio de la justicia militar, y al final aquello se convierte en un juicioal Ejército.

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