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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Descartado también. Él nunca se enfrentaría al Rey. Él no moriría matando.Por tanto, tendría que hacer un listado de razones ambiguas, etéreas, abstractas, que dijeran sindecir. Explicaciones jeroglíficas... en su estilo de letanía laica, como aquellas que le hacía Ónega,«puedo prometer y prometo», «puedo dimitir y dimito...», pero en clave de negación: «No me voypor esto, no me voy por lo otro...» Se lo encargaría a Pepe Melià que, como inteligente mallorquín,lo dejaría todo bien difuso. Y luego se lo pasaría a Rafael Arias-Salgado para que lo barnizara. Y aPío Cabanillas, de modo que «en clave gallega» al final no se supiera si uno se iba castigado ocastigando.Se echó a reír y eso le distendió por dentro.Subió a la vivienda. Estuvo un rato con su familia, cenaron. Alguien comentó que a las diez de lanoche emitían en «Sábado Cine» la película Cabaret, protagonizada por Liza Minnelli y MichaelYork. Amparo y él, sentados frente al televisor, durante dos horas se metieron en otro mundo y seolvidaron de todo.«Leo, yo a esto voy a darle una solución que ya tengo pensada»El domingo 25, Suárez ha citado en su despacho a las doce de la mañana a los barones, la cúpulaejecutiva de la UCD: José Pedro Pérez-Llorca, Pío Cabanillas, Rodolfo Martín Villa, LeopoldoCalvo-Sotelo, Francisco Fernández Ordóñez, Rafael Arias-Salgado y Rafael Calvo Ortega. Trabajanhasta pasadas las tres de la tarde con asuntos del Congreso: estatutos, ponencias, listas abiertas,sistema mayoritario o proporcional para elegir los órganos de Gobierno... Suárez les dibuja unosplanos de distribución en el auditorio. Tampoco a éstos les dice nada de lo que anda cavilando. Amedia tarde, con Gutiérrez Mellado, asiste a misa. La celebra Manolo Justel Calabozo, capellán deLa Moncloa. Justel es un cura amigo con quien Suárez puede hablar de Dios y de política, echarbuenas partidas de mus o ver una película de gánsteres.Vuelve al despacho para repasar los bocetos de los discursos. Hay dos versiones. Pide la del«supuesto de dimisión», en la hipótesis de que Lavilla se presente y gane... Leyendo ese texto, sedetiene en la frase «porque yo soy el primero que si, llegado el caso, en términos políticos estrictoshubiera que elegir entre UCD y Suárez, elegiría a favor de UCD». La repasa. Eso es cierto. Laenvuelve en un óvalo con rotulador: ha encontrado una percha para argumentar su dimisión sin apelara «fuerzas mayores». Ésa será la línea.Ya casi de noche, le pregunta a su mujer:—Amparo, ¿qué te parecería si leyeras esta noticia: «Adolfo Suárez presenta su dimisión»?—Me parecería muy bien —no lo ha dudado un segundo—, pero si salieras dando palos.—No, si dimito no será para dar palos, sino para evitar que otros se los den entre ellos. Yo hemantenido, desde el principio, una unidad en el partido que parecía imposible, porque cada uno era,y es, de su padre y de su madre, y a nadie se le ha preguntado «de dónde vienes, qué eres, cuántotienes, qué piensas»... Quizá ahora para que esa unidad siga siendo posible haya que prescindir demí.Amparo se va a otra habitación y llama por teléfono a su hijo Adolfo, que está cazando gamos yjabalíes en una finca de Burgos, en Retortillo, con la familia del dueño de ¡Hola!, Eduardo SánchezJunco. Hablan un poco de cómo ha ido la montería y luego, con medias palabras, le insinúa algo. Elcomandante de caballería Lorenzo Cabanillas, ayudante de campo de Suárez, que está acompañandoa Adolfito, detecta algo especial en la expresión pensativa del muchacho después de colgar.

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