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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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—Oye, me dice Sabino que te ha parecido que he estado muy frío contigo... Hombre, Adolfo, noconfundas la frialdad con la sorpresa. Me has dejado de una pieza con tu decisión.Suárez se da cuenta de que no son palabras sentidas por el Rey. Repite como al dictado. Lo únicode su cosecha es agregar:—Ah, te daré un título, así que vete pensando un nombre... Y otra cosa, Adolfo, prefiero que lo detu dimisión no lo hagas público todavía. Y di a los que lo sepan en tu partido que de momento nodigan nada. Espera a que yo haya vuelto del País Vasco. Además, habrá que buscar el momento másadecuado para dar una noticia de ese calibre. [36]Pasado algún tiempo, Adolfo le comentó a Rafael Arias-Salgado: «Para mí fue absolutamentedesairado y doloroso, porque yo esperaba un último gesto del Rey reteniéndome, no sé, un “Adolfo,tómate unos días y piénsalo”. Pero no. Guardó un silencio absoluto. Quedó patente que el Reyaceptaba mi dimisión en el acto. Incluso, la recibió como un alivio.» [37]Lamo de Espinosa: «Yo no soy la persona idónea»La noche de ese mismo martes 27, Fernando Abril se presenta en casa del ministro Jaime Lamo deEspinosa, en la calle Federico Abascal. Son amigos. Jaime acaba de llegar de Alemania y al díasiguiente parte de viaje a Marruecos. Está en la inopia de todos los acontecimientos. Abril, muyquebrantado por el disgusto, se deja caer sobre un sofá y le informa de todo de un tirón:—Adolfo ha dimitido. Es irreversible. Hoy se lo ha comunicado al Rey y mañana le lleva la cartapara oficializarlo. Lo saben sólo los del sanedrín. Todo se está llevando en secreto. Vengo delcomité ejecutivo y Suárez no les ha dicho ni mu. De cara a la calle y a la prensa, no ha trascendidonada. Ayer hubo una reunión de los barones y esta noche habrá otra para elegir ya al sucesor, y meparece que se han puesto de acuerdo en votar a Leopoldo. Pero yo no estoy conforme. Y vengo aproponerte que me autorices a usar tu nombre como candidato alternativo... Sobre todo teniendoconvocado y en puertas el Congreso Nacional, que es el que debe decidir. Jaime, tú lo harías mejorque Leopoldo. Y te aseguro que te busco apoyos para el Congreso y, por supuesto, lo ganas.—¡Ni hablar! ¡Deja, deja! Yo no soy la persona idónea.—Lo eres. ¿Que Leopoldo es ingeniero? Tú también y además tienes dos carreras. Y erescatedrático de Economía. ¿Él sabe idiomas? Tú también. Cuentas con experiencia política y técnicade Gobierno. El Rey te conoce desde que era Príncipe y habéis hablado horas y horas allí en LaQuinta. Estás muy bien visto por las bases del partido. Eres un tipo independiente que no ha entradoen el juego de los grupos. No tienes ni banderizos ni enemigos. Nunca te has casado con nadie... ¡nisiquiera conmigo!, y eso que como ministro de Agricultura dependías de mí, pero te las tenías bientiesas para defender los asuntos de tu departamento.—¡Que no, Fernando, que no! Pero si es que yo ni estoy en la flor y nata del partido, ni hepolitiqueado en mi vida, ni creo que me conozca la gente de la calle... Tú haces ahora una encuesta ypones mi foto, y la gente no sabe ni quién soy ni cómo me llamo.—Insisto, Jaime, déjame postularte. Aquí la presidencia del Gobierno va a resolverse entreLeopoldo o Landelino. Y creo que al partido no le conviene ninguno de los dos. No van a sereficaces. Leopoldo no tiene pegada de líder y Landelino no tiene fuste de gobernante. Por muyinteligentes que sean los dos. Y muy valiosos. No pierdes nada, Jaime. En cambio presentándote,cuando menos divides los votos de los otros aspirantes. Piénsatelo. [38]Jaime Lamo recordará más tarde que, a la mañana siguiente, el día 28, fue a La Moncloa:

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